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El Hombre en Busca del sentido Resumen


Enviado por   •  22 de Octubre de 2017  •  Resumen  •  2.925 Palabras (12 Páginas)  •  533 Visitas

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INTRODUCCIÓN

Esta obra nos presenta la trágica vida en un campo de concentración, desde el punto de vista psicológico pero no de sus vivencias sino del análisis psicológico de acuerdo a sus experiencias dentro.

Como bien sabemos, el holocausto ha sido un hecho muy impactante que nos ha marcado como humanidad y es muy interesante ver el análisis psicológico de lo que el autor conoció.

El libro se divide en las experiencias del autor con su debido criterio y en la explicación de lo que la “logoterapia” es; logrando así darle mayor énfasis a la obra sobre la felicidad y el sentido de la vida.

DESARROLLO

PRIMERA PARTE: UN PSICÓLGO DENTRO DE UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN.

La obra se tratará de las experiencias personales del autor e inicia introduciéndonos a un grupo de prisioneros llamados “capos” con privilegios especiales y eran más crueles que los guardias mismos.

Selección activa y pasiva

Cuando se anunciaba que algunos prisioneros iban a ser trasladados a otro campo de concentración, únicamente se referían a que serían llevados a la cámara de gas. La elección de los “capos” entre los prisioneros era de tipo activa (la SS los elegía) o pasiva que era cuando se perdían todos los escrúpulos con tal de sobrevivir, dispuestos a cualquier cosa.

El informe del prisionero n.° 119.104: ensayo psicológico

El autor se dedicó a hacer túneles y colocar cañerías, ganando así cupones que podía canjear por cigarros o bien, cambiarlos por raciones de sopa. Ver a alguien que no fueran “los capos” intercambiando sus cupones por cigarros significaba que habían perdido la esperanza.

La razón por la que esta obra no la publicó de manera anónima fue para que no perdiera valor ya que la valentía de la confesión eleva el valor de los hechos.

PRIMERA FASE: INTERNAMIENTO EN EL CAMPO

Estación Auschwitz

El autor viajó en tren junto con otras 1500 personas y todos creían que se encaminaba hacia una fábrica de municiones en donde nos emplearían como fuerza salarial, en cambio, los llevo al campo se concentración de Auschwitz. Nadie sabía lo que quería decir eso pero poco a poco lo fueron averiguando.

Llegando los recibieron otros prisioneros con uniformes rayados, con buen aspecto lo cual le dio un poco de esperanzas al principio; era un comité seleccionado encargados de los nuevos prisioneros y sus pertenencias, Los llevaron a una barraca muy reducida y estuvieron ahí días alimentándose únicamente de un pedazo de pan al día y frío.

La primera selección

Después se les pidió que dejaran todas sus pertenencias en el tren y se llevó a cabo “la primera selección”, el SS elegía el destino de cada uno a la vez, servir en el campo de concentración o ir directo al crematorio.

Desinfección

Les pidieron entregar todo, joyas y relojes, absolutamente todo lo que tengan en sus manos, el autor pide a un guardia si puede conservar las hojas, el trabajo de su vida pero éste únicamente se burló, señal de decirle adiós a sus vidas.

Es dieron dos minutos para quitarse toda la ropa, pasar para que los rasuraran por completo y entrar a las regaderas mientras les daban latigazos.

Nuestra única posesión: la existencia desnuda

Lo único que les quedaba era su sola desnudez y algunos su cinturón, lentes y braguero pero no por mucho.

Les advirtieron que si escondieron algún objeto de valor serían colgados de una viga y para otros que lamentablemente siguieron los consejos malintencionados de los prisioneros veteranos de modificar sus zapatos, los torturaron con más latigazos.

Las primeras reacciones

Lo único que podía experimentar Viktor era curiosidad hacia  Auschwitz y lo que de su vida sería. Además pudo comprobar que la medicina se equivocaba en aspectos como: el número de horas que un hombre necesita dormir para sobrevivir, las heridas sin limpiar y muchas cosas más. Los llevaron a unos cuartos donde habían literas y tenían que compartir cada espacio con 8 personas más.

¿“Lanzarse contra la alambrada''?

Viktor se hizo la promesa de no recurrir a la salida para muchos más fácil: aventarse al alambrado. Un amigo suyo que ya llevaba más tiempo ahí que apenas lo reconoció de lo tanto que había adelgazado, se infiltró a su habitación y les dio algunos consejos como: afeitarse diario para verse más jóvenes, no cojear, andar siempre derechos, etc. con el fin de evitar ser llevados a las cámaras de gas.

SEGUNDA FASE: LA VIDA EN EL CAMPO

Apatía

Apenas días después de su llegada, experimentaban emociones muy fuertes y se volvían más débiles por la falta de comida y el excesivo cargo de trabajo en las peores condiciones que por la más mínima provocación a los “capos” lo único que podías esperar eran más azotes y además, perdieron completamente la sensibilidad pues crueldades y escenas y vivencias desgarradoras estaban a la orden del día.

Lo que hace daño

Recibían golpes diarios por cosas irrelevantes y a veces sin justificación aparente como ya se había mencionado, el dolor físico ya no era lo que más hería sino la agonía mental causada por la injusticia.

El insulto

Nos cuentan algunos relatos donde la injusticia y la crueldad de los guardias dejan mucho que decir, pero es así como se vivía día tras día. Por suerte, Viktor se ganó la confianza de uno de los capos al escucharlo y gracias a sus conocimientos, aconsejarlo; le ayudó mucho, no lo mandaba a las tareas más extremas y no le dejaba a medias el cucharón de sopa.

Los sueños de los prisioneros

Los sueños más humildes de los prisioneros eran con pan, pasteles, cigarrillos y baños de agua templada, sueños muy contrastantes con la realidad.

Recordó una vez que los gemidos de un compañero lo despertaron, estaba teniendo una terrible pesadilla pero prefirió no despertarlo porque nada podía ser tan malo como la realidad.

El hambre

Cuando los guardias no están cerca, los prisioneros hablan de comida y se comparten recetas, lo cual es peligroso a la vista del autor ya que despiertan una ilusión inalcanzable pero era en lo único que podían pensar por el hambre.

El único alimento que recibían al día era una sopa, un pedacito de pan y otra “guarnición” de 20 gr. Estaban tan desnutridos que parecían esqueletos, ya su propio cuerpo los había consumido, cada grasa y músculo. Entre ellos podían reconocer quién sería el próximo.

Les repartían el pedacito de pan en la mañana y cada quién decidía si se lo comía o lo guardaba para que le dure todo el día. Lo más difícil del día era cuando en la madrugada los despertaban, de vuelta a la realidad.

Los zapatos mojados por la nieve apenas les quedaban por los pies tan hinchados, una vez a un compañero estaba llorando porque le tocó ir a hacer un trabajo sin zapatos porque no le entraron.

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