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La Iliada


Enviado por   •  4 de Noviembre de 2014  •  1.893 Palabras (8 Páginas)  •  195 Visitas

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Los troyanos se encuentran detrás de las murallas de su ciudad; los griegos han construido un campo fortificado en derredor, delante de los muros de Troya; han varado sus barcos en la playa o bien los han anclado cerca de ella. Entre la ciudad y el campo de los griegos se encuentra una especie de tierra de nadie donde se desarrolla casi todo el combate. Cerca de diez años han transcurrido desde el comienzo de la guerra. Ahora, el campo griego está animado por viva agitación, porque Aquiles y Agamenón discutieron, y Aquileo retiró sus tropas; él mismo permanece enfadado en su tienda. La fhadre de Aquileo es justamente aquella Tetis a quien se le hizo el banquete de bodas, hace ya muchos años, y que fue el ori­gen del conflicto. Tetis no podía soportar ver a sus hijos desgraciados, por lo que ruega a Zeus que castigue a Agamenón, y el dios envía un mensajero a Héctor, el más valiente de los troyanos, y le promete grandes victorias sobre los griegos. Enardecidos por este aliento, los troya-nos avanzan fuera de los muros de su ciudad; mientras Héctor y Paris se acercan a los guerreros griegos, advierten a Menelao, el de los cabellos rubios, que conduce su ejército a través de la llanura. Héctor reprocha a Paris haber provocado esta gran guerra, consecuencia del rapto de Helena. Paris propone decidir la cuestión con un combate cuerpo a cuerpo con Menelao. Héctor ordena a su ejército hacer alto, y los heraldos proclaman el desafío. Todos se ponen de acuerdo para declarar victorioso al bando de aquel que venza en el duelo. Ambos ejércitos se han dispuesto para contemplar el espectáculo de la lucha a muerte entre Paris y Menelao. Paris se arroja contra Menelao con su larga lanza de punta aguda, pero ésta resbala en el escudo con que se protege Menelao. El Espartano arroja su lanza con fuerza, perfora el escudo de Paris, y a través del escudo, la coraza; pero Paris salta y no sufre mal alguno. Entonces Menelao, el de los cabellos rubios, se lanza sobre Paris y le rompe en el casco su hermosa espada. Exasperado, atrapa con las manos el casco del príncipe troyano, que arro­ja a tierra. Pero Afrodita protege a su favorito: lo rodea de una nube negra y lo transporta detrás de los muros de la ciudad. De esta manera, la guerra habría terminado, si los dioses no hubieran decidido otra cosa. Hera, furiosa con Zeus por haber salvado a Troya de la destrucción, lo hostiga, hasta que el dios con­siente en dejar que la guerra continúe. Los troyanos tienen de su parte a Apolo, el arquero, y a Ares, el dios de la guerra. No obstante su valor, los griegos se ven rechazados por los troyanos hasta sus navios. Sintiendo la ausencia del poder de Aquileo y de sus hombre, el rey Agamenón le hace ofrecimiento de paz y le promete numerosos presentes. Aquiles rehusa a todo y permanece en su tienda. Los troyanos, con el apoyo de Zeus, logran nuevas victorias. Agamenón, Ulises y Diomedes resultan heridos. Los griegos, perseguidos por los troyanos, se ven obligados a abandonar sus posiciones, y se llega a combatir en torno de los mismos navios. En ese momento, Patroclo, el amigo más querido de Aquiles, le suplica que conduzca sus hombres contra el enemigo. Aquiles se niega, pero permite a Patroclo que vista su armadura. Patroclo, a la cabeza de las tropas de Aquiles y llevando su armadura, alcanza a las tropas griegas y hace retroceder a los troyanos hasta las defensas de su ciudad. Delante de los muros de Troya, Héctor se bate con Patroclo, lo mata, le quita la gloriosa armadura de Aquiles y lo abandona. Los guerreros acuden a recoger el cuerpo de su camarada, y la lucha recomienza con violencia. Cuando Aquiles se entera de la muerte de su amigo, grande es su desesperación y terrible su cólera; sin armadura, se precipita a ayudar a los hombres a conducir al campo el cuerpo de Patroclo. Tetis, la madre de Aquiles, pide al herrero de los dioses, Hefesto, que haga una nueva armadura para Aquiles. El dios trabaja con ardor y forja un gran escudo hecho de cinco capas de metal y ricamente adornado de oro y plata; hace una coraza más reluciente que el resplandor del fuego, un casco con cimera de oro y dos grebas de dúctil estaño; Aquiles viste la armadura que le da Tetis, se reconcilia con Agamenón y se apresta a conducir a los guerreros griegos al campo. Puesto que Agamenón ha rendido homenaje a Aquiles, Zeus retira la protección que había acordado a Troya; así, en esta guerra, los dioses lucharon tanto como los hombres. Ares, el dios de la guerra; Apolo, el arquero; Afrodita, la alegre; y Artemisa, la diosa de los arqueros, estaban de parte de los troyanos. Poseidón, el dios del mar; Hermes, el mensajero; y Hefesto, el herrero, asistían a los griegos. Los troyanos, aterrados por la llegada de Aquiles, suplican a Héctor que se retire detrás de los muros de la ciudad, pero Héctor no quiere dejarse intimidar. Nuevamente la batalla estalla con violencia. Alentados por Aquiles, los griegos rechazan a los troyanos hasta las puertas mismas de la ciudad, que se abren para dejarlos entrar; los griegos también estuvieron a punto de lograrlo, pero entonces Apolo infunde gran valor a Agenor, un valiente guerrero troyano, que se adelanta para medirse con Aquiles. La lanza de Agenor rebota en la armadura de Aquiles, pero cuando éste, a su vez, emprende el ataque, Apolo hace desaparecer al bravo Agenor para ponerlo a salvo, y el dios mismo

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