LA EDUCACIÓN EN EL ANTIGUO ORIENTE
Enviado por silvia2006 • 24 de Agosto de 2021 • Resumen • 2.415 Palabras (10 Páginas) • 2.222 Visitas
LA EDUCACIÓN EN EL ANTIGUO ORIENTE
EL ORIENTE Y GRECIA
Por lo común, el estudio de la historia de la pedagogía empieza por el pensamiento educativo en la antigua Grecia. Pero los egipcios, los babilonios, los hindúes, los chinos y muchos otros pueblos del Oriente cercano y lejano habían elaborado complejas y eficientes formas de educación antes de los griegos. ¿Cuál es la razón por la que, en lo que se refiere a la educación prerromana, solemos concentrarnos casi exclusivamente en las realizaciones del pequeño pueblo griego?
¿Podemos decir entonces que Grecia nos interesa sobre todo en la medida en que ha recogido y trasmitido el patrimonio de culturas de tantas civilizaciones precedentes? Pocas personas se atreverían a contestar afirmativamente a esta pregunta. Por ejemplo, tómense las materias de estudio de una moderna escuela secundaria. Casi todas, hasta en el nombre, denuncian su origen griego. Incluso cuando, como sucede con la geometría, nos consta que los griegos recogieron el patrimonio cultural de otros pueblos (egipcios, babilonios), sabemos también que reorganizaron y desarrollaron la materia hasta convertirla en algo nuevo y original que lleva su inconfundible toque: el maravilloso rigor racional de una demostración geométrica es un don que la humanidad debe a Grecia y no a ningún otro pueblo (y constituye aún hoy el modelo ideal de un conocimiento científico perfectamente organizado).
Gozar la belleza artística sin preocupaciones didascálicas, darse el gusto de interrogar a la naturaleza libres de toda actitud mágica o ritualística, ver en la historia la obra consciente de los hombres y no de oscuras fuerzas divinas o demoniacas: he aquí unas actitudes que los griegos fueron los primeros en descubrir.
El examen comparativo de la civilización griega con las otras civilizaciones del Oriente próximo y lejano sugiere un diferente orden de consideraciones: su organización social y política es radicalmente fenicio, con el cual por lo demás sólo tiene en común un cierto particularismo de las varias ciudades-estados. Todas las otras civilizaciones orientales florecen sobre el tronco de macizas organizaciones estatales que se extienden uniformemente sobre grandes y a veces inmensos territorios.
Estas características, expuestas sumariamente y sin pretensión de que sean completas (ya tendremos ocasión de analizarlas mejor más adelante), presuponen, a manera de fondo sobre el cual destacan por contraste, las características, casi opuestas, de las civilizaciones orientales. Es probable que también las peculiaridades de la educación griega se comprendan mejor sobre ese mismo fondo, por consiguiente, convendrá echar por lo menos un vistazo panorámico sobre dichas civilizaciones así como sobre el lugar que en ellas ocuparon y los modos que asumieron las prácticas educativas.
LAS CIVILIZACIONES FLUVIALES (EGIPTO, BABILONIA, INDIA Y CHINA)
El Nilo, el Éufrates y el Tigris, el Indo y el Ganges, al igual que los grandes ríos de China, vieron florecer en sus riberas formas de civilización muy refinadas, algunos milenios antes de la era cristiana. Civilización” quiere decir cultura que ha dejado de ser estática: las sucesivas generaciones no se limitan a reproducir casi exactamente los modos de vida de las precedentes, sino que se verifica una de adelantos técnicos, se organizan las creencias, y se realiza un perfeccionamiento, aunque lento y discontinuo
La religión egipcia sufrió complejas evoluciones, sin que llegase a superar el estadio de un politeísmo organizado (o “enoteísmo”) donde la divinidad suprema era el sol, venerado bajo los nombres de Ra, Osiris o Amón: la tentativa del faraón Akenatón de instaurar un riguroso monoteísmo (culto exclusivo del dios Atón, que es de todos modos el sol, pero el sol naciente y fecundador, y no el sol que preside el reino de los muertos como Amón) acabó trágicamente. En todo momento, los sacerdotes egipcios demostraron ser habilísimos en conciliar las exigencias de una organización unitaria de las divinidades, con la multiplicidad —incluso regional— de éstas y con las creencias animísticas y totémicas aún vivas en la población más inculta (de donde el culto de los dioses animales: buey, cocodrilo, gato, cigüeña, gavilán, etcétera).
Pero la creencia egipcia más típica y difundida fue la de una segunda vida, concebida de varias maneras (existía también la idea de un proceso ante Osiris y una especie de lugar de recompensa para los más meritorios), pero siempre conectada con la buena conservación del cuerpo, de donde surgió la práctica de la momificación para los ricos, o del enterramiento en la arena árida, capaz de conservar largamente los cadáveres, para los pobres. Las precauciones que se tomaban a fin de que las tumbas no fuesen profanadas alcanzaron formas obsesivas, increíbles, como es sabido de quien haya leído la historia del hallazgo de la momia de Tutankamón.
No obstante la amplia parte que en ella tenía la religión, la civilización egipcia desarrolló una moral esencialmente utilitaria. Abundan las máximas de sabiduría conservadas en los papiros, y aunque muchas de ellas se refieren a las ventajas del estudio se trata siempre y exclusivamente de ventajas prácticas. Las clases egipcias no eran castas cerradas y, dentro de ciertos límites, era posible, estudiando con maestros privados, elevarse a la posición de escriba del grado más bajo, es decir, escribano o contador en oficinas públicas (o en empresas comerciales).
El pueblo era casi totalmente iletrado; estudiar con buen éxito significaba convenirse cuando menos en un escriba del grado más modesto, lo que, como en un papiro advierte un padre a su hijo, en el momento de inscribirlo en la escuela, es mucho más cómodo que ejercer la profesión de fundidor, barbero, picapedrero, jardinero o pescador, oficios cuya dureza, inconvenientes y peligros enumera cuidadosamente. “El hombre ignorante —dice otro papiro— es como un asno con una pesada carga; quien le guía es el escriba”, mientras otro reza: “Ponte a trabajar y conviértete en escriba, porque así serás guía de hombres”.
La geometría servía, al pie de la letra, para “medir la tierra”, para trazar nuevamente los linderos cuando bajaban las aguas del Nilo; la aritmética servía para hacer los cálculos del comercio y el fisco; la mecánica y la hidráulica para la ingeniería y la arquitectura; la astronomía para calcular las estaciones, etc., etc. Se obtuvieron admirables resultados prácticos, pero no se tiene noticia de ningún intento de sistematización o ahondamiento teórico, al punto que uno se pregunta a qué aludía exactamente Platón cuando, al comparar la sabiduría de los griegos con la de los sacerdotes egipcios decía: “Oh, griegos, no sois más que unos niños”. Sin embargo, en otro lugar el mismo Platón contrapone el espíritu científico de los griegos al amor de la ganancia propio de egipcios y fenicios.
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