LA ECONOMIA DEL ECUADOR EN LA SOCIEDAD PRIMITIVA
Enviado por josemir2014 • 9 de Junio de 2014 • 7.310 Palabras (30 Páginas) • 743 Visitas
LA ECONOMIA EN LA SOCIEDAD PRIMITIVA
La producción de nuestras comunidades primitivas condicionada a su respectivo medio geográfico, mal podía haber sido lo suficientemente variada como para brindarles el autoabastecimiento. Por consiguiente, para obtener la variedad de bienes que satisfaga sus necesidades, tuvieron que recurrir al intercambio de productos típicos con pueblos de otras latitudes. Este fue especialmente activo a nivel de costa y Sierra y entre éste y el Oriente.
Es de suponer que el principal renglón en el intercambio estaría constituido por bienes alimenticios y, en menor escala, por bienes materiales. Estos se han conservado en parte, como testimonio fehaciente de aquellas relaciones. Así por ejemplo, en la Sierra se han encontrado conchas marinas, objetos de concha, restos ceremoniales, adornos en cobre con los tincullpas de origen Manteño, piedras preciosas y piezas de cerámica. Además de la Costa se habrían traído sal, algodón, pescado, achiote, etc., a cambio de cabuya, tejidos de lana, armas, utensilios, de piedra, metales y en especial de la coca, cuyas propiedades vitalógenas fueron conocidas y aprovechadas por todas las comunidades aborígenes de nuestro país, para resistir las duras faenas, las caminatas largas y principalmente los efectos de la altura.
De igual manera el intercambio se hacía con el Oriente del que se traían especialmente plantas medicinales y flor de canela (ishpingo).
Indudablemente debió de ser muy limitado el comercio entre pueblos de una misma zona. Por una parte de similitud de producción, y por otra, en la Sierra, la orografía, con sus nudos y repliegues son causas que explican tal limitación. En la Costa debió de ser más fácil el contacto, especialmente entre los pueblos cercanos al mar, algunos de los cuales sobresalieron como expertos navegantes, destacándose los de Manabí, a los que Jacinto Jijón y Caamaño denominó “Confederación de Mercaderes”.
Los de la Costa no sólo comerciaban con los de la Sierra, sino que llegaron hasta Mesoamérica; así, entre otras cosas, se explica que los españoles tuviesen en Panamá noticias de la existencia del rico Imperio de el Dorado.
Aunque es probable la existencia de una casta de comerciantes que hicieron de esta actividad su medio de vida, el intercambio de productos estuvo sujeto únicamente a la necesidad de los diversos pueblos de complementar sus respectivas economías, y no al afán de lucro. Así, quien entregaba parte de sus productos debía de haberlo hecho solamente para obtener otros que complementaran su economía, y no para obtener una ganancia.
De entre los productos o mercancías sujetos al intercambio, algunos habrían llegado a tener aceptación o aprecio más o menos generales entre los diferentes pueblos, especialmente los bienes ornamentales o religiosos en cobre u oro, y quizá la coca, cuyo consumo, como hemos dicho, era habitual. De ahí que debieron de ser generalmente aceptados, ambicionados e, inclusive, acumulados por quienes estaban en condiciones de hacerlo, simplemente como mercancía valiosa, cuyo atesoramiento pudo significar poder o riqueza; pero, al parecer, no llegaron a ser utilizados como unidad de cambio ni como medida de valor. Parece pues, que nuestros aborígenes no conocieron la moneda, y que habían el intercambio, a través del trueque directo, dando un producto por otro. La equivalencia de los diferentes productos estaría determinada por su respectivo valor de uso.
Los hallazgos de gran cantidad de ciertos objetos de oro, y especialmente de unos especímenes de cobre en forma de pequeñas hachas en determinadas tumbas, han sugerido a los arqueólogos el concepto de atesoramiento en los hombres de esa época; inclusivo han tratado de encontrar en estas pequeñas hachas una especie de moneda.
Curiosamente, estas hachas, descubiertas sobre todo en la zona de Manta (Manabí), en la Isla de Puná (Golfo de Guayaquil) y en la Cuenca del Guayas hasta Quevedo, frecuentemente se hallan en proporción decimal, y tienen mucha semejanza con piezas encontradas en Oaxaca (México). Estas corrían como moneda hasta los primeros años de la dominación española, según un memorial que, al 31 de Octubre de 1548, Francisco López Tenorio, vecino de Oaxaca, dirige al Presidente del Consejo de Indias. En él describe el uso de esta moneda, acompañando su diseño, (2) que coincide con la descripción de estas que hace otro cronista de aquellas tierras.
“En otras –partes de México—usaban mucho de unas monedas de cobre casi de hechura de una T, de ancho de tres o cuatro dedos, y era planchuela delgada, unas más y otras menos”.
“Esta es la forma de moneda de cobre que se usaba en la Nueva España –MEXICO—que es la que se declara en el memorial. Valían cuatro de estas nuevas, cinco reales y después, siendo gastadas un poco, no las querían en precio alguno, y venían a valer diez por un real, para las tornar a refundir, y si había agravio o nó [sic.], de esta manera se puede entender”.
Pero, aparte de estas coincidencias que sugieren la posibilidad de que pudieron haber funcionado como moneda local entre los pueblos de la región en donde han sido localizadas, no tenemos ninguna otra evidencia en apoyo de esta inquietud.
El distinguido investigador danés, señor Olaf Holm, que más ha estudiado estas piezas, las denomina “HACHAS MONEDAS” y opina que se trata de objetos de ofrenda en base a una representación de valor (1). De ser así, tal denominación no es muy adecuada. Aunque se tratase de una representación de valor y por lo mismo de acumulador de riqueza, su aplicación sería bien específica. Se apartaría así de la función primera y característica de la moneda, la de ser una unidad y/o valor de cambio.
En realidad, aparte de esta posibilidad, no se vislumbra, en nuestra época Precolonial, la existencia de moneda en sentido estricto, es decir, como medida de valor y como medio de cambio de todas las cosas. Las crónicas de la época de la Conquista, que son el mejor documento que hasta hoy tenemos acerca de las condiciones en que se encontraban nuestros pueblos a la llegada de los españoles, no solamente niegan la existencia de moneda, sino que detallan el modo de comerciar; así, según cita Medina, Don Pedro Cieza de León decía en su Crónica del Perú:
“Hay pueblos de índios... y unos y otros tienen su contratación dando unas cosas por otras, porque no usan de moneda ni se ha hallado cuño de ellas en estas partes”. (2)
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