Los Relampagos De Agosto
Enviado por camarillogarrido • 30 de Agosto de 2012 • 692 Palabras (3 Páginas) • 803 Visitas
Los relámpagos de Ibargüengoitia
La riqueza de la tradición literaria mexicana no sólo debe medirse con sus logradísimas continuidades y rupturas (tuércele el cuello al cisne) sino, también, con sus voces disidentes: con cronistas como Salvador Novo, Elena Poniatowska, José Emilio Pacheco o Carlos Monsiváis, quienes nos han demostrado con ese “género menor”, que consiste en contarnos el cuento de la verdad, tener mejor prosa e imaginación literaria que muchos narradores ortodoxos; con poetas como Renato Leduc, a quien le interesó ser más leído que admirado, o con escritores como Jorge Ibargüengoitia, quien con el escalpelo de la ironía y la mordacidad diseccionó buena parte de nuestro pasado y el presente que le tocó vivir.
Hace tiempo Octavio Paz recordó, al hablar de Ibargüengoitia, que todo cronista es, a final de cuentas, un moralista. Y vaya que Jorge Ibargüengoitia lo fue no sólo en sus crónicas sino en todo su trabajo literario: de la novela al teatro, de la crónica al cuento. Sus textos son hijos de la exigencia literaria y, al mismo tiempo, de una mirada mordaz, implacable, satírica, que no es sino una lectura moral de nuestra sociedad y nuestra historia.
Pero, ¿qué pensaba el autor de Maten al león sobre el humor como recurso en el proceso de escritura? El humor, escribió en alguno de los textos autobiográficos publicados en Excélsior, Proceso o Vuelta, “es algo que yo, francamente, no sé qué es. El término ‘comedia’, por ejemplo, significa algo muy concreto: se trata de una visión parcial de las cosas, de ver la realidad en un sesgo en el que todo es un poco grotesco y presentarlo como tal. La comedia supone una simpatía del escritor con el personaje. La sátira es otra cosa: el escritor odia al personaje y lo presenta como una piltrafa. Pero el humorismo no sé qué es. Un señor que hace chistes no me interesa. Sé que ciertas cosas son chistosas, y puedo hacer chistes, pero no me parece que la risa tenga ninguna virtud ni que sea una ventaja. Lo que a mí me interesa es presentar la realidad, y si la presentación puede ser chistosa está muy bien”.
El atentado fue la última obra de teatro escrita por Ibargüengoitia y el texto que lo convenció de que su camino no estaba en la dramaturgia: “El atentado me dejó dos beneficios: me cerró las puertas del teatro y me abrió las de la novela”.
Su primera novela, Los relámpagos de agosto, con la que ganó el Premio Casa de las Américas en 1964, es una crítica, como pocas, a la última etapa de la Revolución Mexicana. Ninguna historia de bronce ni alternativa sobre ese periodo de nuestro pasado ha logrado lo que alcanzó Ibargüengoitia: a partir de la risa conocer las miserias de nuestro pasado, acercarnos con los recursos de la farsa a los usos y costumbres del poder en México que hoy, quién lo duda, continúan.
Años después tocó
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