Las ideas politicas de la edad media
Enviado por dalmanovoa • 28 de Septiembre de 2015 • Ensayo • 3.450 Palabras (14 Páginas) • 494 Visitas
La revolución Francesa.
La explosión revolucionaria que tiene comienzo en Francia en 1789 va a adquirir proyecciones universales. La declaración de derechos del hombre, no obstante haber sido anticipada en la Revolución Americana, se revestirá de un ecumenismo hasta cierto punto místico. Pero si en el orden de las influencias ideológicas se liga al orden del constitucionalismo moderno y, por ende, al movimiento que procura asegurar la libertad y los derechos del hombre, en el orden de la realidad va a sumir a Francia en un caos político y en una inestabilidad constitucional largamente prolongados, después de exhibir un absolutismo y una tiranía por los menos iguales a los que habían derrumbado. De ahí que mientras en Estado Unidos la revolución reafirma la libertad, en Francia deriva en los hechos a un nuevo absolutismo.
La Revolución Francesa estalla durante el reinado de Luis XVI, al convocar este a los Estados Generales, que no se reunían desde 1614. Los Estados Generales son una asamblea de representantes de los tres sectores que componían la población: el clero, la nobleza y el estado lleno o tercer estado. El 5 de mayo de 1789 se realiza la apertura de los Estados Generales, cuyos diputados llegan provistos de instrucciones expresas que se llaman “cuadernos”. La mayoría de representantes corresponde al estado lleno, pero su triunfo no queda asegurado mientras se aplique el sistema del voto por cuerpo en vez del voto por cabeza. En junio, el tercer estado se proclama constituido en Asamblea Nacional, transformada poco después en Asamblea Constituyente.
Entre tanto, la ola de agitación cunde y desemboca en fanatismo. El 14 de julio, bandas armadas salen a la calle y asaltan la prisión oficial llamada la Bastilla, símbolo del absolutismo real. La toma de la Bastilla, símbolo del absolutismo real. La toma de la Bastilla sirve de ejemplo para que en el resto de Francia se propague la revuelta, entre robos y asesinatos. El clima de exaltación cobra cuerpo en los clubes políticos de revolucionarios, entre los que sobresalen los jacobinos, inspirados por Robespierre, los cordeleros y los fuldenses.
En pleno hervor, la Asamblea redacta su famosa “Declaración del Hombre y del Ciudadano”, con su trilogía de libertad-igualdad-fraternidad, y su enunciado de los derechos a la libertad, la seguridad, la propiedad y la resistencia a la opresión. El anticlericalismo no se hace esperar, y da muestras de su persecución a la iglesia con la confiscación de sus bienes y con la serie de reformas emergentes de la llamada “Constitución Civil del Clero”, cuyo juramento fue exigido a los eclesiásticos, denominándose refractarios a los que se negaron a prestarlo.
La Asamblea Constituyente dicta en 1791 la primera constitución escrita de la época revolucionaria, estableciendo una monarquía constitucional, que coloca al lado del monarca a una asamblea legislativa de una sola cámara. Pese al mantenimiento de la corona, proclama el principio de la “soberanía de la nación”, que de ahí en más adquiere curso ideológico en la doctrina francesa.
Jurada la nueva constitución, la Asamblea Constituyente declara concluida su misión en septiembre de 1791.
Antes de eso, el rey ha huido hacia Austria, para pedir auxilio del emperador. Reconocido en la frontera, es llevado a Paris, donde el clima se torna cada vez más hostil, pese a que la constitución del 91 es monárquica. Más tarde, el monarca ve asaltado el palacio de las Tullerias, y suspendida su autoridad por la Asamblea Legislativa. Al desorden interno, traducido en asaltos y matanzas se une la guerra con Austria y Prusia, en la que Francia triunfa con la batalla de Valmy en septiembre de 1792.
La Convención convocada por la Asamblea Legislativa refleja a los mismos grupos formados en el seno de esta: los montañeses (jacobinos y cordeleros), los girondinos, y el llano. Instalada en septiembre de 1792, da por abolida la monarquía y establece la Primera República. El rey es juzgado por la Convención, sentenciado a muerte y ejecutado en enero de 1793. La guillotina ya tenía su víctima regia, a la que debían sumarse muchas más. El asesinato de Luis XVI movilizo a otros países en contra de Francia; España, Inglaterra, Holanda, se pliegan a la coalición europea para aplastar la revolución. En el interior, se produce la sublevación de la Vendée y de la Bretaña. Los jacobinos se hacen dueños de la Convención, detienen a los girondinos, instituyen para gobernar a un Comité de Salvación Pública e implantan una dictadura, bajo cuya vigencia es guillotinada la ex María Antonieta. El régimen de tiranía imperante ha sido conocido por el nombre de El Terror; que desata una cruenta persecución en Paris y en toda Francia.
Tanta sangre solo podía degenerar en nuevas violaciones y en un clima de inestabilidad política cada vez mas acentuando. Después de un año, Robespierre es detenido en 1794 e inmediatamente guillotinado. Los más moderados procuran desandar el camino terrorista, y en 1795 se implanta la constitución del año III, que establece el Directorio, y dura hasta 1799. En noviembre de este amo, Napoleón da el golpe de estado del 18 Brumario, e instituye el Consulado. En 1804 el senado lo proclama Emperador de los franceses, y en diciembre de ese año el papa Pio VII se traslada a Paris para coronarlo en la catedral de Norte Dame. El Imperio Napoleónico subsiste hasta la abdicación de su titular en 1814, en que se restablece la monarquía constitucional en la dinastía de los Borbones con Luis XVIII. Pero antes de cumplirse el primer año del exilio de Napoleón en la isla de Elba, desembarca en el sur de Francia, sube a Paris y restaura su imperio por cien días, hasta ser vencido definitivamente en la batalla de Waterloo. El 8 de julio de 1815 Luis vuelve a la capital.
La Revolución Francesa concita reacciones armadas en Europa. Siete coaliciones tienden aplastarla, y a neutralizar sus ideas y su influencia. La primera, en 1793, concluye con la Paz de Basilea en 1795; la segunda en 1800, termina al año siguiente con la Paz de Luneville y en 1802 con el Tratado de Amiens; la tercera 1805, liquida al Santo Imperio Romano Germánico con la Paz de Presburgo, después de la batalla de Austerlitz; la cuarta en 1806, que da lugar al bloqueo continental contra Inglaterra; la quinta era el mismo año, en que intervienen Austria e Inglaterra contra Francia, y que termina con la Paz de Viena; la sexta, 1813, que prepara el desmoronamiento del Imperio Napoleónico con la toma de Paris por los aliados en marzo de 1814; la séptima en 1815, que culmina con la derrota de Napoleón en Waterloo.
Ligadas al desarrollo de la Revolución Francesa y al Imperio, debe hacerse mención de las campañas militares de Napoleón, que le dieron fama de estratega. En 1796 lleva a cabo la campaña de Italia; en 1798, la campaña de Egipto; en 1806 la de Alemania; en 1812, la de Rusia. Entre tanto, en 1808 invade a España, donde instala como rey a su hermano José Bonaparte, a quien el pueblo no reconoció titulo y resistió violentamente.
El imperio napoleónico, fundado en la guerra, en la conquista y en la fuerza, dio transitoriamente grandeza y esplendor a Francia, a través de una unidad que restauraba, a su manera, el viejo sueño imperial de la unidad del Medioevo. Difundió el ideario revolucionario en grandes zonas de influencia europea, implanto reformas sociales y económicas, alcanzo a la administración, al poder judicial, a la iglesia, a la legislación, etc., y fomento la incipiente tendencia a la unificación en Italia y en Alemania. Pero en un balance general de carácter político, el régimen napoleónico significo un verdadero absolutismo en detrimento de las libertades proclamadas teóricamente por la Revolución Francesa. La hegemonía francesa durante el Imperio y el nacionalismo que la impulsaba no fueron, pues, favorables en modo alguno para la libertad.
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