Lazarillo
Enviado por braksoft • 30 de Septiembre de 2012 • 1.067 Palabras (5 Páginas) • 394 Visitas
Lazarillo de Tormes (síntesis)
Lazarillo de Tormes un muchacho nacido en el cerca del río que por nombre lleva (Tormes), hijo de Tomé González y Antonia Pérez naturales de Tejares, una aldea de Salamanca. Mi padre tenía cargo de una molienda que estaba ribera del río Tormes. Mi madre estando una noche en la aceña, preñada de mí tomola en parto y pariome ahí.
Siendo yo niño de 8 años, achacaron a mi padre ciertas sangrías por lo que fue preso y confesó y no negó y padeció persecución por justicia. En ese tiempo se hizo cierta armada contra moros en la cual mi padre formo parte y con ello feneció su vida.
Mi viuda madre determinó arrimarse a los buenos y vínose a vivir a la ciudad y metiose a guisar de comer a los estudiantes y lavaba la ropa a ciertos mozo de caballos de la Magdalena. De manera que fue frecuentando las caballerizas.
Ella y un hombre se hicieron de su conocimiento, yo pesábame con el y habíale miedo por su color. Luego fuile queriendo bien porque siempre traía pan o leños para que nos calentábamos; vino a darme un negrito muy bonito.
Al triste de mi padrastro azotaron y pringaron y a mi madre pusieron pena por justicia. Por no echar la soga tras el caldero, la triste se esforzó y cumplió su sentencia; se fue a servir a los que al presente vivían en el mesón de la Solana.
Vino a posar un ciego, pareciéndole que yo seria para adiestrarle, mi madre me encomendó a él, y le rogaba me tratase bien y mirase por mi, pues era huérfano, el ciego me recibía no por mozo sino por hijo. Y fue así que después de que Dios me dio la vida el ciego me alumbró y adiestro en la carrera del vivir. En su oficio era un águila; sabía de coro, hacía resonar la iglesia donde rezaba, tenía otras mil formas de cómo sacar dinero.
Con esto andabase todo el mudo tras él. Mas también quiero que sepa vuestra merced que jamás tan avariento ni mezquino hombre no vi. Si con mi sutileza y buenas mañas no me supiera remediar, muchas veces me finara de hambre; mas yo tomaba aquella lacería que él me daba y en menos de dos bocados era despachada. Después que cerraba el candado y se descuidada, descosía una lado del fardel y volvía a coser.
También él abreviaba el rezar y la mitad de la oración no acababa, usaba poner un jarrillo de vino cuando comíamos, asentaba su jarro entre las piernas y tapábale con la mano, y así bebía seguro. Tantas vueltas y tientos dio al jarro que halló la fuente y calló en la burla.
Fue tal golpecillo, que me desatinó y sacó de sentido, y el jarrazo tan grande que los pedazo del se me metieron en la cara; desde aquella hora quise mal al mal ciego. Y en esto yo siempre le llevaba por los peores caminos y adrede, por le hacer mal daño. Y porque vea a nuestra merced a cuánto se extendía en ingenio de este ciego, que llegando a u lugar que se llamaba Almorox un vendimiador le dio un racimo de uvas y me
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