Juan Amos Comenio
Enviado por pedroiglecias • 25 de Agosto de 2012 • 437 Palabras (2 Páginas) • 689 Visitas
Didáctica Magna
Octava edición
EDITORIAL PORRÚA
AV. REPÚBLICA ARGENTINA, 15
MÉXICO, 1998
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Abril 2004
CAPITULO PRIMERO
EL HOMBRE ES LA CRIATURA POSTRERA, LA MÁS ABSOLUTA,
LA MÁS EXCELENTE DE TODAS LAS CRIATURAS
1. Al pronunciar Pittaco, en la antigüedad, su famoso nosce te ipsum, (conócete a ti mismo), acogieron los sabios con tanto entusiasmo dicha sentencia, que para entregarla a la plebe afirmaron que había descendido del cielo, y cuidaron de que fuera inscripta con letras de oro en el frontispicio del Templo de Apolo en Delfos, adonde concurría gran multitud de hombres. Fue prudente y piadoso proceder, pues aunque en realidad era una ficción, se encaminaba a la verdad, que es más clara para nosotros que para ellos.
2. ¿Qué es sino una voz celestial la que resuena en la Sagrada Escritura, diciendo: ¡Oh, hombre, si me conocieras, te conocerías? Yo, la fuente de la eternidad, de la sabiduría, de la bienaventuranza; tú, mi hechura, mi imagen, mi delicia.
3. Te elegí como compañero mío en la eternidad, dispuse para tu uso el cielo, la tierra y todo cuanto contienen, reuní en ti solo cuanto brilla en cada una de las demás criaturas: la esencia, la vida, el sentido y la razón. Te elegí sobre todas las obras de mis manos; subyugué a tus plantas todas las cosas: ovejas, bueyes, bestias del campo, aves del cielo y peces del mar; por igual razón te coroné de gloria y honor. (Salmo 8.) Finalmente, para que nada faltase, me uní a ti, yo mismo, en hipostático lazo, juntando eternamente mi naturaleza a la tuya, como no acaece a ninguna de las criaturas ni visibles ni invisibles. ¿Hay alguna criatura ni en el cielo ni en la tierra que pueda gloriarse de tener a Dios revelado en su carne y mostrado a los Ángeles (1, Tim., 3. 16), no sólo para que estupefactos vean al que deseaban ver (1. Pet., 1. 12), sino para que adoren a Dios, manifestado en carne, al hijo de Dios y del hombre? (Hebr., 1, 6, Juan, 1, 52, Mat. 4. 11.) Entiende, pues, que tú eres el colofón absoluto de mis obras, el admirable epitome, el Vicario entre ellas y Dios, la corona de mi gloria.
4. ¡Ojalá todas estas cosas queden esculpidas, no en las puertas de los templos, ni en las portadas de los libros, ni en los ojos, lenguas y oídos de todos los hombres, sino en sus corazones! Ciertamente hay que procurar que todos aquéllos que tienen la misión de formar hombres hagan vivir a todos conscientes de esta dignidad y excelencia y dirijan todos sus medios a conseguir el fin de esta sublimidad.
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