Tezcatlipoca Azul

Jaguar Azul

Introducción:

Jesús Cruz Reyes “Chuy” es hijo del luchador “Águila roja” (Gabriel Cruz)  perteneciente al clan familiar de luchadores “Los Cruz”.

Desde muy pequeño es expuesto al mundo de la lucha libre, tuvo un riguroso entrenamiento por parte de su abuelo, el famoso luchador “Halcón dorado” (Fernando Cruz), su niñez no siempre fueron las luchas, ni las acrobacias o los saltos majestuosos desde el cuadrilátero. Parte de su educación e infancia fueron plasmadas por su madre Ángela de Cruz, ella le relataba todas las tardes al llegar de la escuela las leyendas y mitos del México prehispánico, Jesús amaba la mitología y la historia de México. Todo se culminó en un afán de la lucha libre y su pasión por la historia y la mitología.

Jesús era fanático del caballero de plata y el demonio azul,  su abuelo le relataba que había luchado junto con las leyendas del México dorado.

Su padre Gabriel Cruz lo dejo elegir su identidad para el mundo del cuadrilátero, por lo cual Jesús eligió el jaguar que representaba la fé, la voluntad, el coraje y la fuerza. También por el Dios azteca “Tezcatlipoca” que comúnmente era representado como el atemorizante jaguar negro dentro de los relatos y los mitos. Y no se podía quedar atrás su color preferido, el color azul, signo de tranquilidad, fuerza e inteligencia. No pudo esperar más y corrió con su padre el águila roja, lo esperaba con sus brazos abiertos y su traje a medio poner, le comento su nombre. Gabriel estaba contento y lo abrazo.

Después de arduos años de entrenamiento, Jesús deseaba luchar y demostrar quién era, pero su padre le dijo que la lucha libre era arte, un espectáculo de gran renombre, no palizas. Jesús enfureció, ya que él deseaba pelear, por lo cual decidió luchar en las ligas de combate extremo y hacerse valer por si mismo.

Jesús pasa por la oleada de delincuencia, por lo cual su ciudad “San Ángel” necesita un justiciero, mal llamado “Justiciero enmascarado” por los medios de comunicación, pero por las personas, amigos y familiares es conocido como “Jaguar Azul”.

Siendo el héroe para “San Ángel” Jesús se verá entrometido en una trama donde él no es el único héroe que existe. Por lo tanto se llevará grandes sorpresas y emociones a largo de su vida.

Capítulos:

1. El comienzo
2. Las tardes de Teotihuacán
3. La iniciación
4. La gran decepción
5. La realidad vs el mito
6. Jaguar Azul
7. ¿El justiciero enmascarado?
8. ¡San Ángel te aplaude!
9. El Halcón desde los cielos
10. El halcón y el águila

El comienzo

Todo comienza en la historia de dos enamorados, dos jóvenes contemplados por Tezcatlipoca, el patrono de los enamorados, el espejo humeante admiraba a la noble pareja que caminaba por las calles de San Ángel, México, en el gran cielo mexicano se podía observar a Tezcatlipoca creado por las nubes, interesado en estos dos jóvenes enamorados, en su forma nahual “el jaguar” y color extravagante de su pelaje “el negro, con manchas blancas y ojos delineados con la coloración rojiza”.

El nahual podía ser transparente para los humanos, sólo los grandes afortunados podían verlos, el nahual era el espíritu guiado en el Mictlán también aquel que protegía de toda maldad, sin duda representando la dualidad humana con la animal elevándose a lo sublime a lo perfecto.

Tezcatlipoca sabía que los dioses estaban difuntos para el México actual, él tenía sed de ser venerado, pero confiaba en que podía depositar su sabiduría y su linaje divino a un descendiente, a un aprendiz, tal y como lo había hecho Quetzalcóatl.

Sin perder tiempo alguno, decidió crear un collar, el collar estaba tallado y labrado de un jaguar cómo el, pero la diferencia era que este jaguar era azul, de ojos blancos y manchas celestes, él podría llamarlo “Tezcatlipoca azul” pero para que su aprendiz pudiera rendir honor a su nahual, decidió llamarlo “Ocelotl Xiuhuitl” que del náhuatl se traduce cómo “Jaguar Azul”.

Tezcatlipoca era un tepochtli así llamado por su padre “Ometecuhtli”, el representaba la juventud, la eternidad y la sabiduría, los demás dioses no sabían de la travesura que había cometido, según él le denomina “travesura” a sus propias intenciones.

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