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Centro Historico


Enviado por   •  10 de Marzo de 2012  •  4.391 Palabras (18 Páginas)  •  706 Visitas

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IDENTIDAD NARRATIVA Y EL CENTRO HISTÓRICO (DE LA CIUDAD) DE MÉXICO

IDENTIDAD NARRATIVA

Cuando se entiende a la narrativa como representación y proceso cognoscitivo, su vínculo con la identidad resulta natural. Benson señala sobre la construcción del yo que “[…] la forma de una vida se hace y rehace por las historias que una persona cuenta de sí misma” (Benson,2001: 46). Bruner menciona que cada individuo puede entender su propia vida sólo a partir de una suma de historias de las cuales es el protagonista, narrador e incluso auditorio (Bruner, 1987: 692-693). Es decir, el individuo y la cultura se forman mediante el mismo proceso narrativo. Sólo a través de dicho proceso puede el ser individual alcanzar su densidad ontológica y reconocerse como parte de un ser colectivo. Paul Ricoeur agrega: Enfatizo la expresión “identidad narrativa” pues lo que llamamos subjetividad no es ni una serie incoherente de eventos ni una sustancialidad inmutable, impermeable a la evolución. Este es precisamente el tipo de identidad que sólo la composición narrativa puede crear a través de su dinamismo […]. De manera semejante, nunca dejamos de reinterpretar la identidad narrativa que nos constituye a la luz de las narrativas que nuestra cultura nos propone (Ricoeur, 1991a: 32).

Sin importar la persona del singular o del plural que le anteceda, el ser es un verbo en infinitivo; la narrativa permite que se conjugue a través del tiempo estableciendo una relación de causa y efecto. Causalidad que permite vincular pasado y presente. Un breve enunciado como “somos mexicanos” da cuenta de estos atributos y de cómo contribuyen a la formación de la identidad. La naturaleza narrativa de la identidad se vuelve aún más clara al observar el estrecho vínculo que hay entre memoria y narratividad. Los primeros recuerdos que cada persona conserva provienen del momento en la infancia en el que se adquiere una capacidad narrativa elemental, que permite unir sujetos con verbos (Abbott, 2002: 3;Barthes, 1977: 124; Bruner, 1991: 9). “Con seguir un sujeto de un verbo, es muy posible que ya estemos involucrados en un discurso narrativo” (Abbott, 2002: 1). Es decir que la memoria humana se activa a partir de que se consigue la ilación del lenguaje con el tiempo.

NOSOTROS, EL LUGAR Y EL TIEMPO

Harré apunta: “El ser es una locación, no una sustancia ni un atributo. La sensación de ser es la sensación de estar ubicado en un punto del espacio, de tener una perspectiva en el tiempo y de tener una variedad de posiciones en órdenes morales locales” (Harré, 1993: 4). Aunque coincide con Ricoeur en que el ser no es una substancia, parece que hay una oposición. ¿El ser es narrativo o es una locación? Benson menciona que la respuesta a ciertas preguntas es necesariamente narrativa. La pregunta que surge ante el patrimonio es un buen ejemplo y contribuye a responder la pregunta del párrafo anterior. “La identidad de un individuo o una comunidad responde a la pregunta ‘¿Quién hizo esto?’” (Benson, 2001: 45, 46). Este aserto de Benson embona con la definición de Geertz: a la pregunta que surge frente al patrimonio cultural, “¿Quién hizo esto?”, la respuesta es: “Nosotros”. La enunciación desde esa primera persona del plural permite reconocer a una comunidad que se identifica como tal a través del tiempo, a partir del espacio, mediante una respuesta narrativa. El espacio es el escenario necesario de las historias que ayudan a definir una comunidad; aporta tangibilidad al relato histórico y significado al paso del tiempo.

La coexistencia pacífica de distintos grupos sociales en el mismo lugar se debe en buena medida a la integración que se logra mediante narrativas culturales de identidad. En este sentido, incluso el tejido social puede considerarse como narrativo: el conflicto en una sociedad con frecuencia comienza cuando los límites de inclusión que adquiere el “nosotros” dejan de ser claros. De aquí el papel de la cultura como plataforma para la ciudadanía, que de acuerdo con Reguillo resulta indisociable de pertenencias y adscripciones de carácter cultural (Reguillo, 2005: 48). Así, se perfila una de las tareas básicas de la política cultural. Miller y Yúdice comienzan a definirla como los apoyos institucionales que sirven de puente entre la creatividad estética y los modos colectivos de vida (Miller y Yúdice, 2002: 1). Estos autores citan el comentario de Massimo d’Azeglio una vez conseguida la reunificación de Italia en 1870: “Ya hicimos a Italia: ahora falta hacer a los italianos” (Ibíd.: 6). Aquí entra otro rol de la política cultural que de acuerdo con García Canclini incluye: “[…] obtener consenso para un tipo de orden o transformación social” (García Canclini, 1987: 26).

El centro histórico de la Ciudad de México es un claro ejemplo de lo que mencionan Miller y Yúdice. La arquitectura que constituye este espacio público, con un papel central en varios modos de vida pública, es una de las formas más concretas que puede alcanzar la creación estética, y con frecuencia alberga obras de arte. “El Centro Histórico reúne los testimonios arquitectónicos de seis siglos (del XV al XX) de historia de la ciudad entera” (Monnet, 1995: 14). De los 4,200 edificios que lo forman, más de la tercera parte está catalogada como monumentos históricos (Ibíd.: 15), y la mayor concentración de museos en el país se encuentra en esta área.3 La relación entre patrimonio cultural e historia oficial, sancionada por el Estado y repetida en las aulas de todo el territorio nacional, es uno de los bastiones de la política cultural. Bruner subraya que un sistema educativo debe ayudar a quienes crecen en una cultura para encontrar una identidad dentro de la misma, pues sin ella la búsqueda de sentido enfrentará graves obstáculos. Esta identidad debe comenzar a crearse a partir de los temas y los programas en la escuela, que ayuden a los niños (lo mismo más adelante cuando sean adultos) a crear una visión del mundo en la cual les sea posible concebir un lugar para sí mismos (Bruner, 1996: 42, 39). La política oficial educativa y cultural ha construido un sólido puente que se tiende entre la nación mexicana y el centro histórico de la capital a través de la formación primaria.

La ciudad ha sido usada con la intención de formar ciudadanía mediante la referencia al simbolismo del espacio público. En este sentido, el Estado requiere del estado sólido como referencia, y éste retribuye con significados que fortalecen a las narrativas de identidad que, a su vez, definen, explican e ilustran el patrimonio. Sobre este proceso de retroalimentación afirma Pablo Páramo: La vida pública de carácter cultural es facilitada por el recuento de la historia cultural reflejada en los monumentos, calles, plazas y otros elementos del espacio público

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