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Enviado por   •  26 de Julio de 2014  •  403 Palabras (2 Páginas)  •  274 Visitas

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“Ahora es el tiempo especialmente acepto”

“Para todo hay un tiempo señalado, aun un tiempo para todo asunto bajo los cielos.” Salomón escribió estas palabras al hablar sobre la necesidad de elegir el mejor momento para cada actividad de la vida, ya sea sembrar, viajar, hacer negocios o comunicarse con los demás. Sin embargo, también hemos de entender cuál es la labor más importante que debemos llevar a cabo, sea cual sea el momento en el que nos encontremos. Eso nos permitirá fijar el debido orden de prioridades.

Durante su vida en la Tierra, Jesús sabía perfectamente en qué punto de la historia se encontraba, así como la labor que debía realizar. Supo definir bien sus prioridades, pues comprendía que había llegado el tan esperado momento de que se cumplieran muchas profecías mesiánicas.

El Hijo de Dios nos dejó a todos sus discípulos un ejemplo perfecto de celo y devoción. Eso fue precisamente lo que destacó Pablo cuando hizo la siguiente invitación a sus hermanos en la fe (Leer 1 Cor. 11:1). ¿De qué manera imitaba Pablo a Jesús? Principalmente al no escatimar esfuerzos para predicar las buenas nuevas. Por eso, en sus cartas a las congregaciones pudo exhortarlos con frases como “no sean holgazanes en sus quehaceres”, “sirvan a Jehová como esclavos”, “siempre teniendo mucho que hacer en la obra del Señor” y “cualquier cosa que estén haciendo, trabajen en ello de toda alma como para Jehová.

Por lo tanto nuestra labor implica mucho más que decirles a nuestros vecinos que, si se acercan a Dios, él les ayudará con todos sus problemas y se sentirán mejor. Eso es lo único que busca la mayoría de las personas en sus iglesias, y los pastores se encargan de dárselo (Leer 2 Tim. 4:3, 4). Ciertamente, ese no es el objetivo de nuestro ministerio. El mensaje que nosotros llevamos es que Jehová, en su amor, está dispuesto a perdonarnos los pecados mediante Cristo.

Los cristianos debemos servir a Dios con entrega, o sea, concentrados por completo en alcanzar nuestro objetivo, sin dejarnos distraer o desanimar. Por eso debemos tomar muy en serio nuestra adoración, tanto en el hogar como en la congregación, lo cual implica ser constantes en el estudio personal y en familia, así como en la oración y las reuniones cristianas, imitemos el ejemplo de Jesús y de Pablo y dediquémonos con fervor a la obra más importante y urgente que existe en nuestros días.

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