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CIEN AÑOS DE SOLEDAD


Enviado por   •  6 de Abril de 2015  •  508 Palabras (3 Páginas)  •  193 Visitas

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Cien años de soledad

Gabriel García Márquez

el acierto de su hijo. Vencido por el entusiasmo de su mujer, José Arcadio Buendía puso entonces

una condición: Rebeca, que era la correspondida, se casaría con Pietro Crespi. Úrsula llevaría a

Amaranta en un viaje a la capital de la provincia, cuando tuviera tiempo, para que el contacto con

gente distinta la aliviara de su desilusión. Rebeca recobró la salud tan pronto como se enteró del

acuerdo, y escribió a su novio una carta jubilosa que sometió a la aprobación de sus padres y

puso al correo sin servirse de intermediarios. Amaranta fingió aceptar la decisión y poco a poco

se restableció de las calenturas, pero se prometió a sí misma que Rebeca se casaría solamente

pasando por encima de su cadáver.

El sábado siguiente, José Arcadio Buendía se puso el traje de paño oscuro, el cuello de

celuloide y las botas de gamuza que había estrenado la noche de la fiesta, y fue a pedir la mano

de Remedios Moscote. El corregidor y su esposa lo recibieron al mismo tiempo complacidos y

conturbados, porque ignoraban el propósito de la visita imprevista, y luego creyeron que él había

confundido el nombre de la pretendida. Para disipar el error, la madre despertó a Remedios y la

llevó en brazos a la sala, todavía atarantada de sueño. Le preguntaron si en verdad estaba

decidida a casarse, y ella contestó lloriqueando que solamente quería que la dejaran dormir. José

Arcadio Buendía, comprendiendo el desconcierto de los Moscote, fue a aclarar las cosas con

Aureliano. Cuando regresó, los esposos Moscote se habían vestido con ropa formal, habían

cambiado la posición de los muebles y puesto flores nuevas en los floreros, y lo esperaban en

compañía de sus hijas mayores. Agobiado por la ingratitud de la ocasión y por la molestia del

cuello duro, José Arcadio Buendía confirmó que, en efecto, Remedios era la elegida. «Esto no

tiene sentido -dijo consternado don Apolinar Moscote-. Tenemos seis hijas más, todas solteras y

en edad de merecer, que estarían encantadas de ser esposas dignísimas de caballeros serios y

trabajadores como su hijo, y Aurelito pone sus ojos precisamente en la única que todavía se arma

en la cama.» Su esposa, una mujer bien conservada, de párpados y ademanes afligidos, le

reprochó su incorrección. Cuando terminaron de tomar el batido de frutas, habían aceptado com-

placidos la decisión de Aureliano. Sólo que la señora de Moscote suplicaba el favor de hablar a

solas con Úrsula. Intrigada, protestando de que la enredaran en asuntos de hombres, pero en

realidad intimidada por la emoción, Úrsula fue a visitarla al día siguiente. Media hora después

regresó con

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