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El pastoreo nómada en la Península escandinava


Enviado por   •  30 de Mayo de 2015  •  Tesis  •  2.300 Palabras (10 Páginas)  •  195 Visitas

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El pastoreo nómada en la Península escandinava

En el vértice septentrional de Europa, área de condiciones climáticas extremas que determinan su evidente marginalidad desde el punto de vista de un aprovechamiento agrario, la región extendida entre Noruega y Rusia, ha conocido durante siglos el dominio prácticamente exclusivo de un sistema ganadero muy extensivo que ha condicionado las formas de vida y ocupación dominantes.

Esta actividad, vinculada a un grupo étnico específico, se caracteriza por el desplazamiento estacional de rebaños de renos en sentido meridiano, entre la tundra y el bosque de coníferas, motivado por la escasez y pobreza de los pastos, lo que conllevaba asimismo el traslado de hábitat durante la primavera y el otoño. Aun cuando el espacio afectado y las bajas densidades de población sustentadas limitan notablemente la importancia de esta región en el panorama agrario europeo, es evidente que supone un claro reflejo de la adaptación llevada a cabo ante un medio muy hostil, contribuyendo además a otorgar una acusada personalidad al territorio hasta el momento presente.

Pero esta forma de vida ha perdido hoy el vigor de antaño, debido a la integración de gran parte de los lapones en una economía industrial y de servicios.

La agricultura cerealista centroeuropea

Desde el sur de Escandinavia y hasta el límite de las cordilleras alpinas meridionales, se extiende un vasto conjunto de llanuras y mesetas ocupadas, al menos desde la época medieval, por cultivos cerealistas, que suponían el fundamento de la economía agraria, en tanto que la cabaña ganadera, más importante que en el mundo mediterráneo, servía como complemento eficaz dentro de la lógica inherente al principio de autosubsistencia.

Según las condiciones térmicas y de humedad, el cereal de invierno dominante podía ser el trigo -desde las Islas Británicas y Francia hasta los Balcanes- o el centeno -en las regiones más septentrionales -, acompañado generalmente por otros cultivos secundarios entre los que la avena y el centeno como cereales de verano destinados al consumo ganadero o humano, las leguminosas, y el lino como fibra textil ocupaban un lugar destacado. La rotación trienal (cereal de invierno-cereal de primavera-barbecho), generalizada en el centro europeo, daba paso el sistema de año y vez en las regiones más secas como el sur de Francia, donde no es posible el cereal de verano, y en las más frías como Escandinavia o las tierras altas británicas, donde las bajas temperaturas impiden el cultivo hasta mediados de la primavera.

En las regiones noroccidentales próximas al mar del Norte y al Báltico, la cerealicultura se estaba reduciendo a la vez que lo hacía el terrazgo agrícola, que se sustituía por pastos y eriales más adaptados al mantenimiento de la ganadería vacuna y, en menor medida, porcina, tan integradas en las actividades agrícolas que dan origen a un sistema agrario mixto.

Aunque actualmente pueda parecer un aspecto marginal, tradicionalmente ha recibido gran importancia el análisis de los paisajes agrarios de openfield (campos abiertos) y bocage (campos cerrados) de la Europa central y atlántica, y de la diversidad del policultivo de las huertas y de los secanos mediterráneos.

Parece ser que en los cuatro últimos siglos después de Cristo los paisajes agrarios europeos eran bastante semejantes, basados en un poblamiento en aldeas, con su terrazgo alrededor, trabajado de una manera permanente. Correspondía al Esch alemán, al infield británico o al mejou bretón, caracterizados por ser campos permanentemente cultivados, bien colectiva o individualmente.

Pero en los siglos que preceden a nuestra era no había uniformidad en el paisaje agrario europeo. En la Europa atlántica ya se advertían las longueras en campo abierto, junto a parcelas cuadradas cercadas dentro del infield de una sola aldea; e incluso al lado de la aldea aparecían algunas casas aisladas de campos cercados. Campos abiertos y cercados con poblamiento concentrado y disperso han coexistido en la Europa atlántica desde los albores de la historia.

Desde los inicios de la Edad Media, partiendo des esos paisajes agrarios primitivos, comienza una evolución divergente, pues las antiguas estructuras protohistóricas se mantuvieron en la franja atlántica, mientras que en la Europa central se fueron configurando los openfield comunitarios.

El sistema de openfield aparece ya en la época carolingia, asociado a las fértiles áreas cerealistas y con altas densidades del sur de Alemania, desde donde parece haberse difundido inicialmente por las mesetas comprendidas entre le Elba y el Sena, para extenderse ya a partir del siglo XIII hacia el este, acompañando la colonización germánica, e incluso hasta las llanuras orientales inglesas, trasplantado por la nobleza anglonormanda. Los rasgos morfológicos son aquí muy acusados, con un terrazgo agrícola bien definido y libre de cercas, dividido en hojas de cultivo homogéneas y continuas, parcelas generalmente alargadas y estrechas (longueras), y un hábitat agrupado que suele emplazarse en el centro de ese espacio, rodeado por pequeños huertos que ayudan a diversificar la alimentación de la familia campesina. Esta fisionomía tiene una justificación esencialmente funcional, en relación con la existencia de determinados usos comunales: la fijación de cultivos a realizar en cada unos de los sectores en que se fragmenta el terrazgo permite establecer las fechas en que se recogen las cosechas, quedando libre después el terreno para pastar el ganado, tanto en las rastrojeras como en la hoja dejada en barbecho, aspecto de particular importancia cuando escasea el terreno disponible para este fin. La permuta circular que se realiza cada año permite, además, mantener en equilibrio unos suelos escasamente abonados, pero fuerza una atomización parcelaria, agravada cuando las longueras se fragmentaban cada vez más por herencia.

El openfield se ha extendido, por lo tanto, en función de la expansión cerealista, a la que ha estado siempre unido. No ha adquirido importancia en el sector más húmedo de la Europa atlántica, orientado siempre hacia el aprovechamiento de la hierba, que no ha sentido la necesidad de introducir el ganado en los barbechos cerealistas, dad la suficiencia de pastos en los prados.

Y mientras los paisajes de campos abiertos ocuparon la Europa central durante los tiempos medievales, los campos cercados, relegados en principio a la Europa típicamente atlántica, ganaron extensión durante la Edad Moderna.

En las regiones próximas al Atlántico, desde el noroeste español hasta los países nórdicos, domina en cambio el sistema de campos cerrados

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