El Diablo De Los Numeros
Enviado por AndreeCor • 25 de Noviembre de 2014 • 6.266 Palabras (26 Páginas) • 214 Visitas
El diablo de los números.
Primera noche
Hacía mucho que Robert estaba harto de soñar.
Se decía: Siempre me toca hacer el papel de tonto.
Por ejemplo, en sueños le ocurría a menudo ser tragado por un pez gigantesco y
desagradable, y cuando estaba a punto de ocurrir llegaba a su nariz un olor terrible.
O se deslizaba cada vez más hondo por un interminable tobogán. Ya podía gritar
cuanto quisiera ¡Alto! o ¡Socorro!, bajaba más y más rápido, hasta despertar
bañado en sudor.
Hasta que un día apareció el diablo de los números.
Robert vio a un señor bastante mayor, más o menos del tamaño de un saltamontes,
que se columpiaba en una hoja de acedera y le miraba con ojos relucientes.
Robert se alegró de no soñar esta vez con un pez hambriento, y de no deslizarse
por un interminable tobogán desde una torre muy alta y muy vacilante.
En su lugar, soñó con una pradera. Lo curioso es que la hierba era altísima, tan alta
que a Robert le llegaba al hombro y a veces hasta la cabeza.
Miró a su alrededor y vio, justo delante de él, a un señor bastante viejo, bastante
bajito, más o menos como un saltamontes, que se mecía sobre una hoja de acedera y le miraba con ojos brillantes.
-¿Quién eres tú? -preguntó Robert.
El hombre le gritó, sorprendentemente alto: -¡Soy el diablo de los números! Pero
Robert no estaba de humor para aguantarle nada a semejante enano.
-En primer lugar -dijo-, no hay ningún diablo de los números.
-¿Ah, no? ¿Entonces por qué estás hablando conmigo, si ni siquiera existo? -Y en
segundo lugar, odio todo lo que tiene que ver con las Matemáticas.
-¿Por qué? -«Si dos panaderos hacen 444 trenzas en seis horas, ¿cuánto tiempo
necesitarán cinco panaderos para hacer 88 trenzas?» Qué idiotez -siguió
despotricando Robert-. Una forma idiota de matar el tiempo. Así que ¡esfúmate!
¡Largo! El diablo de los números se bajó con un elegante salto de su hoja de
acedera y se sentó al lado de Robert, que en protesta se había sentado entre la
hierba, alta como un árbol.
-¿De dónde te has sacado esa historia de las trenzas? Seguro que del colegio.
-¡Y de dónde si no! -dijo Robert-. El señor Bockel, ese principiante que nos da
Matemáticas, siempre tiene hambre, a pesar de estar tan gordo.
Cuando cree que no le vemos porque estamos haciendo los deberes, saca una
trenza de su maletín y se la devora mientras nosotros hacemos cuentas.
-¡Vaya! -exclamó el diablo de los números, sonriendo con sorna-. No quiero decir
nada en contra de tu profesor, pero la verdad es que eso no tiene nada que ver con
las Matemáticas. ¿Sabes una cosa? La mayoría de los verdaderos matemáticos no
sabe hacer cuentas. Además, les da pena perder el tiempo haciéndolas, para eso
están las calculadoras. ¿No tienes una? -Sí, pero en el colegio no nos dejan usarla.
-¡Ajá! -dijo el diablo de los números-. No importa.
No hay nada que objetar a un poco de práctica con las tablas. Puede ser muy útil si
uno se queda sin pilas. ¡Pero las Matemáticas, ratoncito, eso es muy diferente! -
Sólo quieres que cambie de idea -dijo Robert-.
No te creo. Si me agobias en sueños con deberes, gritaré. ¡Eso se llama malos
tratos a menores! -Si hubiera sabido que eres tan cobardita -dijo el diablo de los
números-, no habría venido. Al fin y al cabo, no quiero más que charlar contigo un
poco. La mayoría de las veces estoy libre por las noches, así que pensé: Pásate a
ver a Robert, seguro que está harto de bajar siempre el mismo tobogán.
-Cierto.
-¿Lo ves? -Pero no voy a dejar que me tomes el pelo -gritó Robert-. Que no se te
olvide.
Pero entonces el diablo de los números se puso en pie de un salto, y de repente ya
no era tan bajito.
-¡Así no se le habla a un diablo! -gritó.
Pateó la hierba hasta que quedó aplastada en el suelo, y sus ojos echaban chispas.
-Perdón -murmuró Robert.
Todo aquello estaba empezando a resultarle un poco inquietante.
-Si es tan sencillo hablar de Matemáticas como de películas o de bicicletas, ¿para
qué se necesita un diablo? -Por eso mismo, querido -respondió el anciano-: Lo
diabólico de los números es lo sencillos que son. En el fondo ni siquiera necesitas
una calculadora.
Para empezar, sólo necesitas una cosa: el uno. Con él puedes hacerlo casi todo. Por
ejemplo, si te dan miedo las cifras grandes, digamos...cinco millones setecientos
veintitrés mil ochocientos doce, empieza simplemente así: y sigue hasta que hayas El Diablo de los Números www.librosmaravillosos.com Hans Magnus Enzensberger
9 Preparado por Patricio Barros
llegado a los cinco millones etcétera. ¡No dirás que es demasiado complicado para
ti! Eso puede entenderlo hasta el más idiota, ¿no?
-Sí -dijo Robert.
-Y eso aún no es todo -prosiguió el diablo de los números. Ahora tenía en la mano
un bastón de paseo con empuñadura de plata, y lo agitaba delante de las narices de
Robert-. Cuando hayas llegado a cinco millones etcétera, simplemente sigues
contando. Verás que sigues hasta el infinito.
Porque hay infinitos números.
Robert no sabía si creérselo.
-¿Cómo lo sabes? -preguntó-, ¿Has probado a hacerlo? -No, no lo he hecho. En
primer lugar llevaría demasiado tiempo, y en segundo lugar es superfluo.
Robert se quedó igual que estaba.
-O puedo contar hasta llegar allí, y entonces no es infinito -objetó-, o si es infinito
no puedo contar hasta allí.
-¡Mal! -gritó el diablo de los números. Su bigote temblaba, se puso rojo, su cabeza
se hinchó de rabia y se hizo más y más grande.
-¿Mal? ¿Por qué mal? -preguntó Robert.
-¡Necio! ¿Cuántos chicles crees que se han comido hoy en todo el mundo? -No lo sé.
-Más o menos.
-Muchísimos -respondió Robert-. Sólo con Albert, Bettina y Charlie, con los de mi
clase, con los que se han comido en la ciudad, en toda Alemania, en América...
miles de millones.
-Por lo menos -dijo el diablo de los números-.
Bien, supongamos que hemos llegado al último de los chicles. ¿Qué hago entonces?
Saco otro del bolsillo, y ya tenemos el número de todos los consumidos más uno...
el siguiente. ¿Comprendes?
...