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Enviado por cgmass • 16 de Agosto de 2014 • Tesis • 2.812 Palabras (12 Páginas) • 341 Visitas
1)- Leer atentamente el capítulo.
2)- Realizar un informe de contenidos tratados.
3)-Armar por grupos afiches con los aportes del capítulo.
4)-Buscar un tema musical que podamos aplicar a los contenidos del capítulo.
5)-Buscar una imagen significativa del contenido del capítulo.
2)- La didáctica actualmente ha sido reposicionada en el contexto de los debates por la mejora en la calidad de la educación. Este cambio exige una revisión de muchos aspectos que incluyen el análisis de lo realizado y producido hasta el momento, su pertenencia al plano de lo teórico o de lo práctico y la adecuación de los canales de comunicación.
Las prácticas no se transforman linealmente sino que coexisten elementos de alguna de ellas. Estos elementos están presentes en los maestros, en los especialistas y en el resto de la comunidad.
Trabajar en el campo de la didáctica requiere cierta revisión de las tradiciones pedagógicas en función de la producción de nuevas propuestas.
El discurso de los próceres
A través de la enseñanza de las ciencias sociales se favorece un proceso de identificación con los valores de la nacionalidad, un intento necesario en una sociedad cuyo caudal inmigratorio era muy importante. A través del conocimiento de los próceres, de las gestas patrias y del territorio argentino, un espacio en el que italianos, polacos, españoles, rusos, árabes, se sintieran “parte de lo mismo”.
La escuela era un instrumento para generar sentimientos de pertenencia, y la enseñanza de la geografía y la historia podían focalizar claramente dicho objetivo. La conmemoración de las fiestas patrias constituía parte central del calendario escolar.
En la actualidad la figura de los próceres esta muy presentes en el trabajo del aula. En muchas escuelas se enseña la Revolución de Mayo cuando llega el 25 de mayo, las campañas militares y la jura de la bandera el 20 de junio y la declaración de la independencia el 9 de julio. En muchas escuelas esa lógica se repite en cada grado, y los chicos vuelven a encontrarse con los mismos contenidos.
Desde nuestra perspectiva creemos que hay que reconocer en esta historia de los próceres la claridad respecto del papel de la escuela en la transmisión de valores en un marco en donde la cuestión de los objetivos vuelve a ser un tema central de la discusión pedagógica.
Las “nuevas metodologías”
En la década del 60, con la llegada de “los métodos audiovisuales”, la escuela intentó desafiar al aburrimiento generado por la historia y la geografía escolar.
La historia de Saavedra, contada todos los años antes que la de Belgrano, Laprida y San Martín, seguía transmitiendo la idea de que “esto no es para aprender”. Los chicos seguían memorizando la semana de Mayo en la semana de Mayo, la jura de la bandera en la semana de la jura de la bandera, y así sucesivamente.
La mayor parte siguió proponiendo a un docente que, parado en el frente, relataba aspectos de la historia heroica de nuestro país.
Los mejores próceres
Los años 70 encontraron a la Argentina en una fuerte disputa ideológica, historiadores liberales y revisionistas debatían versiones distintas de nuestro pasado.
Se trataba de definir si “los buenos” eran Sarmiento o Rosas, Alberdi o el Chacho Peñaloza, los españoles o los indios.
En algunos sectores del sistema educativo construían nuevas versiones.
El juicio a Rosas o la dramatización del encuentro entre indios y españoles eran experiencias inéditas en las aulas que expresaban el permiso que se daban algunos docentes para cuestionar la historia oficial. Estaba también centrada en generar espacios de identificación contrariamente a la historia de los próceres y a la propuesta del uso de los medios audiovisuales, comenzaba a aparecer una verdadera preocupación por enseñar que la historia es el producto de la interpretación que los hombres hacen de los hechos históricos.
No se discutía en profundidad qué historia y qué geografía había que enseñar en la escuela.
¿Qué pasaba con las evaluaciones? Las pruebas estaban más centradas en buscar que los alumnos expresaran sus opiniones que en entender qué habían aprendido. Las evaluaciones grupales muchas veces resultaron formas de esconder que los chicos habían incorporado pocos contenidos específicos.
Sin duda esta búsqueda de mejores próceres aportó a las clases de historia y geografía una importante cuota de pasión. Más allá de las críticas ya realizadas, los maestros se apasionaban en la defensa de sus posiciones y lograban de esta forma entusiasmar a los alumnos.
La llegada del pensamiento de los chicos
Desde los años 70 en adelante, y con más fuerza a partir de los 80, la preocupación por el papel que tienen las ideas de los chicos en el proceso de enseñanza-aprendizaje aparece en el centro del debate.
La aspiración de adaptar los contenidos de la enseñanza a las formas de pensar de los chicos se transformó en una preocupación para quienes enseñaban.
Las didácticas de la matemática y la lengua contaban con algunos trabajos que investigaban puntualmente los procesos de construcción de conocimiento en relación con los temas específicos. Esto les permitió centrarse con mayor facilidad en el objeto de conocimiento que debían enseñar.
En el caso de las ciencias sociales el problema resultó mayor, las primeras indagaciones respecto de la construcción de las nociones sociales fueron realmente tardías.
También apareció cierta creencia de que, de acuerdo con su desarrollo cognitivo, los alumnos estaban en condiciones de pensar el mundo.
En el primer ciclo había que centrarse en contenidos como la casa, la familia, el barrio, la escuela y el partido. Luego avanzar hacia la provincia, el país y el mundo en los grados superiores. Sin desconocer la evolución de las ideas de los alumnos, la aplicación errónea de esta idea dejó afuera de la escuela muchos de los intereses reales de los chicos, y centró la discusión en un aspecto parcial del problema. En cambio, rn los grados inferiores, surgió lo que se podría denominar una “didáctica de lo obvio”. Se enseñaba lo que todos ya sabían. Detrás de esta didáctica de lo obvio reaparecía el viejo contrato. Enseñarles a los chicos quiénes eran los miembros de la familia, los comerciantes del barrio o los servidores públicos era una nueva forma de decirles “no importa, esto no es para aprender, si igual ustedes los saben sin que se los enseñe la escuela”.
Los aportes respecto de las posibilidades de los chicos de pensar los contenidos curriculares no pueden desdibujar los objetivos
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