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EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO


Enviado por   •  16 de Noviembre de 2012  •  2.047 Palabras (9 Páginas)  •  455 Visitas

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En este estupendo libro de 133 páginas el Dr. Viktor E. Frankl (psiquiatra de profesión) desarrolla y plantea el análisis existencial.

El Dr. Frankl narra sus propias experiencias en los campos de concentración, que lo llevaron a estos análisis. Relata la crueldad con la que los soldados de las SS maltrataban a los prisioneros y a su vez explica como incidía la vida en el campo de concentración en la mente del prisionero medio. En un campo de concentración había dos tipos de prisionero diferentes, a saber: el prisionero corriente, que sufría los trabajos más duros y recibía la crueldad de los soldados y los denominados “capos”, estos capos eran prisioneros con privilegios y a menudo trataban a los otros prisioneros peor que los mismísimos soldados. Nada más llegar al campo de concentración, que en este caso era el de Auschwitz, al prisionero se le quitaban sus objetos personales y se les identificaba con un número. Después se hacia una primera selección que para algunos tendría un destino fatal. Ya que los enviaban a alguno de los campos centrales, provistos de crematorios y cámaras de gas. Los trabajos forzados de los prisioneros tenían, a veces, una recompensa en forma de cupón. Dicho cupón se podía canjear por una docena de cigarrillos o una docena de raciones de sopa. Normalmente los cupones se guardaban para la sopa, pero, gracias a ellos se podía distinguir cuando un prisionero perdía las ganas de vivir y se fumaba sus cigarros para “disfrutar” de sus últimos días de existencia. El Dr. Frankl divide la vida en el campo en tres fases:

EL INTERNAMIENTO EN EL CAMPO

Llegó el momento de la desinfección, donde les quitaron todos sus objetos personales, les afeitaron todo el cuerpo y les dieron una pastilla de jabón. A partir de ese momento lo único que tendrían aquellos prisioneros seria su existencia desnuda. Ningún enlace material hacia su vida anterior. Después en la ducha a todos los prisioneros los embargó un humor macabro. Sabían que nada tenían que perder así que se pusieron a bromear sobre ellos mismos. Aparte del humor, otra sensación se apodero de ellos: la curiosidad, que suele aparecer ante ciertas circunstancias extrañas. Se tenía ese ánimo como medida de protección, todos deseaban saber que pasaría a continuación. La amenaza de muerte continua, lo desesperado de la situación y el preguntarse quién sería el siguiente abrigaba en ellos el pensamiento de suicidarse o “lanzarse contra la alambrada”, como decían ellos. Seguidamente un colega de el Dr. Frankl salió de su barracón a pesar de la prohibición y les dio unos consejos alentadores, como el de tener una apariencia joven y lozana. Puesto que a los que parecían enfermos y demacrados por fuera y por dentro eran los que más probablemente fueran a la cámara de gas. A estos últimos se les llamaba musulmanes.

LA VIDA EN EL CAMPO

Las reacciones de la fase anterior empezaron a desaparecer a los pocos días. A todos los prisioneros los invadió un síntoma de apatía, en la que se llegaba a una especie de muerte emocional, desaparecen sus sentimientos ante la visión de cosas tétricas que ocurren todos los días (como el niño que se le hielan los pies y se medio arranca los dedos con unas tenazas), hasta que al final esas escenas se hacen habituales y se acostumbraban a ellas. Esta apatía era un mecanismo necesario de autodefensa, ya que el prisionero olvidaba todo dolor y sufrimiento y se centraba en un único objetivo, el conservar la vida propia y la de otros compañeros. El hecho de la desnutrición que sufrían y que la ausencia total de sentimentalismo provocaba también que el deseo sexual fuera nulo. Pero a pesar del primitivismo físico y mental. Los prisioneros llevaban una profunda vida espiritual. Las personas de constitución débil y que habían llevado una vida espiritual profunda parecían llevar mejor la vida en el campo que las personas fornidas. Esto se debe a que se retrotraían a una vida de riqueza interior y de libertad espiritual. Eso sí, no cabe duda de que estas personas de complexión endeble sufrieron muchísimo. Para aliviar el sufrimiento de los prisioneros se crearon una especie de terapias de grupo basadas en el humor. Se parodiaba todo aquello que había en el campo y por muy horrible que fuera siempre se reían de ello. La suerte del Dr. Frankl se fue incrementando poco a poco. Fue trasladado desde trabajos en el exterior a las cocinas y posteriormente se presento voluntario para trabajar en un campo destinado a enfermos de tifus desempeñando tareas sanitarias. Una cosa anhelada por el prisionero era la soledad. Dado que vivían en una sociedad comunitaria impuesta, no tenían ocasión de estar a solas consigo mismos. El Dr. Frankl encontró un lugar destinado a ello cuando lo trasladaron a un campo de reposo. Los prisioneros eran un juguete del destino. Lo que les hacia mas inhumanos de lo que las circunstancias habrían hecho presumir. Se observaba a los musulmanes -prisioneros enfermos y demacrados- con curiosidad para ver si sus zapatos eran mejores que los de uno y los prisioneros solo eran un simple numero, no contaban con personalidad. El canibalismo hizo aparición justo cuanto el Dr. Frankl fue destinado a otro campo. El Dr. Frankl relaciona este hecho con el relato de “Muerte en Teherán”. Los prisioneros temían tomar cualquier tipo de decisión y deseaban que el destino lo hiciera por ellos. Este querer evitar el compromiso que se hacía más potente cuando el prisionero debía decidir entre escaparse o no escaparse del campo. El Dr. Frankl junto con otro compañero tuvo oportunidad de escapar en un momento, pero por algunas dificultades no pudo. Sin embargo en ese intento se agenció una mochila y un cuenco. Mientras poco a poco se acercaba el día en que escaparía del campo. El frente de guerra avanzaba y el campo se disponía a ser evacuado aquella tarde. Tendrían que marcharse incluso los pocos prisioneros que quedaban. Pero los camiones aun no aparecían y se empezó a ejercer una vigilancia

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