VALIENTE DESAFIO
Enviado por Robindek44 • 25 de Julio de 2013 • 2.099 Palabras (9 Páginas) • 293 Visitas
"VALIENTE DESAFIO"
-PRIMERA PARTE-
ANTECEDENTES
En ocasiones hemos escuchado de nuestros mayores historias fascinantes que hacen volar la imaginación, y que con el paso de los años, estas historias pasan de generación en generación enriqueciendo nuestra historia.
El contenido de esta narración, que he bautizado como Valiente Desafío, llegó a mí a través de escritos dejados por mi padre (José Eduardo Schober Fregoso) y a él llegó verbalmente de una anciana tía (Adelaida Schober Rodríguez), que fue sobrina del personaje que hoy nos acapara la atención. Acaecido en el bello puerto de Mazatlán, en el Estado costero de Sinaloa y vivido en plena guerra de la Intervención francesa, cuando el Imperio de Maximiliano oprimía al México de Juárez, en 1865, cuando la mayor parte del Estado estaba controlado por las fuerzas invasoras, formadas en su mayoría por franceses y algunos grupos de traidores mexicanos.
Estas tropas habían llegado procedentes de la ciudad de Durango y habían atravesado la Sierra Madre Occidental, por un lugar famoso por su impresionante belleza: "El Espinazo del Diablo", tropas jefaturadas por el General de División Galo, D. Castagny. Este ejército entró en el Puerto de Mazatlán el 7 de enero del año que se enuncia.
Desde entonces, el importante puerto del Pacífico sufría estoicamente la ocupación francesa, pero había cierta expectación entre sus habitantes, quienes tenían el presentimiento de que algo importante sucedería y pronto, de tal manera que los liberara de los invasores, basándose en que las fuerzas mexicanas compuestas por chinacos al mando de los Generales Antonio Rosales y Ramón Corona, estaban próximas al puerto y que ya habían demostrado su eficacia venciendo el 22 de diciembre de 1864, al ejército franco-mexicano, que llegó a Sinaloa desembarcando en el Puerto de Altata, de la corbeta gala "Lucifer", nave lidereada por el comandante Guiselle. Esta victoria mexicana tuvo como escenario el pueblo de San Pedro, donde capturaron al enemigo: Dos piezas de artillería rayada, material de guerra diversa, ochenta y cinco prisioneros franceses y argelinos, incluyendo al Comandante Guiselle y seis oficiales, todos fueron conducidos a Culiacán, capital del estado de Sinaloa..
El General Ramón Corona ocupaba además de Culiacán, las plazas del Rosario, de Escuinapa y de Concordia, con una avanzada hasta Presidio. Mazatlán por su parte, se mantenía en poder del ejército francés apoyado por tres fragatas en la costa. Esta era la situación que vivía Sinaloa y en especial el puerto de Mazatlán.
Un domingo por la noche, de una fecha olvidada, pero no el acontecimiento, como en tantas ciudades mexicanas del interior, era común y una tradición el paseo dominical nocturno por la plaza principal, recorrerla del brazo de una linda joven o ser el centro de atención de las coquetas miradas de quienes aspiraban a un compañero. La plaza en cuestión era la "Machado", y en esa ocasión se encontraba saturada, completamente repleta de extranjeros y nacionales. Algunos seguían la tradición del "flirteo", pero el resto conversaba sobre los acontecimientos de la ocupación y de actos triviales. El ambiente era el clásico de la época y en el Quiosco amenizaba una banda militar extranjera, con efectivos del batallón de Zuavos, que interpretaban trozos musicales de moda. Por los andadores de la plaza, militares franceses en uniforme de gala con vistosos entorchados dorados y medallas colgando del pecho, espada al cinto, llevando del brazo a las chicas más bellas del puerto, que se sentían halagadas e importantes por la distinción.
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-SEGUNDA PARTE-
EL DESAFIO.
Ante el espectáculo nada grato para los jóvenes mazatlecos, el ver a las damas de su predilección del brazo de un militar extranjero y por ende de un invasor de nuestro suelo patrio, lastimados en su amor propio y en su orgullo de galán despreciado y sobretodo, el orgullo de ser mexicano. Esto provocó que uno de los despreciados jóvenes propusiera al resto, que estaban reunidos bajo los arcos del portal o portales de Canobbio, que alguien del grupo ofendiera verbalmente a los militares extranjeros con gritos nacionalistas, que se relacionaran con la dolorosa intervención castrense, etc., solo faltaba el decidido voluntario que amara en grado sumo a su patria, que despreciara su vida ante la reacción que el desplante pudiera provocar y por supuesto, la palabra empeñada de que el resto de los presentes del grupo en cuestión lo apoyaría, pero solo con su presencia.
En aquel grupo se encontraba el joven Adolfo Schober Rojas, hermano de mi bisabuelo Francisco, que frisaba los 20 años de edad (Nació en 1839), y de inmediato se ofreció como voluntario sin pensarlo mucho ni midiendo las consecuencias. Al principio pensaron que Adolfo bromeaba, pero al verlo serio y sereno ratificando su aceptación, se dieron cuenta de su determinación, todos le dieron una palmadita en la espalda, y mientras el decidido Adolfo seriamente se preparaba para el Desafío, el resto planeaba la desbandada una vez ocurrido el incidente.
Cuando finalizó de interpretar una agradable melodía la banda militar, el Joven Adolfo se acercó a la orilla de la banqueta y se paró muy erguido, dando el frente hacia la plaza Machado y tomando el aire suficiente en sus pulmones, gritó lo más fuerte que pudo:
¡"Mexicanos...!" El silencio envolvió de pronto a quienes se encontraban en la gran plaza, los rostros de quienes servían de espectadores circunstanciales giraron hacia donde se ubicaba el joven Adolfo. El se encontraba desafiante y el resto, sin dar crédito a tan inesperada situación. Don Adolfo, - A quien le antepongo el “Don”, por mi especial admiración a su nacionalista actitud-, sintiéndose dueño de toda la atención de los presentes, continuó de la misma manera su arenga:
¡"Mexicanos.!" -Repitió-, ¡"Viva Juárez!", ¡"Mueran los franceses!", ¡"Viva México. ..!"
En este punto, Don Adolfo ya no pudo agregar mas, porque salieron de su letargo los policías locales y los militares zuavos y franceses, quienes de inmediato se aprestaron a iniciar la persecución del desafiante. Los jóvenes que lo acompañaban se dispersaron al instante como por arte de magia, al igual que muchos de los espectadores y testigos del Desafío, ante el temor de verse involucrados con el suceso, aunque algunos pequeños grupos –Muy pocos-, decidieron
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