Texto expositivo - El prerromanticismo

PRERROMANTICISMO

El concepto de prerromanticismo data de las primeras décadas del siglo XX, y fue defendido y fundamentado sobre todo por Paul VAN Tieghem, historiador literario francés.

El prerromanticismo abarca las tendencias estéticas y las manifestaciones de sensibilidad que, en el siglo XVIII, sobre todo a partir de la segunda mitad, se apartan de los cánones neoclásicos, anunciando  ya el cercano  romanticismo. Esto no significa que el prerromanticismo constituya sólo una preparación del romanticismo y se presente como un movimiento literario desprovisto de rasgos propios; por eso la expresión “romanticismo del siglo XVIII”, utilizada por algunos críticos para designar el prerromanticismo, es inexacta y se presta a confusiones.

El prerromanticismo no tiene verdaderamente la homogeneidad de una escuela literaria, ni presenta un cuerpo sistemático de doctrinas. Esto no quiere decir que nos hallemos ante una designación carente de contenido; es innegable que desde mediados del siglo XVIII se manifiestan en las principales literaturas europeas, nuevos conceptos estéticos, una temática nueva y una nueva sensibilidad, que a pesar de sus divergencias, presentan entre sí afinidades y paralelismos evidentes.

Inglaterra desempeñó papel primordial en la floración del prerromanticismo; basta citar los nombres de Young, de Richardson, McPherson, autor de los célebres poemas atribuidos a Ossian (1760). En Alemania, el prerromanticismo estalla con el movimiento del Sturm und Drang; en Francia se revela en autores como Bernardin de Saint Pierre y Rousseau, mientras que en España cabe citar al coronel José Cadalso con sus Noches lúgubres.

Una característica fundamental de la literatura prerromántica es la valoración del sentimiento. El corazón triunfa del racionalismo neoclásico e ilustracionista, y se transforma en la fuente por excelencia de los valores humanos. La sensibilidad aparece como el más legítimo título de nobleza de las almas, y la bondad y la virtud son consideradas como atributos naturales de las almas sensibles. La vida moral pasa así a ser regida por el sentimiento, y los derechos del corazón se sobreponen a las exigencias de la ley, alas convenciones y a los prejuicios sociales, en suma, a las exigencias de las normas jurídicas o éticas impuestas desde el exterior.

La literatura comienza a divulgar los secretos de la interioridad humana, disecando gustosa y sin pudor los más íntimos repliegues del alma y del cuerpo. Como la primera generación europea de egotistas, los prerrománticos crean una literatura confesionalista, la que alcanza a veces una audacia y una profundidad aún hoy sorprendentes (Las Confesiones, de Rousseau) y llega  a provocar violentas reacciones afectivas en gran número de lectores de la época (la ola de suicidios que provoca el Werther, de Goethe).

La sensibilidad prerromántica presenta con frecuencia un carácter tierno y tranquilo, como la suave emoción que se experimenta ante un hermoso paisaje o como las melancólicas y suaves lágrimas que un recuerdo saudoso suscita. Otras veces, sin embargo, esta dulce melancolía cede el puesto a la desesperación y a la angustia, a la tristeza irremediable y a la agitación sombría, complaciéndose entonces el poeta en las visiones lúgubres, en los paisajes nocturnos, agrestes y solitarios, en las negras tintas del “locus horrendus, como puede verse en estos versos de Manuel María Barbosa du Bocage:

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