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Divergente - Visión Cuatro


Enviado por   •  2 de Junio de 2014  •  2.677 Palabras (11 Páginas)  •  255 Visitas

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cuenta su historia

No me habría presentado voluntario para entrenar a los

iniciados de no ser por el olor de la sala de entrenamiento: el

aroma a polvo, sudor y metal afilado. Era el único lugar en el

que me había sentido fuerte, y cada vez que respiro este aire

vuelvo a sentirme así.

En un extremo de la habitación hay una plancha de

madera con una diana pintada. Contra la pared hay una mesa

cubierta de cuchillos para aprender a lanzarlos; son feos

instrumentos de metal con un agujero en una punta, perfectos

para los iniciados inexpertos. Alineados frente a mí están los

trasladados de otras facciones que todavía llevan, de un modo u

otro, la marca de su procedencia: el veraz de espalda recta; el

erudito de mirada penetrante; y la estirada, que se apoya sobre

las puntas de los pies, lista para moverse.

Cuatro cuenta su historia

Veronica Roth

—Mañana será el último día de la primera etapa —dice

Eric.

No me mira; ayer lo herí en su orgullo, y no solo

durante la captura de la bandera: Max me llamó en el desayuno

para preguntar cómo iban los iniciados, como si Eric no

estuviese al cargo. Eric se pasó todo el rato en la mesa de al

lado, mirando su magdalena integral con el ceño fruncido.

—Entonces volveréis a luchar —sigue diciendo Eric—.

Hoy aprenderéis a apuntar. Que todo el mundo elija tres

cuchillos. Y prestad atención a la demostración que os hará

Cuatro de la técnica correcta para lanzarlos. —En ese momento

mira a algún punto al norte de mi persona, como si estuviera

por encima de mí. Me enderezo. Odio que me trate como a su

lacayo, como si no le hubiese partido un diente durante nuestra

iniciación—. ¡Ya!

Salen corriendo a por los cuchillos como si fueran críos

sin facción que buscan un trozo de pan, desesperados. Todos

salvo ella, con sus movimientos pausados, que mete la cabeza

entre los hombros de los iniciados más altos. No intenta parecer

cómoda con los cuchillos entre las manos, y eso es lo que me

gusta de ella, que, aun sabiendo que estas armas son

antinaturales, encuentra la manera de empuñarlas.

Eric se acerca a mí, y yo retrocedo por instinto. Intento

que no me asuste, pero soy consciente de lo listo que es y de

que, si me descuido, se dará cuenta de que he estado mirándola,

y eso supondría mi fin. Me vuelvo hacia la diana con un

cuchillo en la mano derecha.

Cuatro cuenta su historia

Veronica Roth

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Veronica Roth

Solicité que este año eliminaran el lanzamiento de

cuchillos del programa de formación, ya que no tiene más

objeto que fomentar las bravuconadas de los osados. Aquí nadie

los usará salvo para impresionar a otra persona, igual que yo los

impresionaré ahora. Eric diría que deslumbrar a los demás

puede resultar útil, que es por lo que rechazó mi propuesta, pero

eso es justo lo que odio de Osadía.

Sostengo el cuchillo por la hoja para equilibrarlo bien.

Mi instructor durante la iniciación, Amar, se dio cuenta de que

yo tenía una mente muy activa, así que me enseñó a acompasar

mis movimientos con la respiración. Inspiro y me fijo en el

centro de la diana. Espiro y lanzo. El cuchillo da en el blanco.

Oigo a algunos iniciados contener el aliento, todos a la vez.

Encuentro el ritmo: inspiro y me paso el cuchillo a la

mano derecha; espiro y le doy la vuelta con las puntas de los

dedos; inspiro y observo el blanco; espiro y lanzo. Todo se

oscurece alrededor del centro de esa tabla. Las otras facciones

nos llaman brutos, como si no usáramos nuestras mentes, pero

en eso consiste precisamente lo que hago aquí.

—¡En fila! —grita Eric, sacándome de mi

ensimismamiento.

Dejo los cuchillos en la tabla, para recordar a los

iniciados que es posible, y me apoyo en la pared de un lado.

Amar también fue el que me dio mi nombre, allá en los días en

los que lo primero que hacían los iniciados al llegar al complejo

de Osadía era pasar por su paisaje del miedo. Era la clase de

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persona que consigue que un apodo se use, una persona tan

agradable que todos lo imitaban.

Ahora está muerto, pero, a veces, en este cuarto,

todavía lo oigo regañarme por contener el aliento.

Ella no lo contiene. Eso es bueno..., un mal hábito

menos que superar. Sin embargo, tiene un brazo torpe, más

nulo que un muslo de pollo.

Los cuchillos vuelan, aunque, la mayor parte del

tiempo, no lo hacen dando vueltas. Ni siquiera Edward lo ha

resuelto, y eso que suele ser el más rápido, con las ansias de

aprender de los eruditos.

——¡Creo que la estirada se ha llevado demasiados

golpes en la cabeza! —dice Peter—. ¡Oye, estirada! ¿Se te ha

olvidado lo que es un cuchillo?

Normalmente no odio a nadie, pero sí que odio a Peter.

Odio que intente menospreciar a los demás, igual que hace Eric.

Tris no responde, se limita a recoger un cuchillo y

lanzarlo, todavía con el mismo brazo torpe, pero funciona: oigo

el ruido de metal contra madera y sonrío.

—Oye, Peter, ¿se te ha olvidado lo que es un blanco?

—dice Tris.

Los observo a todos, intentando no toparme con los

ojos de Eric, que da vueltas detrás de ellos como un animal

enjaulado. Debo admitir que Christina es buena (aunque no me

gusta reconocerles el mérito a los listillos veraces), y también

Peter (aunque no me gusta reconocerles el mérito a los futuros

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Veronica Roth

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psicópatas). Por otro lado, Al no es más que un mazo con patas,

todo potencia sin sutileza.

Qué pena que Eric también se dé cuenta.

—¿Cómo se puede ser tan lento, veraz? ¿Es que

necesitas gafas? ¿Tengo que acercarte más el blanco? —

pregunta en tono forzado.

Resulta que Al el Mazo es sorprendentemente débil por

dentro. La broma lo rompe. Cuando tira de nuevo, el cuchillo

da contra una pared.

—¿Qué ha sido eso, iniciado? —pregunta Eric.

—Se... se me ha resbalado.

—Bueno, pues deberías ir a por él —dice

...

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