La Divina Comedia
Enviado por marana15 • 26 de Mayo de 2012 • 1.679 Palabras (7 Páginas) • 1.727 Visitas
Introducción
“La Divina Comedia” es un poema épico escrito por Dante Alighieri, se trata de una alegoría en la que el hombre, enfrentado a sus propios pecados y tras asistir a la paulatina purificación de los mismos, alcanza en plena liberalización espiritual, la contemplación del origen y fuente de todo saber y toda perfección.
En el presente informe se tratará de exponer la figura que Beatriz ocupa en “La Divina Comedia”, para ello, se analizará con profundidad las características y particularidades de dicho personaje, resaltando la relación que Beatriz tiene con Dante y lo que significa ella para él, tanto en la obra como en la vida real. Además se tendrá en cuenta textos de distintos autores críticos que serán participes como complemento de este informe.
Desarrollo
Para iniciar el informe se mencionó que “La Divina Comedia” es una alegoría, por lo tanto, podemos decir que, es una obra alegórica, porque asiente la historicidad de la Biblia pero a la vez considera estos hechos como providenciales, por ese motivo serían susceptibles de múltiples interpretaciones encaminadas a aleccionar a los fieles. Además es una obra polisémica, porque en su sentido literal es alegórico – moral o anagógico, asimismo se combinan varios estilos, el Stil novista (heredado de la poesía stil novista italiana por Guido Calvacanti), el estilo escolástico – esnogástico, y la experiencia de la poesía amorosa.
Si bien en “La Divina Comedia” se mencionan las experiencias y saberes religiosos, políticos y culturales. La verdadera inspiración de la Comedia tiene como detonante un asunto privado de la vida de Dante. Corría el año 1274, y en un cumpleaños Alighieri conoció a Beatriz Portinari, una niña muy delicada de ocho años (él tenía nueve), de quien se enamora. Pasarán diez años antes de que vuelvan a verse. Pero para entonces Beatriz ya se encuentra casada, y la muerte la sorprenderá poco tiempo después, a los veinticinco años.
Descrita así no parece más que una anécdota irrelevante, normal en la vida de cualquier persona. Pero para el poeta, este acontecimiento nefasto tiene una profunda implicancia. Es entonces cuando se propone erigir una obra que se convertirá en una especie de summa de la teología de la edad media, así como de su cultura en general. La llamará “Comedia”, porque termina bien. Unos años después, a partir del siglo XVI, sus admiradores y críticos le agregararán el adjetivo “Divina”.
Siguiendo a Harold Bloom, podemos exponer que la gran originalidad de Dante, es la figura femenina de Beatriz que representa de algún modo a la Virgen María, y es quien intercede entre Dios y Dante. Éste exalta la figura de Beatriz, que, de ser una imagen de deseo, se sublima hasta alcanzar una categoría angelical y convertirse en un elemento crucial en la jerarquía de salvación de la Iglesia. En un estudio que realizó Williams “La figura de Beatriz (1943)” (mencionado en el texto de Bloom), se sostiene que el gran escándalo del logro de Dante es la invención espectacular de Beatriz. Ella es la firma de la originalidad de Dante, y el hecho de colocarla en el mismísimo engranaje de la maquinaria cristiana de salvación es el acto más audaz del poeta a la hora de transformar su fe heredada en algo mucho más propio.
Cuando uno lee Dante o Shakespeare, experimenta los límites del arte, y entonces descubre que los límites se han roto o se han ampliado. Dante traspasa todas las limitaciones de un modo mucho más personal y manifiesto que Shakespeare, y se cree más sobrenatural que éste, trasciende la naturaleza de una manera tan propia como singular y característica es el naturalismo de Shakespeare. Donde los dos poetas se desafían mutuamente es en sus representaciones del amor: Beatriz.
La Beatriz de la Comedia ocupa una posición en la jerarquía celestial que resulta difícil de comprender. No hay líneas maestras que nos ayuden a entenderlo; no hay nada en la doctrina que exija la exaltación de esta concreta mujer florentina de la que Dante cae enamorado para siempre. El comentario más irónico a ese enamoramiento lo realiza Jorge Luis Borges en << El encuentro en un sueño >> (Nueve ensayos dantescos, 1982):
“Enamorarse es crear una religión cuyo Dios es falible. Que Dante profesaba una admiración idólatra por Beatriz es una verdad que no cabe contradecir; que una ocasión ella se burló de él y en otra le desairó son hechos que registra Vita Nuova. Hay quien mantiene que estos hechos son imágenes de otros; ello, de ser así, reforzaría aún más nuestra certidumbre de un amor desdichado y supersticioso.”
Borges, al menos, devuelve a Beatriz a su condición original de “encuentro ilusorio” y a su enigmática otredad para todos los lectores de Dante: “Infinitamente existió Beatriz para Dante; Dante existió muy poco, quizá nada en absoluto, para Beatriz. Nuestra piedad, nuestra veneración, hace que olvidemos esa desarmonía digna de lástima, que fue inolvidable para Dante.” Poco importa que Borges proyecte su pasión irónicamente absurda por Beatrice Viterbo (en su relato cabalístico “El Aleph”). Lo que astutamente subraya es la escandalosa desproporción entre lo que Dante y Beatriz pudieron experimentar juntos (casi nada) y la visión de Dante de su apoteosis mutua en el Paraíso.
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