Legado Cultural D Ela Edad Media
Enviado por • 11 de Junio de 2015 • 5.235 Palabras (21 Páginas) • 667 Visitas
Legado Cultural de la Edad Media
Parece injusto el juicio de algunos historiadores que consideran a la Edad Media como "un período de tinieblas, miseria e ignorancia", si consideramos que es la época en que se transformó el mundo pagano, se purificaron los vicios, quedó abolida la esclavitud y florecieron sentimientos nuevos derivados del Evangelio, los, que enriquecieron
Sentimentalmente al hombre. No sólo se necesitó tiempo, sino una profunda acomodación de toda una estructura y una mentalidad, la cual comenzó a principios de la Edad Media y a medida que ésta transcurrió, con ella fue evolucionando.
No se perdió la cultura antigua, que fue conservada celosamente por los monasterios para legarla a la posteridad, a la vez que se iban dulcificando costumbres y encendiendo ideales de dignificación y respeto.
La unidad espiritual mantenida promovió la iniciación de una sociedad nueva que evolucionó lentamente y hasta produjo excelsas figuras, preparando el advenimiento de otros tiempos y cumpliendo un ponderable papel en la historia. La Edad Media heredo como no podía ser de otra manera- muchos valores culturales de la Antigüedad y agregó otros, de creación propia, en una lenta ascensión por superar lo antiguo en cuanto a contenido espiritual.
Podemos hablar entonces de un período de receptividad y un período de creatividad. En el primer período -que ya estudiamos- dominó un universalismo espiritual y político sintetizado en la realización del cristianismo y en el deseo de unificar el Imperio, imponiendo la lengua latina; en el segundo, se esbozaron las nacionalidades y se formaron junto a ellas las lenguas romances que se convirtieron en el más difuso medio de expresión de lo que cada país siente y piensa; el latín se redujo a la Iglesia y a los eruditos, mientras se originaron y acentuaron diferencias idiomáticas, indicio y estímulo de cada Estado naciente.
La iglesia en la Edad Media
El papel representado por la iglesia y el Papa tuvo un incalculable valor en la Europa cristiana, ya que cualquier asunto de cierta relevancia debía ajustarse a las directrices marcadas por la Iglesia.
La Iglesia romana había llevado a cabo constantes progresos desde la época en que Constantino admitió oficialmente la nueva religión en el Imperio Romano. La Iglesia realizó una excelente labor civilizadora, como depositaria y transmisora de la cultura.
A tal efecto, se crearon numerosos monasterios, abadías y escuelas eclesiásticas que, durante muchos años, serían los principales centros culturales de la Edad Media. La autoridad pontificia disponía también de su propio territorio y ejército. El Papa San Gregorio Magno consiguió convertir a los lombardos.
Ya en el año 781, tanto Carlomagno como Bizancio reconocían la independencia del Papa y nacían así los Estados Pontificios, que en nuestros días han quedado reducidos a la Ciudad del Vaticano.
La intervención del Papa en las cuestiones .políticas y religiosas de los Estados cristianos fue constante. Además, los obispos y sacerdotes de distinto rango eran considerados como autoridades importantes en todas las cortes.
Monjes y Monasterios
El monaquismo se inició en la Iglesia oriental (Siria, Egipto) y allí apareció la primera regla, la de San Basilio. En Occidente, el monaquismo se organizó en torno a la figura de San Benito de Nursia (480-547) fundador del monasterio de
Montecassino (529), cerca de Nápoles, en los Apeninos. Su regla se fundamentó en el lema ora et labora, es decir, oración y trabajo, en contraposición a la dedicación exclusiva a la meditación, que predominó en los monasterios orientales. Al mismo tiempo, obligaba a sus miembros a la observancia de los tres votos de obediencia, castidad y pobreza.
El monasterio, centro de cultura y misión. La vida en el monasterio estaba perfectamente regulada. Se rezaba y trabajaba. No todos los monjes se dedicaban a la misma labor: unos trabajaban los huertos, otros hacían el trabajo artesanal, y había quienes, en su scriptorium, desarrollaban una labor eminentemente cultural, pues copiaban en sus manuscritos las grandes obras del antiguo saber clásico, las que, de este modo, se salvan para Occidente. Estos manuscritos, de admirable caligrafía, se adornaban con maravillosas miniaturas policromadas; se les llama códices y se guardan en las bibliotecas de los monasterios.
A distintas horas del día, la comunidad se reunía para rezar. Con todo esto, se cumplía perfectamente con el "ora et labora". En el monasterio surgen escuelas, en las que se forman los futuros monjes y muchos seglares. Son los únicos centros del saber, dentro de una sociedad ruda como la medieval. En las escuelas monacales se estudian las primeras letras y las siete artes liberales, agrupadas en el "trivium" y el "quadrivium". Constituían el camino preparatorio para el estudio de la Teología, la ciencia suprema dentro de este ambiente.
Importa, pues, subrayar la eminente función cultural desarrollada por los monasterios en la época que se estudia. Unida a ella, va la empresa evangelizadora. Es preciso recordar, en este sentido, la labor de San Patricio –apóstol de Irlanda- y de los monjes irlandeses en la cristianización de las Islas Británicas; o la desplegada en Alemania, extendida luego a eslavos y húngaros, por San Galo y San Bonifacio.
Cluniacense y Cisterciense
Las reformas cluniacense y cisterciense.
Los benedictinos, dentro de las costumbres feudales, relajaron la observancia de sus austeras reglas.
La Orden experimenta dos importantes reformas. La primera es la de los cluniacenses, o "monjes negros". Es la reforma iniciada por su segundo
abad, Odón, que parte de la abadía de Cluny, fundada en 910 por el duque Guillermo de Aquitania. Los cluniacenses defienden una mayor ascesis (ascetismo); sus miembros deben dedicar ocho horas a la oración; refuerzan la autoridad del abad y la sumisión directa al Papa, sin las interferencias de obispos y señores. Fue la expresión de la creciente espiritualidad manifestada en el siglo X. Los cluniacenses se extienden rápidamente por toda Europa, llevando consigo un nuevo estilo artístico, el románico, máxima expresión cultural de la época.
La segunda reforma es la cisterciense, o "monjes blancos", que tiene como centro de expansión el monasterio de Citeaux, fundado en 1098 por San Roberto
de Molesmes, cerca de Dijon; su principal promotor es San Bernardo de Claraval. La necesidad de esta reforma obedecía a que los cluniacenses habían perdido su primitiva austeridad; se habían enriquecido y dedicado casi exclusivamente a los libros.
Ahora los cistercienses buscan
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