La Columna De Hierro
Enviado por xolos.karin • 18 de Enero de 2013 • 8.643 Palabras (35 Páginas) • 360 Visitas
El poder y la ley no son sinónimos. La verdad es que con frecuencia se encuentran en irreductible oposición. Hay la Ley de Dios, de la cual proceden todas las leyes equitativas de los hombres y a la cual deben éstos ajustarse si no quieren morir en la opresión, el caos y la desesperación. Divorciado de la Ley eterna e inmutable de Dios, establecida mucho antes de la fundición de los soles, el poder del hombre es perverso, no importa con qué nobles palabras sea empleado o los motivos aducidos cuando se imponga.
Los hombres de buena voluntad, atentos por tanto a la Ley dictada por Dios, se opondrán a los gobiernos regidos por los hombres y si desean sobrevivir como nación, destruirán al gobierno que intente administrar justicia según el capricho o el poder de jueces venales.
CICERÓN
Marco Tulio Cicerón, fue un personaje polifacético: poeta, orador, amante, patriota, político, esposo y padre; amigo, autor, abogado, hermano e hijo, moralista y filósofo. Cicerón fue un ser humano, así como un político, un abogado y un orador.
Fue atacado como reaccionario y como radical según quién lo atacaba o qué camino seguía. Fue acusado malévolamente de vivir en el pasado y no en esta época moderna y dinámica, e igualmente se le atribuyó el violar ciertos puntos de la ley y emplear métodos abusivos. Para algunos estaba en contra del progreso y para otros era demasiado conservador.
Marco Tulio Cicerón dio un respingo cuando su médico le puso sobre el pecho el emplasto caliente y, con la voz más bien regañona de un medio inválido, preguntó:
¿Qué es esta porquería?
–Grasa de buitre, contestó el médico con acento orgulloso. A dos sestercios el bote y garantizada para aliviar toda inflamación. Los esclavos removieron las brasas del calentador y Marco Tulio se estremeció bajo las mantas. Sobre sus pies le habían puesto un cobertor de pieles, pero él seguía sintiendo frío.
Dos sestercios, ¿Qué ha dicho la señora Elvia? Sonriéndose por esta acción, ya que Elvia es muy ahorrativa.
No lo sabe- contesto el médico. Esta grasa se la he comprado a otro médico –contestó el galeno con un leve tono de reproche. La señora Helvia hace todo lo posible para no tener que tratar con comerciantes. Si esto lo hubiera tenido que comprar en una tienda, me habría costado cinco sestercios y no dos.
A lo que el señor tulio contesto que esos dos sestercios iban a ser agregadas a la lista de gastos domésticos, una esposa ahorrativa es algo excelente; pero yo, como esposo, en cierto modo estoy resentido de que me enumeren entre los orinales y el queso de cabra. Yo mismo lo he visto. Tosió fuertemente y el médico se sintió complacido.
Tulio escucho pasos, que venían hacia él, y de inmediato hizo como que dormía, a lo que su padre le dijo que cuando se levantaría, el médico, en son de disculpa le contesto al padre de tulio, quien llevaba el mimo nombre, que este dormía.
¿Cómo se encuentra mi hijo?
–Se va reponiendo, amo.
El viejo se inclinó sobre la cama.
–Ahora que lo pienso –comentó–, mi hijo se mete en cama cada vez que la señora Helvia se pone muy dominante, ¡y eso que está embarazada!
¿Qué opinas de esto, Felón?
El médico sonrió discretamente y se quedó mirando a su paciente, al que se suponía dormido.
–Hay naturalezas amables –contestó con diplomacia–, y a menudo la retirada es un medio de asegurarse la victoria.
–Me han dicho que a la señora Helvia han tenido que llevarla apresuradamente al lecho. ¿Es inminente el nacimiento del niño?
–Puede nacer cualquier día de éstos –respondió el médico, preocupado–. Iré a verla enseguida. Salió apresuradamente de la habitación. El padre de tulio se acerco a él diciéndole, hijo mío, sé que no estás dormido, tu esposa está a punto de dar a luz, no trates de disimular, tú nunca has roncado. Ordenando a los esclavos que trajeran a la brevedad una ropa de pieles para su hijo, y obligando a su hijo en ir a ver a su mujer, tomándolo del brazo caminaron juntos por entre las paredes frías de la casa, al llegar a la habitación donde se encontraba su esposa marco tulio esposo agrego, ¿Ha nacido ya la criatura? ¿No? Entonces ¿cómo vamos a saber, Lira, si es niño o niña y ha de usar ropa pueril o una rejilla? Marco tulio padre ordeno a lira que abriera la puerta de inmediato, ya que estaba por nacer su nieto, al entrar marco tulio esposo, le dijo a helvia que estaba con ella a su lado porque era lo que debía hacer un esposo, recalcándole que se había levantado de su lecho de enfermo. Helvia pertenecía a los helvios, una familia noble. Con poco esfuerzo y contusión nació el niño, el 3 de enero del año 648 de la fundación de Roma, hijo de Marco Tulio Cicerón y de Helvia, su joven esposa, y como es natural le fue impuesto asimismo el nombre de Marco Tulio Cicerón.
Las cosas en la casa se habían tornado un poco difíciles ya que marco tulio abuelo, se quejaba de que lo llamaran “el viejo”, razón por la cual helvia pensaba que no era razonable la actitud del abuelo ya que esta había dado su consentimiento para que su nieto llevara el mismo nombre, Helvia llevaba el bastón de mando, aunque hay que reconocer que lo usaba con gran moderación. Raramente se hallaba de mal genio y nunca estaba enfadada del todo. Tulio pensaba a veces que Helvia veía las cosas igual que las ve un animal en calma, aceptándolo todo con sencillez y sin maravillarse, teniendo apetitos directos y esperando que los hombres y animales fueran buenos y se comportaran bien en todo momento.
Tulio había vivido siempre ensimismado, como recluido en silencio. Pero se sentía solitario. Y se volvió esperanzado hacia su hijito, que tenía su rostro y su expresión reflexiva. La familia no vivía propiamente en Arpinum, pero gozaba con sus habitantes de la franquicia de Roma y, por ende eran, ciudadanos romanos. Gozaban de una vista sobre el arroyo Fibrenus, en el lugar donde desembocaba en el Liris, y de la isla en que vivían, que era propiedad del abuelo y éste hacía cultivar. La isla tenía una forma extraña, como de un barco con sus velas abiertas atrapado en las aguas, esta comarca no tenía nada de los violentos colores de la Italia del sur ni de su alegre, exuberancia. Las personas eran más tranquilas y frías y hablaban de Roma desdeñosamente como de un charco políglota. Aquí seguía viviendo el espíritu de Cincinato y la República.los habitantes decían que los senadores romanos vivían violando constantemente la constitución, lo que es conocido como el famoso populacho urbano. El pequeño Marco, aunque delgado como su padre y sujeto a inflamaciones, había andado solo a la prodigiosa edad de ocho meses y a los dos años ya poseía un formidable vocabulario.
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