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LOS INOCENTES


Enviado por   •  17 de Abril de 2013  •  1.429 Palabras (6 Páginas)  •  403 Visitas

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LOS INOCENTES:

Cara de ángel:

Cara de ángel es bello, gran contrasentido para él: su belleza es miel para abejorros mayores (adultos) y sedientos de su carne que lo persiguen para, a cambio de favores económicos, ser poseídos por él; sin embargo, él revierte la escena y juguetea con ellos, juega con su belleza pero rechaza el acto en sí. La relación con su madre soltera es ineficiente y nada productiva: metáfora exacta a la relación de los muchachos con su mismo contexto, con su país, con su sociedad que desconfía siempre de sus logros (“…mi vieja cree que ya estoy con uno de esos y, sin averiguar nada, me pega. Hoy me ha pegado. No me quiere”), su madre lo desprecia, le gruñe, le golpea pero no lo derrota; pese a su problemática familiar Cara de ángel lucha, principalmente, por dos objetivos: ser un hombre de verdad (lo que se traduce en “valiente” y luego en “dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias de una vida intensa”. Cara de ángel vive dispuesto a crear su propio mito, un mito que lo ayude a vivir con intensidad y reconocimiento —felicidad—, su voluntad es potente y busca ser productiva, no condena su futuro por la desgracia que le tocó vivir en un momento) y tocarle las piernas a Gilda, lo que al final completa su deseo: amar, término un poco distorsionado del estereotipo, amar significa aquí intimar físicamente, idealizar lo real de la persona, su aspecto biológico, sus olores —agradables o, lo que es mejor, desagradables—; con respecto a ello se nos presenta fuerte la imagen de Colorete, él representa con exactitud la postura de la sociedad (del país) respecto a Cara de ángel: lo abusa, lo intimida, siempre terminan golpeándose pero Cara de ángel no cede, lo quiere, lo acepta y lo entiende (“Cuando se dio cuenta que lo miraba, se avergonzó. Quise darle la mano y decirle: “Te comprendo”…), produciendo con ello, de alguna manera, el crecimiento de ambos. Es claro: Colorete ama, amor conciente de lo biológico”, a Cara de ángel.

El Príncipe:

El Príncipe tiene el sendero de su vida marcado por su apodo, cedido por el homosexual que dirige la peluquería: Manos voladoras (“…tú tienes toda la facha de un Príncipe… No hay necesidad de ver príncipes de verdad para imaginarse cómo son”). Tenemos aquí algo resaltante, pese a manejar todos ciertos códigos machistas, el homosexual no es discriminado ni atentado en ninguna forma; el trato constante ha hecho de “esas personas” productivamente tolerantes.

Después de su aparición en los periódicos la mayoría joven lo admira, Manos voladoras reflexiona acerca de la honestidad de los adjetivos en la manera de vivir (“…ser roc no sólo es usar bluyins y camisa roja: eso, es cáscara. Ser roc significa, significa… bueno, por ejemplo, hacer lo que ha hecho el Príncipe”), considera, independientemente del carácter positivo o negativo del término, que no basta con ser llamado como algo, sino que se tiene que ser ese algo viviendo hasta las últimas consecuencias. Para Manos voladoras aquello es primordial y hermoso, en cambio para don Lucho, dueño de La Estrella y amigo del papá del Príncipe, es inaudito y dañino. Nos enfrentamos en este punto a una dialéctica: para los jóvenes la actitud del Príncipe es admirable, sin importar las consecuencias negativas, por la sinceridad de sus actos (lo que luego desemboca en la efervescencia de los demás muchachos para probar que el mundo ya los ha reconocido de manera extraordinaria, voluntad de construir mitos); en cambio para los adultos, don Lucho y el auxiliar López, aquello resulta penoso. En el caso de don Lucho la solidarización con el papá del Príncipe surge más por una cooperación coetánea que por alguna cuestión de sinceridad. Con respecto al auxiliar López, su torpeza y estupidez construyen en el Príncipe el rechazo a una generación de la que no es parte (y la cual está en su contra, es atacado por ella: “Lloro, lloro inconsolablemente. Todo está perdido, estoy solo, solo y tengo ganas de morirme”, pero que al final nunca logra derrotarlo: “Ya no recuerda que ha despertado llorando”), la rechaza y la enfrenta por medio de la voluntad para hacer realidad su mito: “¡Y cómo, en la Ciudad de los Reyes, un Príncipe sin auto y sin plata!: la hueva, compadre.”

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