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El Mundo Posmoderno


Enviado por   •  4 de Noviembre de 2012  •  2.196 Palabras (9 Páginas)  •  1.236 Visitas

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EL MUNDO POSTMODERNO

Algunos de los malestares de la modernidad

 El “post” indica un deseo de despedirse de la modernidad.

 Las sociedades modernas parecen experimentar un malestar creciente.

 El tema recurrente es el vacío espiritual y la ausencia de sentido del mundo moderno: inanidad, miseria, falta de sentido y la inutilidad del mundo occidental moderno.

 Se perdieron los diálogos humanos significativos.

 El mundo sin Dios y sin significación en el que sólo milagrosamente puede sobrevivir un resto de calor humano.

 El individuo de la sociedad actual se aliena, se enajena, se frustra, pérdida metafísica del hogar, no se siente en armonía con la realidad, ni con los otros, ni consigo mismo.

Los contrastes son entre la Modernidad y la Posmodernidad

MODERNIDAD POSTMODERNIDAD

- Grandes utopías sociales

- Los lustrados creyeron en la victoria de la ignorancia y la servidumbre por medio de la ciencia

- Los capitalistas confiaban en alcanzar la felicidad gracias a las estructuras de la sociedad y al incremento de la producción.

- Los marxistas esperaban la emancipación del proletariado, no más desigualdad.

- La convicción compartida por todos es que

“se puede”.

- Se perdieron las utopías, los ideales, los proyectos modernos.

- La ciencia benefició a la humanidad, pero ocasionó grandes tragedias, guerras, armamento, bombas nucleares, etc.

- El marxismo no fue el paraíso comunista.

- Las sociedad del capitalismo avanzado han alcanzado un alto nivel de vida, pero están corroídas desde dentro por el gusano del aburrimiento y del sinsentido.

- Para una generación el mundo, de pronto, se ha venido abajo, se derrumbó.

El final de la historia

Los filósofos posmodernos arrojan la historia al cubo de la basura, argumentando con desenfado que se la han inventado los historiadores y existe solamente en los libros de texto. En la realidad hay tan sólo acontecimientos sin ninguna conexión entre sí. Los seres humanos son como átomos-individuos que estamos juntos por casualidad. No tenemos ningún proyecto. Nos cruzamos, nos atropellamos, vivimos juntos, pero estamos solos.

La ilusión de la historia ha desaparecido. Los hombres modernos esperaban que, al final del largo y oscuro túnel de la historia, se toparían con las deslumbradoras Luces de la Gran Salida. El túnel se bifurcó de repente en un laberinto: múltiples caminos que se entrecruzan sin conducir a ninguna parte.

Erramos y erraremos por siempre, sin fin ni objetivos últimos, no tenemos esperanza, no tenemos ideales, sólo vivimos el día a día, nuestra cotidianidad.

Los posmodernos no consideran todo perdido, al contrario es el momento de la realización humana.

Los modernos, creyendo posible construir un futuro mejor, sacrificaron el presente al futuro, y como el futuro fracaso, se quedaron sin presente y sin futuro.

Los posmodernos, convencidos de que no existen posibilidades de cambiar la sociedad, han decidido disfrutar al menos del presente con una actitud hedonista, el carpe diem de Horacio: “Las flores no las quieren para el funeral” sino ya.

Hedonismo y “resurrección de la carne”

Es el tiempo del yo y del intimismo. Los best seller de hoy son, libros de técnicas sexuales, meditación trascendental, guías para el cuidado del cuerpo, remedios para la crisis de la vida adulta, psicoterapia para todos los gustos.

Al perderse la confianza en los proyectos de transformación de la sociedad, sólo cabe concentrar todas las fuerzas en la realización personal, soy yo y mi cuerpo, mi cuerpo y yo. Es la resurrección de la carne, es el dualismo al revés. En el mundo de los hombres el goce es el alfa y el omega, el principio y el fin. (GUISAN, Esperanza, Manifiesto hedonista, 1990)

De Prometeo a Narciso

Los modernos se identifican con Prometeo, que, desafiando la ira de Zeus, trajo a la tierra el fuego del cielo, desencadenando el progreso de la humanidad.

Camus sugirió que el símbolo idóneo no era tanto Prometeo como Sísifo, que fue condenado por los dioses a hacer rodar sin cesar una roca hasta la cumbre de una montaña, desde donde volvía a caer siempre con su propio peso.

Los posmodernos llegaron y han dicho: “Hace falta ser tontos para saber que Prometeo no es Prometeo, sino Sísifo, y empeñarse una vez tras otra en subir la roca a lo alto de la montaña. Dejémosla abajo y disfrutemos de la vida”.

Hay que olvidarse de la sociedad, hay que concentrarse con todas las energías en la realización personal. Hoy se puede vivir sin ideales. Lo que importa es conseguir los ingresos adecuados, conservarse joven, cuidar la salud... Hace un par de años, una agencia de viajes empapeló los muros y colectivos de París con unos carteles que decían: “En un mundo totalmente cínico, una sola causa merece que usted se movilice por ella: sus vacaciones”.

El símbolo de la postmodernidad, no es Prometeo, ni Sísifo, sino Narciso, el enamorado de sí mismo, que carece de ojos para el mundo exterior.

La vida sin imperativo categórico

La postmodernidad mató a la ética. Cuando queda sólo el presente y el bienestar personal, donde cada uno puede hacer lo que quiera, donde somos libres, lo que importa es la estética.

“Al deseo los frenos le sientan fatal. ¿Qué voy a hacerle yo, si me gusta el güisqui sin soda, el sexo sin boda, las penas con pan...?” Joaquín Sabina.

“Hay que ser feliz y no está dicho como. Sólo ¡Vive Feliz!”

Declive del imperio de la razón

La modernidad se caracterizó por la racionalización de la existencia. La diosa razón. En plena Revolución Francesa se escribía: “Habrá un tiempo en que el sol brillará sobre una tierra de hombres libres que no tendrán más guía que la razón” (CONDORCET, Jean Antoine)

Antes era Pienso, luego existo. Hoy es, Siento, luego existo.

El racionalismo moderno aburre a la sociedad. “La sabiduría me persigue, pero yo corro más”. A la tiranía de la razón ha sucedido una explosión de la sensibilidad y de la subjetividad.

“Todos los pensamientos son malos pensamientos... El hombre no debe pensar”

NIETZSCHE, Friedrich, El Anticristo.

Imperio de lo “light”

Los discursos de la modernidad son puro ruidos: hay que dejarlos sonar con indiferencia.

No queda más remedio que acostumbrarse a vivir en la desfundamentación del pensamiento:

“Vagamos por sendas perdidas” (Heidegger). Sólo

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