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Ley Mosaica


Enviado por   •  10 de Abril de 2014  •  3.380 Palabras (14 Páginas)  •  325 Visitas

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LA LEY DE DIOS Y EL CRISTIANO

Una de las palabras más malinterpretadas en toda la Biblia es la que ha sido traducida como "ley" o "la Ley." Proviene del término judío de Torá, o ‘halajá’, que literalmente significa "camino" o "senda." Salmo 119:105-106 dice: "Lámpara es a mis pies tu palabra, y luz para mi camino. He jurado, y lo confirmaré, que guardaré tus justas ordenanzas." Para el pueblo judío, las leyes de Dios no eran un instrumento de esclavitud, sino una expresión de Su amor. Dios quiso explicar a Su pueblo la manera en que podría vivir justamente y recibir la abundancia de Sus bendiciones.

Tristemente, la actitud general de los cristianos hacia la Ley es muy negativa. La mayoría de los cristianos han sido enseñados a ser muy reacios a la Ley, como si Dios se hubiera equivocado al establecer la Ley, necesitando rectificarlo por medio de la gracia en el Nuevo Testamento. Sin embargo, también encontramos el concepto de la gracia, o ‘jesed’, en las Escrituras Hebreas (Antiguo Testamento), además de miles de leyes o preceptos en el Nuevo Testamento. En otras palabras, el Señor, quien es el mismo ayer, hoy y por los siglos, nos dio tanto la gracia como también la ley en ambos testamentos. Él nunca cambia.

En el Nuevo Testamento, cuando Pablo envió su carta a los amados santos en Roma, escribió acerca de seis "leyes", pero solamente una de ellas se refiriere a la Torá. No obstante, cada una de las leyes representa una esfera que ejerce influencia sobre nuestras vidas. En este estudio, discutiré cada una de esas leyes para que podamos comprender mejor este concepto importante que se encuentra a través de toda la Biblia.

LA LEY MOSAICA (LA TORÁ)

La Ley Mosaica también se conoce como la "Ley de Moisés" (1 Cor. 9:9) o la "Ley de Dios" (Rom. 7:22). Para evitar confusiones, en este estudio me referiré a la Ley de Moisés como la Torá. Así se podrá distinguir mejor de las otras "leyes" que Pablo menciona en el libro de Romanos. La Torá es el corazón de toda la Biblia y, para el pueblo judío, es el fundamento en que se basa su conocimiento de Dios. La esencia de la Torá es lo que conocemos como los Diez Mandamientos, pero la Torá en sí consiste de los primeros cinco libros de la Biblia.

Pablo escribió sobre esta Ley: "Pues todos los que han pecado sin la ley, sin la ley también perecerán; y todos los que han pecado bajo la ley, por la ley serán juzgados; porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los que cumplen la ley, ésos serán justificados" (Rom. 2:12-3).

Deseo recalcar tres aspectos esenciales acerca de la Torá:

1) LA TORÁ FUE ESCRITA POR DIOS. Los cristianos tendemos a enfatizar el hecho de que fue escrita en piedra y, por ende, es fría, rígida y sentenciosa. Hay una tendencia inmediata de comparar ésta con la gracia, la misericordia y la ternura de Yeshúa (Jesús). Como resultado, la Torá es frecuentemente rechazada como algo que ya no tiene lugar en la vida del cristiano. Lamentablemente, enfatizamos más la piedra fría que la mano de Dios que escribió sobre esa piedra.

"Vosotros sois nuestra carta, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres, siendo manifiesto que sois carta de Cristo redactada por nosotros, no escrita con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de corazones humanos... Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, de tal manera que los hijos de Israel no podían fijar la vista en el rostro de Moisés por causa de la gloria de su rostro, que se desvanecía, ¿cómo no será aún con más gloria el ministerio del Espíritu?" (2 Cor. 2:2-3; 3:7-8).

¿Deberíamos menospreciar lo que ha sido escrito por Dios en piedra, a pesar de que el Nuevo Testamento lo describe como "glorioso"? Si hacemos eso, desaprovechamos la enorme bendición que Dios quería darnos por medio de la Torá. Justamente, algunos judíos nos considerarían blasfemos por rechazar la esencia misma de las Sagradas Escrituras. Por ende, también terminamos rechazando a Dios.

2) LA TORÁ REVELA LA RECTITUD DE DIOS . En ella, encontramos la naturaleza, el carácter y la mente de Dios revelada a nosotros. La pregunta es: "¿Cuán recto es Dios?" Podríamos debatir largamente sobre cuán recto y santo es Dios. Sabemos que no hay pecado en Él, no transa con la verdad, y es perfecto en todos Sus caminos. El asunto es que, en términos de santidad, Dios nos lleva la delantera, y por gran distancia. Pero si algún día quisiéramos pasar la eternidad con Él, estar ante Su presencia y el trono de Su gracia, debemos parecernos a Él.

La Torá revela que no somos como Dios, y nunca lo seremos; por lo menos, no sin Su gracia. Si la Torá nos enseña a ver cuán santo es Dios, también nos revela cuán lejos estamos de ser santos, pero sin santidad nadie verá a Dios. La Torá revela Su plenitud y nuestra enorme necesidad de Él. La Torá nos lleva al mismo borde del precipicio del infierno y nos permite ver cómo sería nuestra vida sin Dios. Como consecuencia, nos obliga a preguntarnos si existe alguna alternativa, y concluimos que sí la hay. Dios nos demuestra que la solución está en el Mesías, quien ha quitado la maldición de vivir dominado por el pecado y sin la Torá en nuestro interior, y nos hace el regalo de la vida eterna.

3) LA TORÁ NO CONFLIGE CON LA GRACIA. La Torá y la gracia no son enemigas. Necesitamos a ambas si hemos de comprender plenamente nuestra relación con Dios y explorar nuestro potencial en Él. La Torá y la gracia son complementarias y necesarias para que podamos apreciar más profundamente nuestra enorme salvación.

En Romanos 7, Pablo describe a la Torá de la siguiente manera: "Así que la ley es santa, y el mandamiento es santo, justo y bueno" (Rom. 7:12). También dijo: "Porque sabemos que la ley es espiritual, pero yo soy carnal, vendido a la esclavitud del pecado" (Rom. 7:14). De ninguna manera Pablo menospreció a la Torá, ni enseñó que la menospreciáramos. Tenía una alta estima de la Torá y una sobria perspectiva acerca de su propia pecaminosidad, gracias a la revelación de la santidad de Dios que encontró en la Torá. Sin embargo, fue la gracia del Mesías que levantó a Pablo de su estado de muerte. La Torá santa, perfecta, buena y espiritual le había revelado su verdadera condición delante de Dios.

Si los cristianos no conociéramos la Torá, tampoco tendríamos estándares eternos y universales con las cuales valorar la magnitud de la gracia de Dios. Quizás por

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