LA GUERRA GRANDE
Enviado por Cholo Simeone • 9 de Noviembre de 2015 • Monografía • 2.152 Palabras (9 Páginas) • 181 Visitas
LA GUERRA GRANDE
Diego Mallo – 5°H1
LA GUERRA GRANDE (1839-1852)
La Guerra Grande se llama así no sólo por su duración prolongada en el tiempo (1839 a 1852), sino por que fue un conflicto regional que involucró a orientales y argentinos como protagonistas principales y también a Brasil, a Inglaterra y Francia. Toda la región rioplatense se vio sacudida por la inestabilidad política y económica, mezclándose los conflictos internos del Uruguay con los de Argentina y Brasil.
LAS CAUSAS DE LA GUERRA
Para entender las causas que provocaron esta guerra debemos analizar los diversos intereses que existían y la situación que se vivía, no sólo en el Río de la Plata, sino en América y Europa. La política europea hacia los países de América. Las potencias coloniales europeas, Inglaterra y Francia, se introducen en los asuntos de los países de América procurando el control de la actividad comercial. Los centros industriales europeos (ya avanzada la industrialización en Inglaterra y desarrollándose en Francia) necesitaban materias primas y lugares hacia donde enviar población que sirviera de escape a las tensiones de sus sociedades. ¿Dónde podían obtener ambas cosas? En América y en especial en el Río de la Plata.
La situación en América. Las oligarquías de los países americanos no se veían molestas frente a la intervención europea porque coincidía con sus intereses económicos ya que eran los abastecedores de las materias primas. Por eso las oligarquías, que tenían en sus manos el gobierno, establecieron la libertad de comercio que servía sus intereses de venta.
Esa libertad de comercio significaba también el ingreso de productos extranjeros que afectaban a las artesanías locales y los sectores sociales afectados deseaban el fin del libre comercio. La defensa de la producción local coincidía a veces con posturas conservadoras en lo político, porque el liberalismo se asociaba a la libertad comercial que los llevaba a la ruina.
La situación en el Río de la Plata. Profundas divisiones internas se daban en los países del Río de la Plata. En Argentina se mantenía el enfrentamiento entre unitarios y federales, que en realidad era el enfrentamiento entre los intereses distintos del puerto de Buenos Aires y algunas de las provincias del interior. En Uruguay las luchas personales entre los caudillos se confundían con la lucha entre dos proyectos económicos distintos: uno que impulsaba el desarrollo de las salazones de carne y su venta en América y el otro que defendía el libre comercio y las exportaciones de cueros hacia Europa.
Los dos bandos de los dos países tenían coincidencias entre ellos, por lo tanto no era es de extrañar que colorados y unitarios hicieran causa común y del otro lado se unieran blancos y federales.
Esta relación entre las fuerzas políticas uruguayas y argentinas y la creciente influencia de estas en Uruguay, motivaban a Brasil a intervenir por su lado para evitar que definitivamente los orientales quedaran bajo la órbita argentina. Pero Brasil también tenía sus problemas: las tendencias separatistas en varias regiones, incluyendo Río Grande del Sur, provincia que limitaba con la zona rioplatense.
A esto hay que agregarle la presencia amenazante de las potencias europeas. La presencia de inmigrantes que se radicaban en los países del Río de la Plata servía de excusa para aumentar las intervenciones y las presiones. Los inmigrantes, para resolver sus problemas, en lugar de recurrir a las autoridades locales, gestionaban la intervención de los gobiernos de sus países de origen. Estos presionaban a través de sus diplomáticos y amenazaban con el uso de la fuerza. En el caso de los inmigrantes franceses e ingleses, se trataba de inversores que se radicaban en esta zona, establecían comercio y reclamaban privilegios. En Argentina, hasta el surgimiento de Juan Manuel de Rosas, no hubo impedimento a su accionar; pero a partir del gobierno de Rosas que la aplicación de una política proteccionista y americanista, los inmigrantes que vieron disminuir sus ganancias, pidieron la intervención de las potencias europeas. Fue así que Francia entre en conflicto con Rosas y al atacar a este buscó el apoyo del gobierno uruguayo presidido por Oribe. Como este no concedió a los franceses la posibilidad de usar el puerto de Montevideo para que la escuadra francesa atacara a Buenos Aires, los franceses apoyaron el levantamiento de Rivera contra Oribe. Rivera derrota a Oribe y este se ve obligado a renunciar marchándose a Buenos Aires, donde Rosas lo recibe como el auténtico presidente de Uruguay.
Rivera consideró la actitud de Rosas como una intromisión en los asuntos internos de Uruguay y, aliado con los unitarios antirosistas y los franceses, atacó a Rosas. Así comenzó la Guerra Grande.
EL DESARROLLO DE LA GUERRA GRANDE
La primera etapa de la guerra (1839-1843) se desarrolló en territorio argentino y fue favorable a Rosas y Oribe. Este, ostentando el título de Presidente oriental y General en Jefe del Ejército de la Confederación Argentina, después de una serie de victorias militares invadió el Uruguay al frente de un ejército en el que también se confundían las dos nacionalidades. Puso sitio a Montevideo desde febrero de 1843 a octubre de 1851.
La segunda etapa fue el sitio a Montevideo.
El país quedó dividido en dos partes: Montevideo, regido al principio por Rivera, y luego por miembros del Partido Colorado que formaron el Gobierno de la Defensa, auto-proclamado en contra de Rosas y Oribe. El resto del país, dominado por Oribe y los blancos desde el Gobierno del Cerrito, apoyado por Rosas y autoproclamado “defensor de la independencia americana” ante la coalición de los colorados y los anglo-franceses.
En Montevideo, la mayoría de la población era europea, formándose incluso para defenderla una Legión francesa y otra italiana, comandada por Garibaldi. Siempre necesitado de dinero, el Gobierno llegó a hipotecar hasta el Cabildo y a entregar la recaudación de impuestos aduaneros a una sociedad integrada por grandes comerciantes franceses, ingleses y españoles, que le adelantaban la mitad de los ingresos previstos. Cuando estos fallaron, apareció el subsidio francés y luego otro brasileño, que comprometieron la independencia del Gobierno. Además, ese predominio europeo se propagó a las costumbres, modas e idiomas de los montevideanos.
En la campaña dominaban los blancos. Establecieron el Gobierno del Cerrito, en el que Oribe ocupó la presidencia, y se repusieron las Cámaras derrocadas, llenándose las vacantes mediante elecciones. En los departamentos, las autoridades civiles fueron sustituidas por Comandantes militares a través de los cuales Oribe gobernó, con la misma idea de implantar el orden y la ley que había desarrollado antes. Hostil a los extranjeros europeos, hostil al Brasil expansionista, se apoyó militar y financieramente en Rosas hasta un punto que mereció críticas de sus propios partidarios. Estos hombres impulsaron la formación del partido blanco, que defendía la nacionalidad contra las intervenciones europeas, que acentuaba el respeto a la ley y la reimplantación del orden, como sus principios fundamentales.
El conflicto iniciado entre dos hombres (Rivera, Oribe), se amplió a sus respectivas parcialidades o bandos políticos (colorados, blancos), se hizo platense al participar los unitarios porteños y Rosas, y luego se internacionalizó al intervenir Francia e Inglaterra. La profusión de tantos intereses transnacionales habría de prolongar el enfrentamiento hasta 1852. Pero ya en 1851, habiéndose producido el alejamiento de los europeos (quienes se dieron cuenta de que su intervención alargaba, antes que acortar, la guerra en perjuicio de sus intereses comerciales), Justo José de Urquiza, poderoso gobernador de Entre Ríos, se pronunció en contra de la dominación que Rosas ejercía sobre todas las provincias y del monopolio portuario de Buenos Aires, que iba en desmedro del litoral argentino.
Urquiza entró en una coalición con Brasil y el Gobierno de la Defensa, llamada la Triple Alianza, e invadió el territorio uruguayo. Pero no hubo combate: el cansancio de la larga guerra presionó por la conciliación y con ese espíritu se hizo la paz del 8 de octubre de 1851 entre los orientales: “no habrá vencidos ni vencedores”. La guerra había terminado. A punto de perder la independencia, los orientales reaccionaron para preservarla. Por primera vez, el sentimiento de nación primó sobre el de partido y comenzó la lenta marcha para consolidarlo definitivamente.
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