Ensayo Sobre Corea

Corea del Norte nos ha demostrado una vez más la incongruencia contra natura en la que se ha convertido el comunismo, al menos su particular forma de interpretarlo: en una monarquía absoluta hereditaria -juche llaman a su ideología-. Y es que, a pesar del misterio y el secreto que rodea Corea del Norte, ya nada puede camuflar la realidad. La verdad no es lo que se inculca machaconamente a los ciudadanos en el interior de los muros de ese gigantesco Estado-prisión, donde todos y cada uno de los súbditos del régimen adoran al Querido Líder como a un Dios y se pelean entre ellos por ver quién es capaz de ofrecer mayores muestras de dolor ante la reciente -y afortunada- pérdida que han tenido. La verdad es lo que se encuentra más allá de los muros y de las torres de vigilancia, algo que se escapa al control de esos militares fanáticos y policías de gulag, algo que se oculta a los norcoreanos, como si todo naciera y muriera en su tierra. Nunca pensé que podría existir un lugar del mundo cuyos habitantes vivieran sumidos en una ignorancia tan exacerbada y consentida. Es algo que, a mí por lo menos, me invita frecuentemente a reflexionar acerca de lo que esconde en realidad el comunismo -si es que eso es comunismo- tras la cortina del camarada proletario y de la hoz y el martillo.

DENVER. Si hablamos con algún coreano de cierta edad, nos contará de la estación de la cebada, que comienza en febrero y se extiende a través de los fríos meses de comienzos de la primavera hasta la primera recolección de la cebada de invierno. Pocos surcoreanos recuerdan ya esos meses de estrecheces, pero para los norcoreanos el hambre en el campo durante esa época del año es muy real.

En los últimos años, la procedencia principal de alimentos del exterior ha sido surcoreana, ya fuera mediante asistencia alimentaria directa (para el problema inmediato) o entregas de fertilizantes, pero este año, con una impaciencia y un enfado que van en aumento en Corea del Sur para con el régimen norcoreano, no hay seguridad sobre los alimentos y los fertilizantes, y algunos analistas de Seúl creen que una arriesgada sucesión política en Pyongyang, combinada con escasez de alimentos en el campo, podría superar la capacidad del régimen norcoreano para afrontarlos.

En los doce últimos meses se ha visto el comportamiento norcoreano más atroz en varios decenios. En marzo del 2010, un submarino norcoreano torpedeó a un barco surcoreano en alta mar y mató a 46 marineros... y hundió cualquier posibilidad de reanudación temprana de las negociaciones para aplicar el compromiso suscrito por Corea del Norte en el 2005 de eliminar todos sus programas nucleares. Las invectivas y provocaciones de Corea del Norte contra Corea del Sur continuaron y, en noviembre, su ejército disparó proyectiles contra una isla surcoreana frente a la línea limítrofe septentrional, que ha servido de frontera entre el Norte y el Sur desde el armisticio de 1953.

Más recientemente, el régimen exhibió con orgullo unas modernas instalaciones de tecnología avanzada para el enriquecimiento de uranio. Según el científico estadounidense que fue invitado a verlas, en contraste con la anticuada tecnología basada en el plutonio, dichas instalaciones parecían ser de vanguardia, lo que confirmó la sospecha de que Corea del Norte no tiene el menor interés auténtico en cumplir sus deberes en materia de desarme nuclear. Cuando se les preguntó por qué no incluyeron esas instalaciones en su declaración de programas nucleares, los funcionarios norcoreanos respondieron jovial -y absurdamente- que se habían construido por entero después del fracaso de las negociaciones nucleares en el 2008.

Los norcoreanos mintieron por escrito, no solo a los Estados Unidos, cosa que han hecho repetidas veces en el pasado, sino también a China, Rusia, Japón y Corea del Sur. Los chinos han instado a los EE. UU. y a otros países a reanudar las negociaciones nucleares, pero saben que lo que ha puesto en peligro el proceso ha sido la perfidia

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