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La caída de los otomanos La Gran Guerra en el Oriente Próximo


Enviado por   •  18 de Enero de 2024  •  Reseña  •  1.630 Palabras (7 Páginas)  •  49 Visitas

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Cristina Cencerrado del Pino. [ccence01@ucm.es]

LA CAÍDA DE LOS OTOMANOS

La Gran Guerra en el Oriente Próximo

El período entre 1908 y 1913 marcó un momento crítico para el Imperio Otomano, enfrentándose a amenazas tanto internas como externas. Tras la Revolución de los Jóvenes Turcos en 1908, las instituciones políticas del imperio se vieron sometidas a una tensión sin precedentes. Este tumultuoso contexto histórico estableció las bases para la Gran Guerra Otomana.

La narrativa comienza en 1908, con el sultán Abdul Hamid II enfrentándose a una seria amenaza interna cuando el ejército otomano de Macedonia exige la restauración de la constitución de 1876 y la recuperación del gobierno parlamentario. Este episodio revela el cambio de actitud de Abdul Hamid, quien, a pesar de haber promulgado una constitución en sus primeros años en el trono, se volvió hacia el absolutismo debido a las crisis iniciales de su reinado. La derrota ante Rusia en 1878 y el Tratado de Berlín resultaron en pérdidas territoriales significativas para el Imperio Otomano.

Estos eventos llevaron a Abdul Hamid a adoptar un gobierno autocrático, temiendo nuevas intervenciones europeas. Aunque logró preservar la integridad territorial, lo hizo a expensas de los derechos políticos de los ciudadanos. La resistencia a la autoridad autocrática de Abdul Hamid se consolidó en el movimiento de los Jóvenes Turcos, particularmente el Comité para la Unión y el Progreso (CUP). Este grupo diverso tenía como objetivo limitar el absolutismo, restaurar el gobierno constitucional y recuperar la democracia parlamentaria. La represión más intensa se produjo en las provincias turcas y árabes. Se puede destacar la complejidad de la situación geopolítica y las luchas internas en el Imperio Otomano, preparando el terreno para los eventos que culminarían en la participación del imperio en la Primera Guerra Mundial. La figura de Abdul Hamid II, con sus decisiones autocráticas, se presenta como un elemento crucial en la narrativa de este período histórico tenso y cambiante.

El relato histórico de junio de 1908 marca un punto de inflexión crucial en la historia del Imperio Otomano, cuando la existencia de una célula del Comité para la Unión y el Progreso (CUP) en el tercer ejército otomano de Macedonia fue descubierta por los espías del sultán. Enfrentados al riesgo inminente de un consejo de guerra, los militares decidieron tomar medidas. El 3 de julio de 1908, el oficial de campo Ahmed Niyazi lideró una rebelión con doscientos soldados y civiles armados, exigiendo la restauración de la constitución de 1876 al sultán Abdul Hamid II.

Este destaca la convicción de estos rebeldes, quienes, a pesar de anticipar su propia muerte, sintonizaron con el estado de ánimo de la opinión pública. El movimiento ganó fuerza al obtener gradualmente el apoyo de la población en Macedonia. La rebelión se extendió a varias ciudades, con el comandante Ismail Enver proclamando la constitución en Köprülü y Tikveş, convirtiéndose en un líder aclamado. La emergencia llevó al sultán a convocar a su gabinete el 23 de julio de 1908 en el palacio de Yildiz, donde, intimidados por Abdul Hamid, los ministros evitaron plantear la crucial pregunta sobre la restauración del régimen constitucional. La situación obligó al sultán a anunciar la restauración de la constitución, dando lugar a una proclamación enviada a todas las provincias del imperio.

El evento marcó el despertar de un segundo período constitucional, y los Jóvenes Turcos fueron atribuidos con el mérito de liderar una revolución. La reacción inicial de la opinión pública fue moderada debido a la censura, pero la multitud celebró el retorno del sistema constitucional el 24 de julio en las calles de Estambul y otras ciudades del imperio. El comandante Enver fue aclamado como el "campeón de la libertad" y comparado con Napoleón. El relato resalta la fusión temporal de las diversas facciones étnicas y religiosas en la sociedad otomana en un abrazo de patriotismo compartido. La diversidad étnica y religiosa, que anteriormente había obstaculizado los esfuerzos del gobierno por promover una identidad nacional otomana, se vio momentáneamente superada por las ilusiones generadas por la revolución constitucional.

La Revolución de los Jóvenes Turcos, a pesar de sus inicios prometedores y la efusión de esperanza y libertad que generó en la mayoría de la población, pronto se vio ensombrecida por el desencanto. A pesar de las expectativas de un cambio político significativo, el Comité para la Unión y el Progreso (CUP) optó por dejar en el trono al sultán Abdul Hamid II. Aunque el monarca había logrado que se le atribuyera una supuesta inclinación favorable a la restauración constitucional, la realidad era que la revolución no provocó transformaciones sustanciales en el gobierno del Imperio Otomano. La decisión de mantener a Abdul Hamid en el trono decepcionó a aquellos que anhelaban un cambio más profundo. Los líderes del CUP, en su mayoría jóvenes y relativamente inexpertos en el ejercicio del poder, optaron por dejar el gobierno en manos del gran visir Said Pachá y su gabinete, asumiendo ellos el papel de un comité supervisor para asegurarse de que se respetaran los principios constitucionales.

A nivel económico, la inestabilidad política generada por la revolución socavó la confianza en la divisa turca, provocando una inflación muy elevada en los meses posteriores. La clase obrera, sometida a una fuerte presión, organizó manifestaciones exigiendo mejoras salariales y condiciones laborales. Sin embargo, la hacienda pública no pudo satisfacer estas demandas, y el gobierno respondió con leyes más severas y medidas duras contra los trabajadores. Además, las potencias europeas aprovecharon la inestabilidad interna para anexionarse territorios otomanos. Bulgaria declaró su independencia, el imperio austríaco de los Habsburgo anexó Bosnia y Herzegovina, y Creta se unió a Grecia. La revolución, en lugar de fortalecer la posición del Imperio Otomano, lo dejó más vulnerable y humillado en el escenario internacional.

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