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El Quinto Acuerdo


Enviado por   •  28 de Septiembre de 2014  •  3.111 Palabras (13 Páginas)  •  223 Visitas

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El vértigo de la rutina

y el éxtasis de la creatividad

En la vida, el hombre puede adoptar dos actitudes: 1) dejarse llevar de las apetencias naturales, sin aspirar a la realización de valores más altos; 2) esforzarse por sacar pleno partido a las potencias de que está dotado y a las posibilidades que el entorno le ofrece. La primera actitud es representada por la Bandada de la Comida (13). La segunda orienta la conducta de Juan Salvador Gaviota.

La Bandada de la Comida está formada por una multitud de pájaros que se aglomeran para luchar por una ración de alimento. Son seres carentes de identidad y nombre propio; forman una masa, obedecen ciegamente a la ley del instinto, acotan su actividad en los cauces limitados de la satisfacción de las necesidades elementales (14).

Juan -que no es «un pájaro cualquiera» (13)- estima que su potencia de volar puede adquirir una dimensión mucho mayor que la que posee cuando se reduce a desarrollar el tipo de vuelo necesario para adquirir el indispensable alimento. Por eso se interroga sobre su capacidad de asumir nuevas posibilidades de vuelo en su entorno natural: playa, agua, aire. Esta pregunta inicia el proceso extático de búsqueda de la plenitud personal a través de la experimentación, la superación de riesgos, la asunción de fracasos, la solución de dificultades, la celebración de momentos festivos o experiencias-cumbre. Este camino hacia la plenitud exige tensión de ánimo, reflexión continua, capacidad de iniciativa, espíritu de sana innovación creadora, apertura a lo desconocido y misterioso, afán inagotable de aprender y conocer.

Juan se ve llevado a superar la posición de la sociedad establecida en su torno, representada aquí por sus padres, para los cuales «la razón de volar es comer» (15). El volar es considerado por ellos como una mera actividad utilitaria, carente de un fin propio. No es entendido como un juego creador 3 . La rebeldía de Juan tiene un carácter positivo y no se expresa a través de un ataque sino de un acto de renuncia, que alberga un neto carácter simbólico: cede un trozo de anchoa, duramente disputada, a una gaviota menos habilidosa que él (15). Todo ascenso a un plano superior de actividad exige la renuncia previa a modos inferiores de realización. El nivel de realización a que aspira Juan es el del vuelo visto como un fin en sí mismo, como un juego creador lleno de sentido y, por tanto, de gozo y entusiasmo (15).

Juan intuye que hay dos conceptos de naturaleza: 1) el conjunto de realidades, procesos y potencias que constituyen el ser que uno ha recibido de los progenitores; 2) este ser recibido tal como va desarrollándose a medida que asume creadoramente las posibilidades de acción que le ofrece el entorno 4. Obrar conforme a naturaleza no significa, en la segunda acepción, dejarse llevar del instinto, sino poner en juego todas las posibilidades que estén al alcance de uno. El afán de Juan consiste en superar los límites de su condición de gaviota entendida al modo vulgar, como un tipo de ser viviente que tiene bien marcadas sus posibilidades y a ellas debe atenerse. Cuando sufre algún fracaso, Juan siente la tentación de acogerse al concepto más cómodo, menos arriesgado, de gaviota y llevar una vida sin desafíos y problemas. Promete ser una «gaviota normal» (21). Pero de nuevo la llamada de la vocación le impulsa a elevar el vuelo y proseguir el proceso de aprendizaje de nuevas formas de vivir. Ensayar nuevas posibilidades implica caminar en la noche (24), hacerse sospechoso para las gaviotas normales, sesudas, prudentes (34), alejarse del mundo confiado de los seres gregarios (35), afrontar el miedo (36), entregarse a sensaciones inéditas, que son fuente de poder, alegría y belleza (36). El vuelo perfeccionado entraña modos nuevos de diálogo con el aire, el agua y la tierra, una especie de juego que funda formas de encuentro y da lugar a momentos festivos. Esta nueva dimensión del volar llena de sentido la vida de Juan y la dota de libertad (35).

Esta soledad creadora, investigadora, de Juan choca abruptamente con el espíritu gregario de la Bandada de la Comida (35). Juan acepta el alto precio que le exige el aprender a volar y se eleva hacia la luz del mundo de la creatividad y el encuentro, mientras contempla a las otras gaviotas moverse pesadamente en un ambiente de oscuridad y tristeza (36). Se ha exiliado voluntariamente por amor a la verdad plena de sí mismo. Es un «extranjero» en su entorno social, pero lo es por elevación sobre el nivel de sus semejantes, no por un descenso, como sucede con Meursault, el protagonista de la obra de Camus El extranjero 5.

En el hogar de los que vuelan alto

La segunda gran experiencia de este relato es el encuentro de Juan con dos gaviotas representantes de la actitud de éxtasis, de búsqueda incesante y arriesgada de modos de vida superior. Son heraldos de un nuevo hogar, el constituido por todos los buscadores que se han entregado al esfuerzo del juego creador. Por eso su figura es resplandeciente, y su actitud amistosa, y se mueven en el alto cielo nocturno (46-47). Juan deja de ser un exiliado al adentrarse en un nuevo hogar con «nuevos horizontes, nuevos pensamientos, nuevas preguntas» (52). Es bien acogido por los habitantes de este mundo distinto, que son pocos pero sintonizan espiritualmente con él, en cuanto su meta es alcanzar la perfección, no sólo subsistir (53, 54, 58). Al verse ante las nuevas perspectivas de progreso que le abre la instauración de una unidad de convivencia con esta comunidad de seres congeniales, Juan olvida durante largo tiempo el mundo del cual ha partido (53), pero a veces se acuerda de cuanto aprendió en él.

En este nuevo ámbito de vida, Juan cuenta con la ayuda de un guía espiritual: Rafael. Ambos conjugan la acción y la reflexión, pues la auténtica forma de enseñar y aprender debe ser experiencial, reflexiva y activa a la par. La lección decisiva se la imparte a Juan la Gaviota Mayor de esta nueva bandada. Por adoptar una actitud dialógica, personalista, aparece con nombre propio: Chiang. De ella aprende Juan que «el cielo no es un lugar ni un tiempo». «El cielo consiste en ser perfecto» (55), no cesar de buscar y aprender, de superar límites, de sentir en el propio ser la llamada a hacerlo y la posibilidad de lograrlo. En la vida humana buscamos porque ya estamos instalados en aquello hacia lo que tendemos, y lo hacemos en virtud de la fuerza que la realidad buscada nos confiere. Vamos al encuentro de algo en lo cual ya estamos participando en alguna medida. La conciencia de la riqueza que alberga nuestro ser cuando adopta una actitud participativa nos permite desbordar la delimitación rígida de nuestro ser objetivo. Tal descubrimiento

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