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Cabezas rapadas y cintas argentinas


Enviado por   •  6 de Mayo de 2016  •  Monografía  •  2.129 Palabras (9 Páginas)  •  1.630 Visitas

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“Antes de la moda de la escuela activa con la que estaba totalmente de acuerdo sin saberlo…”  (Rosa del Rio, 1920: 34).

¿Podrían ser estas simples palabras las que nos orienten a la hora de entender su didáctica? ¿Tenía Rosa del Rio una ideología de la educación poco convencional para su época? ¿Habrá podido sortear los obstáculos de un sistema con mandato homogeneizador? ¿Habrá estado condicionada por el legado que este sistema le dejó? ¿Tendría realmente ideas nuevas o simplemente seguiría una moda? ¿Qué tiene más peso, el contexto o las convicciones?

        Lo que está claro es que no fue una maestra común, persiguió cierto ideal, pero para comprender su modo de actuar hay que situarse en aquella época y analizar con calma el porqué de sus decisiones.

Hacia fines de 1800, el analfabetismo era uno de los temas centrales para los dirigentes de Argentina. Con la creciente llegada de inmigrantes producto de la modernización europea, se veía amenazado el orden del país. Es que estos inmigrantes eran, en su mayoría, campesinos con ideas anarquistas y socialistas, ateos, agnósticos, protestantes y judíos. Analfabetos y renuentes a aceptar el orden impuesto por el gobierno, representaban “la destrucción de la patria”. Había que integrarlos de alguna manera e inculcarles el amor por ésta tierra y la mejor forma de lograrlo era por medio de la educación. A tales fines se aprobó la ley de educación 1420 que estableció la instrucción primaria obligatoria, gratuita y gradual. Este proyecto educativo con la idea central de formar al “ciudadano” tenía una misión civilizatoria y de homogeneización ideológica para asegurar la creación de la nueva nación. Hubo una marcada diferencia social ya que los hijos de familias asentadas desde tiempo atrás tenían asegurado un destino educacional exitoso, mientras que los hijos de criollos e inmigrantes deberían luchar para no quedar marginados.

        En ese contexto social, Rosa Del Río, hija de inmigrantes europeos comienza su trayectoria escolar: primero en una pequeña escuela de su barrio y luego en una escuela del centro. Allí le gustaba asistir a clases, porque: “las maestras casi no usaban el puntero” y la directora la felicitaba por ser estudiosa y tener buena memoria según cuenta Rosa del Rio. Es evidente que en esa época el aprendizaje era memorístico, los docentes eran poseedores del saber y poco importaba lo que los niños pudieran interpretar, siempre y cuando se comportaran respetando las normas establecidas y se pudiera crear ese sentimiento de patriotismo. Falso sentimiento en el caso de los inmigrantes y descendientes de los mismos ya que se despojaban de sus costumbres y tradiciones para adoptar las de este país tan “generoso”. La misma Rosa del Rio cuenta como su madre italiana hablaba sin acento habiendo “olvidado” su idioma, o cómo su padre se esforzaba por no mencionar ni recordar siquiera su patria, España, desde donde había llegado ya hacía algunos años y cómo, él mismo creía que vino para no morir en el mar, y que aquí le enseñaron un oficio, dejando entrever la idea de que todo aquello que dejaron atrás los inmigrantes debía permanecer allí, atrás, en el olvido, para rendir culto a un país nuevo que abrió sus puertas para ellos quienes pagaron el alto precio de despojarse de sus orígenes. Así Rosa del Rio cursó la escuela primaria, sin conocer mucho sobre sus raíces tan lejanas, en otro continente, amando este país que le daba la oportunidad de formarse como una ciudadana más.

Sin ser consciente de que: como hija de inmigrantes debería luchar para ser incluida, lo hizo, aunque su padre hubiese preferido que se quedara picando solapas en el taller familiar, al terminar la escolaridad primaria estudió en la escuela normal para ser docente, con una beca que su padre le consiguió, algo que ella casi  exigió. El haber ingresado en una escuela normal fue para esta joven abrir la puerta de un nuevo mundo, dejar de ser “una salvaje” para formar parte de “la civilización”. Allí descubrió cosas que jamás hubiese podido imaginar. Pasaba sus días aprendiendo lo que luego ella enseñaría a sus alumnos. Y aprendió a enseñar de un modo distinto. Sucede que por aquel entonces las escuelas normales ya no veían con buenos ojos los castigos corporales, y comenzaban lentamente a darle otro valor pedagógico al vínculo docente-alumno pero sin perder de vista sus objetivos: educar al ciudadano y formar maestros competentes para dicha tarea. Las escuelas normales estaban a su vez fuertemente influenciadas por: el higienismo[1] y el positivismo[2]. Valoraban lo europeo frente a lo hispano-criollo que era despreciado. Por supuesto, cómo no iban a apuntar a Europa si los primeros docentes de escuela normalizadora fueron traídos desde allí y Estados Unidos exclusivamente para que se encargaran de la formación de los nuevos maestros, los políticos en su mayoría estudiaron en Europa y los hacendados eran europeos o hijos de.

        Durante sus primeros años como docente Rosa del Rio trabajó, casualmente, en la misma escuelita pobre de su barrio a la que había asistido antes de que la cambiaran a la escuela del centro. Allí llegó con su filosofía de que esos niños serían unos salvajes como algún día ella lo fue. Pero había una filosofía educativa  implícita en ella que la llevaría a actuar de un modo poco común para la época a la hora de enseñar. Incentivaba la lectura con  clases semanales de literatura pero a su vez buscaba despertar el interés de los niños con láminas y dibujos con tizas de colores, no buscaba que los niños memoricen las poesías sino que las disfruten, que disfruten leer, que quieran leer. Sin saber de las discusiones en cuanto a cómo educar, ella producía diferente material didáctico para enseñar los contenidos, preparaba clases en las que los niños participaran activamente y tenía muy claro que la palmeta no debía usarse, un poco por lo que aprendió en la escuela normal y poco por sentido común. Pero aún sin castigos corporales, para esta maestra la disciplina era un asunto serio, tenía la convicción de que para lograrla los niños debían estar ocupados en cosas que no los aburrieran. Esa convicción que ella tenía fue aprendida en la escuela normal, esa era una de las convicciones de dicha escuela.

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