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Monarquia


Enviado por   •  5 de Noviembre de 2012  •  4.855 Palabras (20 Páginas)  •  351 Visitas

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EL PROYECTO DE MONARQUIA

(Historia Eclesiástica y Civil, Capítulo CIII)

Proponer monarquía para Colombia después de libertada de los españoles y de establecida la república, era algo más que herejía política. No era posible concebir idea de monarquía sin despotismo, tiranía, abyección y cuanto puede envilecer y degradar al ciudadano; no se podía formar idea de monarquía separadamente de estas tachas; no se podía formar idea de monarca, sin la identificación de Fernando VII, objeto de odio y aborrecimiento para los americanos.

Pues esta idea detestable fue con la que identificaron al libertador sus enemigos para hacerlo odioso entre los republicanos, atribuyéndole el proyecto de monarquía, a pesar de todas las pruebas que daba de su desprendimiento, de su republicanismo y de su aversión al mando. Pero llegó la malhadada ocasión en que hollaron los malignos sobre que. hacer pie para dar aire de verdad a la calumnia, y fue cuando por parte del gobierno se proyectó erigir a Colombia en monarquía. Esto tuvo lugar en 1829, y con tan favorable ocasión lograron revivir contra el Libertador las malas ideas que antes habían hecho concebir contra él, atribuyéndole querer plantear la constitución boliviana, ideas que ya habían desaparecido desde que se le vio sosteniendo el orden constitucional establecido. En efecto, hubo el proyecto de monarquía para Colombia; y se trató de ello con los ministros de Francia e Inglaterra; pero:

¿Fue el Libertador el que concibió el proyecto?

¿Se trabajó en él con su consentimiento?

¿Lo aprobó?

¿De quién emanó el proyecto?

¿Quién trabajó en él?

Esto es lo que importa saber y lo que vamos a decir, empezando por oir a uno de los autores de ese proyecto, al señor Restrepo, ministro del Consejo de Estado, quien con toda sinceridad dice:

"Al ver muchos de los hombres de experiencia y de influjo en los negocios, residentes en Bogotá, el estado alarmante que tenía la subsistencia de la unión colombiana; al considerar que el único vínculo que ligaba a las diferentes partes de esta hermosa república era Bolívar, su fundador, cuyas enfermedades y vejez prematura no prestaban garantía de que viviese lo bastante para dar cima a la obra comenzada: al meditar finalmente las fuertes antipatías que existían, por desgracia, entre granadinos y venezolanos, y las que profesaban contra ambos los hijos del Ecuador, naturalmente miraba con ansiedad el porvenir de Colombia, que no podían juzgar duradero. A tales motivos fundados de temor se añadían las revueltas originadas en las elecciones de presidente y vicepresidente que habían puesto a Colombia a punto de dividirse, y la inmensa lista militar compuesta en gran parte de jefes audaces y ambiciosos, émulos algunos del Libertador, que aprovecharían la primera ocasión que pudieran atrapar, a fin de dividir el territorio y mandar con independencia en la sección que les tocara. Todos estos y otros varios motivos reunidos hacían escogitar a muchos antiguos y verdaderos patriotas cuál sería el remedio para que subsistiera largo tiempo el magnífico Estado de Colombia.

"Después de muchas meditaciones pareció a algunos, entre los cuales se contaban los miembros del consejo de ministros, que Colombia no podía subsistir regida por instituciones republicanas que prescribían un jefe electivo cada cuatro años, según lo estableciera la Constitución de Cúcuta, pues infaliblemente se dividiría por las antipatías y rivalidades existentes, y las que excitaban las cuestiones eleccionarias. Fueron, pues, de opinión que el único gobierno que daría al territorio colombiano garantías de orden y estabilidad sería el monárquico constitucional, llamando al trono a un príncipe extranjero de antiguas dinastías de Europa.

"Pero al mismo tiempo creyeron que era preciso combinar con esta idea capital, qué se haría en tal caso con el Libertador. Parecía que su grande influjo era necesario para hacer la transición y consolidar a Colombia; ésta, además, no debía olvidar los eminentes servicios que le había prestado para conseguir su independencia, y que los pueblos estaban acostumbrados a obedecerle. Creyeron, pues, algunos resolver el problema estableciendo: "que se adoptara en principio la monarquía constitucional en Colombia, y que Bolívar, mientras viviera, mandase en ella con el título de Libertador presidente; pero que desde ahora se llamase a un príncipe extranjero a sucederle, quien sería el primer rey, y hereditario al trono en sus descendientes. En cuanto a la elección del príncipe, pareció a algunos que sería acaso lo más con teniente escoger de la familia reinante en Francia entre los hijos del duque de Orleans".

He aquí todo el proyecto de monarquía en Colombia; la corona no era para el Libertador, como lo han pensado algunos sin conocer el asunto.

Pero este plan debía ser apoyado por el comisionado del gobierno francés M. Carlos Bresson, que se hallaba en Bogotá hacía poco tiempo y cu ya misión era la de examinar el estado de la república relativamente a las probabilidades de orden y estabilidad que presentara, para ver si S. M. Cristianísima podía entrar en relaciones diplomáticas o no con ella. Este, desde el día en que fue presentado al consejo, hizo grandes elogios de las virtudes y talentos del Libertador, y dijo "que los votos de su gobierno eran por la tranquilidad de Colombia, por su prosperidad, por el desarrollo de sus inmensos recursos y por el establecimiento de instituciones libres y fuertes".

El señor Bresson había venido por Venezuela, y desde que estuvo en Caracas, dio a conocer sus opiniones y las de su gobierno sobre lo que llamaba instituciones libres y fuertes, que era la monarquía constitucional; de consiguiente, el comisionado francés acogió con mucho gusto la idea de establecer en Colombia semejante gobierno.

"Era la condición precisa de todos los que opinaban por el establecimiento de una monarquía constitucional en Colombia", dice el señor Restrepo, "que fuera sostenida por la mayoría de la nación, y que la acordaran los representantes de los pueblos, reunidos en congreso. Cualquier paso que se diera sin estos firmes apoyos, era un insulto a la voluntad nacional, suprema ley en un negocio de tamaña trascendencia".

Los ministros, guiados por los sentimientos de un puro y desinteresado amor a su patria, estaban muy lejos de querer imponer reforma de tal naturaleza contra el voto nacional, y por eso antes de adelantar más en el proyecto quisieron sondear la opinión de la capital y reunieron una junta de personas notables de los diversos estados de la sociedad el día 30 de junio, en la cual se encontró uniformidad de sentimientos con los del consejo de ministros.

Los individuos interesados

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