ESPERANDO A LOS BARBAROS
Enviado por Giovanni Ramirez • 8 de Junio de 2017 • Informe • 1.235 Palabras (5 Páginas) • 293 Visitas
ESPERANDO A LOS BARBAROS. Nos dicen que a las puertas de la ciudad esperan los bárbaros para arrasarlo todo. Desaparecerán así nuestras costumbres, nuestras tradiciones, nuestros cantos. No quedará sobre la faz de la Tierra nadie que recuerde nuestro nombre. Seremos sólo polvo que se confunda con el polvo. Los bárbaros vendrán y las tinieblas descenderán sobre el mundo. Porque los bárbaros no saben de diplomacia o cortesías. No distinguen a los buenos de los malos, no saben que erigimos, en tiempos inmemoriales, torres, palacios, museos y castillos en memoria de los viejos fundadores de nuestra civilización y que a ellos honramos. Nos dicen que nuestras mujeres serán violadas y nuestros hijos degollados en el altar bárbaro de los bárbaros. Nos dicen también que comen con las manos, que eructan, que cagan en los salones y se limpian con las cortinas, que se pasean por las plazas derrotadas, tintas en sangre, completamente desnudos, mostrando así su desprecio por los vencidos que no supieron defender a su pueblo. Todos los días nos dicen que en cuanto caiga la noche, una oleada de antorchas, flechas y caballos con los ojos relampagueantes bajarán de las colinas arrasando todo a su paso. Y dejamos así de dormir todas las noches, esperando a los bárbaros. Yo pienso a veces que los bárbaros no existen. Que los han inventado algunos para que el miedo nos inmovilice, para que no pidamos cuentas a nuestros gobernantes, para que veamos hacia otro lado mientras se llenan de oro los bolsillos. Y de vez en cuando, la autoridad muestra un bárbaro en la plaza mayor, maniatado, golpeado, destruido. Nos dicen que es parte de la avanzada que terminará con todos nuestros sueños. Pero el bárbaro capturado da más lástima que miedo. Es un ser indefenso al que le han cortado la lengua para que no cuente nada. Lo ajustician en la plaza y todos vitorean y se alegran de la caída del bárbaro, y se bebe vino y se lanzan rosas al aire y se hacen fiestas y hogueras para celebrarlo. En cuanto nos alegramos demasiado, volviéndonos más fuertes y valientes viendo al invasor aniquilado, la autoridad dispersa a las multitudes y nos recuerda que a las puertas del reino siguen acechando; que volvamos a casa y nos preparemos para lo peor, que mantengamos silencio y prudencia, que no hagamos nada que alerte a los bárbaros. Y así vivimos. Con el pánico en la piel y en la cabeza permanentemente. Dejando que los líderes manejen nuestro destino. Pero sé de cierto que algún día no muy lejano alguien del pueblo se levantará y saldrá, con otros muchos, armados hasta los dientes, en busca de los bárbaros. Y los que queden en la ciudad, presas del terror, se apertrecharán y cerrarán a piedra y lodo sus puertas y ventanas esperando la inminente venganza. Y así morirán muchos, de miedo, mientras otros buscan a los conquistadores. Porque el miedo es bastante más peligroso que los bárbaros. Porque el miedo no está a las puertas del reino, sino dentro de nuestras casas y nuestros corazones. Y como nadie saldrá a cultivar los campos, ni a hacer pastar a las vacas, ni a traer agua, la ciudad morirá muy pronto. Y seremos no más que polvo. Y cuento todo esto porque está pasando en mi ciudad y en mi país. Y me rebelo todos los días ante el destino que nos espera. Y lo cuento, porqué leí un texto de Constantino Caváis, el poeta griego, que se llama así precisamente: «Esperando a los bárbaros». Y aquí mismo transcribo un fragmento para que no se nos olvide que la mejor manera de combatir el miedo es resistiendo todos juntos. — ¿Qué esperamos congregados en el foro? Es a los bárbaros que hoy llegan. — ¿Por qué esta inacción en el Senado? ¿Por qué están ahí sentados sin legislar los Senadores? Porque hoy llegarán los bárbaros. ¿Qué leyes van a hacer los senadores? Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros. — ¿Por qué nuestro emperador madrugó tanto y en su trono, a la puerta mayor de la ciudad, está sentado, solemne y ciñendo su corona? Porque hoy llegarán los bárbaros. Y el emperador espera para dar a su jefe la acogida. Incluso preparó, para entregárselo, un pergamino. En él muchos títulos y dignidades hay escritos…
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