SANCHO PANZa
Enviado por Alejandra196 • 5 de Septiembre de 2013 • 5.524 Palabras (23 Páginas) • 390 Visitas
I. INTRODUCCIÓN.
Es 1605 y poco queda de la gran potencia colonizadora que fue España durante el reinado de Carlos I . Para este momento, existe Felipe III , la Santa Inquisición, la Santa Hermandad y una extensa –y constantemente engrosada- lista de libros prohibidos autorizada en el Concilio de Trento .
Paradójicamente, así como ríos de oro y metales preciosos fluyen desde las colonias americanas, el hambre y la pobreza se expanden a todo lo largo y ancho de la Península Ibérica. Sin embargo, la terrible miseria no es suficiente para evitar que España se vea sumergida en un generalizado ambiente de arrogancia nacional por las glorias de antaño y que una desbordada avidez de riquezas destruya y corrompa todo cuanto halla a su paso.
Un excesivo orgullo conquistador ha fomentado una sociedad ociosa que ha olvidado el buen hábito de ganarse el pan con el sudor de la frente. La tierra es abandonada y muere lentamente mientras los caminos se van convirtiendo en un cementerio de ruinas.
De esta sociedad decadente surge Sancho Panza, hombre ambiguo, mezcla de avaricia y bondad, labrador, extremadamente pobre e ignorante pero igualmente ufano de glorias pasadas. Nada se sabe sobre su fecha de nacimiento ni de la primer parte de su vida, tan sólo se tiene la certeza que en 1605 es un hombre adulto, casado y con hijos, y que es en ese año cuando decide abandonarlo todo para seguir a un hidalgo loco que sueña con ir enmendando entuertos, defendiendo desprotegidos y enderezando jorobados, y cuyo nombre, don Quijote, habría de ser recordado por todos los hombres.
Efectivamente, 1605 es cuando Miguel de Cervantes Saavedra decide reunir en su obra cumbre, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, los caminos de dos hombres “ordinarios”; en una aventura que ha permanecido vigente por espacio de poco más de cuatrocientos años.
A pesar de su hidalguía y un talento literario por el que ha sido reconocido, y no por pocos, como el más grande exponente de la literatura del Siglo de Oro Español , Miguel de Cervantes padeció el infortunio de ser terriblemente ignorado además de graves penalidades económicas.
Pero Miguel de Cervantes amaba profundamente a España, y creía convencido que “… la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros… “ fue cuando aun desangrándose, se mantuvo en pie de lucha en la Batalla de Lepanto . Adorador de su patria, no obstante sus heridas, soportó un cautiverio de cinco años, se hizo amigo de sus captores y ayudó en su fuga a muchos otros ibéricos que se hallaban confinados en tierras musulmanas. Y nunca lo negó, esperaba honores puesto que hasta el día en que regresó, convencido estaba que sólo había un dios, que era todopoderoso y católico y que dotaba a España de hijos valientes, y él quería ser reconocido y recompensado como uno de ellos; empero, sólo ingratitud, humillación e injusticia recibió tras su retorno.
Hay acciones que dejan profunda huella en el corazón y Cervantes debió ser testigo de las muchas bajezas que destruyeron a su tan amada patria. Por ello, puso su voz en don Quijote para alabar las glorias pasadas de España y condolerse ante su agonía, y en Sancho Panza, para gritar la estupidez de Felipe II, la vileza de los nobles; la injusticia cometida contra los moros amigos así como la avidez y promiscuidad que esconde el clérigo bajo su sotana.
El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha no fue más que la venganza cervantina a tanta ignorancia, ociosidad, promiscuidad, deshonor, prostitución, asesinato, etc. A todos incluyó: a los pobres por ladinos, a los ricos por crueles, a la iglesia por corrupta, a los hidalgos por cobardes, a Felipe III por iluso… Nadie quedó absuelto, todos fueron desenmascarados por la más exquisita tinta de la lengua castellana.
II. SANCHO PANZA Y ALONSO QUIJANO.
Sancho Panza mira detenidamente el Monasterio de Calavatra enclavado en la cima del cerro El Alacranejo ubicado en el camino entre La Mancha y Sierra Morena . Hasta antes que Alonso Quijano, su recientemente fallecido vecino, le presentara a don Quijote, no había salido nunca de La Mancha. Su existencia transcurrió sin cambios, sólo viendo pasar los días…
“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo
que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco corredor.
Un olla de algo de más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos
los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían
las tres partes de su hacienda,,,”
Es 1605 y Alonso Quijano debe rondar los 55 años. Es hidalgo, lo que significa que el título de nobleza no le viene por estirpe sino por designación. La hidalguía , hasta hace algunos años, se otorgaba como mérito al valor, el honor o la lealtad y suponía dineros y privilegios; sin embargo, en este año del Señor, son tantos los hidalgos que ya no se sabe si es por valientes o por zalameros, y si el oro colonial no alcanza ni para comer, mucho menos para cubrir tanta prebenda, por lo que cada vez son más los nobles pobres y los pobres pobrísimos…
“Es más fácil, oh España, en muchos modos
que lo a que todos les quitaste sola
te puedan a ti sola quitar todos…”
Existe un generalizado sentimiento de orgullo por las conquistas americanas y porque desde tiempos de Carlos I, España es la monarquía más grande conocida desde la creación del mundo , y aunque debía ser la más rica, la realidad es que los expolios sólo alcanzan a beneficiar al rey, la Iglesia y las noblezas civil y militar, en tanto que la gran mayoría vive los estragos de una pobreza que cada día se agudiza más; pero, aunque la dignidad no alcanza para “llenar” estómagos vacíos, si alimenta egos improductivos y tercos que se niegan a jalar el arado y coser los trajes rotos…
‘Iglesia, o mar, o casa real’ como si más claramente dijera: ‘Quien quisiere valer y ser rico,
siga o la Iglesia, o navegue, ejercitando el arte de la mercancía, o entre a servir a los reyes en sus casas”, porque dicen: ‘Más vale migaja de rey que merced de señor’…”
Mucho tiempo ha transcurrido desde que el progreso imperial cambió de rumbo y abrió un enorme abismo. Altivez, ocio y miseria provocan niveles alarmantes de corrupción, halago y humillación. Los puestos en la Iglesia, en las Cortes y en las Indias se venden al mejor postor. Unos cuantos podrán comprarlos; otros doblarán la rodilla y harán antesala esperando “el favor” del poderoso, en tanto que la
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