El aprendizaje en las corporaciones.

Los siglos del nacimiento de los municipios y corporaciones de artes y oficios, son los que vienen a surgir de los anteriores, en los que la educación por parte del maestro era libre, en estos ahora se estudia desde el punto de vista económico y social.

Los antiguos procedimientos de observación e imitación para producir mercancías, se vuelven insuficientes, al estar más avanzados en cuanto a la relación de ciencia y trabajo manual, requieren de una formación escolástica, aunque la convivencia con los adultos permanece.

Los oficios al buscar más poder, se transfieren a las ciudades donde se crean grupos del mismo oficio consolidándose y expandiéndose, dentro de estas agrupaciones existen normas que regulan la relación con el oficio y el público, el mercado, así como con la jerarquía dentro del trabajo; además del número de discípulos, el pago y las pruebas donde el aprendiz podría ejercer por su cuenta.

Los aprendices, a diferencia de los jornaleros, los cuales no pueden llegar a ser maestros, son discípulos todos iguales participando en el trabajo buscando adquirir conocimientos y habilidades. Entre trabajar y aprender no existe una separación, el trabajo es la escuela.

Los aprendices que podría tener cada maestro, además de los componentes de la familia, uno para orfebres, cordeleros, herreros, o dos para cuchilleros, lavanderos, los carpinteros no tenían limite; pero todos podían tener muchachos o trabajadores en la cantidad que quisieran. Estos no debían tener algún precedente penal y debían ser nacidos de matrimonio legítimo.

El ingreso se hacia abajo un contrato con dos testigos, la duración era a discreción del maestro de cuatro a diez años, el aprendiz debía pagar por la enseñanza recibida además del rendimiento, se convertía en propiedad del maestro el cual podía venderlo o alquilarlo si fuera necesario, contaba con los derechos del aprendiz, dentro de ellos que la comunidad estaba obligada a enseñarlos si su maestro moría.

Si el aprendiz se alejaba tres veces ya no podría regresar con su maestro ni a ningún otro oficio, ya que al alejarse se olvidaban de lo aprendido y perjudicaban al maestro; para esto el maestro debía responsabilizarse de tratarlo bien, calzarlo, alimentarlo y vestirlo para que este no busque otro. Estaban comprometidos a trabajar y mantener el secreto del oficio.

A las mujeres viudas de maestros se les permitían trabajar, en los rosarios sin aprendices cuando se casaban por segunda vez, pero los cristaleros y de piedras no se los permitían pues no les parecía que una mujer supiera tanto como un maestro.

El examen final no era didáctico-pedagógico, sino más bien lleno de costumbres, relaciones sociales y económicas, es todo un ritual.

En lo que respecta al gremio de lana no se tiene mucha información en la relación maestro-discípulo, si un discípulo deseaba abandonar este gremio o cambiar de maestro, se le retenía y era obligado a cumplir el tiempo del contrato con su maestro, ni otro lo puede aceptar como discípulo, además si un compañero lo descubría lo debía condenar tanto al maestro como al aprendiz.

...