Lo que todo mexica o azteca aprendía a principios del siglo XVI
Enviado por ulisesmariano • 13 de Junio de 2017 • Apuntes • 1.120 Palabras (5 Páginas) • 1.615 Visitas
Lo que todo mexica o azteca aprendía a princ Lo que todo mexica o azteca aprendía a principios del siglo XVI
Por: Mario Román Romero
Apenas había cerrado los ojos cuando ya era la hora de pararse. Cuetzpalin se incorpora y no
encuentra a su lado a Xóchitl, su esposa. La escucha en la cocina de la vivienda echando las tortillas
que serán devoradas por toda la familia en un rato más.
Viene también a sus oídos el ruido mañanero que producen los barrenderos de la Gran Ciudad. Alguna
vez le comentaron que son más de mil, y que diariamente son los encargados de regar agua sobre las
calles o las calzadas y barrer hasta quitarle toda la basura que pudiera estar sobre ellas. Como todos
los oficios, los barrenderos cuentan con su propio dios protector. No recuerda el nombre de ese dios,
pero dicen los que saben que es muy poderoso como todos los dioses que protegen a los mexicas.
No lo piensa más y se levanta del petate, lo enrolla y dobla la manta que lo protegió del frío durante la
noche. Se dirige a la parte exterior trasera de su casa en donde se encuentra una pileta llena de agua.
Con una jícara y algunas hojas de plantas olorosas se da el primer baño usando agua fría, obviamente.
Tiene por costumbre bañarse de dos a tres veces en el transcurso del día, pero esa costumbre no sólo
la practica Cuetzpalin sino también hombres, mujeres, jóvenes, viejos, niños y niñas. Sobre todo, desde
que se pudo traer agua potable del lago de Chapultepec mediante el acueducto que conecta el lago de
Texcoco con la Gran Ciudad de México-Tenochtitlán.
Entra nuevamente a la casa, busca en su huacal un taparrabo limpio. Se lo viste y va a la cocina.
Al igual que Xóchitl, su madre está torteando la masa y al mismo tiempo prepara el atole de chía que le
sale tan bien y que Cuetzpalin podrá endulzar con aguamiel a su entero gusto. ¡Ah! Y saborear los
ricos tamales rellenos de carne enchilada de conejo o de guajolote.
No parecieran nuera y suegra. Las dos están al tanto de los alimentos de todos los integrantes de la
familia y como buenas mexicas, se la pasan platicando en ese tono suave que tiene el idioma que habla
todo azteca: el náhuatl. A veces sueltan una risita muy educada porque no pueden reírse como aquellas
mujeres que mascan chicle y aplauden en las calles de la Gran Ciudad.
La madre de Cuetzpalin quedó viuda hace unos dos años ya que Cuauhtli, su padre, cayó prisionero
de los tlaxcaltecas en una de tantas guerras floridas que ha habido y tuvo el honor de ser sacrificado
ante el dios Xipe Tótec. Esto le trajo a la familia honor y reconocimiento en el barrio donde viven:
Yopico. El honor es por partida doble: su madre al igual que su abuela y bisabuela, es partera. Y como
el oficio es muy respetado y necesario en cada barrio, Xóchitl está aprendiendo tan difícil tarea. Las
parteras van de madre a hija. Se hereda el oficio y a falta de hijas, las nueras son educadas en tan
centenario oficio.
Cuetzpalin va al otro cuarto y despierta a sus dos hijos. La niña apenas de dos y el varón, ya de siete.
Entre el clásico: mi muchachita, mi pequeñita, mi orgullo, amorosamente Cuetzpalin carga a la niña y la
va despertando con besitos en los cachetes. Al mismo tiempo levanta a mi apoyo, mi bastón, mi
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Versión: Septiembre 2012
Revisor: Luis Silva Arriaga
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