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RESENCION DE LA OBRA EL PRINCIPE DE MAQUIUAVELO


Enviado por   •  18 de Septiembre de 2013  •  1.628 Palabras (7 Páginas)  •  368 Visitas

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RESENCION DE LA OBRA

“EL PRINCIPE”

INDICE.

I. RESUMEN.

II. CONTEXTUALIZACION DEL AUTOR Y LA OBRA.

III. JUICIO CRÍTICO DE OTROS AUTORES.

IV. CONCLUSION.

INTRODUCCION

Obra escrita durante 1513 y publicada por primera vez en 1532, cinco años después de la muerte de su autor. Dedicada a Lorenzo de Médici, donde el autor reflexiona a lo largo de veintiséis capítulos acerca de las cualidades necesarias para que un gobernante o “príncipe” asegure su poder.

I. RESUMEN.

En los primeros capítulos clasifica los tipos de principados, según su opinión, y las características y exigencias de cada uno, que determinan las medidas a tomar por el nuevo gobernante para garantizar su poderío. Estos principados son los hereditarios –que son los mas fáciles de conservar- y los nuevos, que sino son del todo nuevos, se llaman mixtos. Estos dos últimos se caracterizan por la forma de adquirirse y que puede ser: por medio de las armas propias y talento personal –que son los mas seguros-, por medio de armas y fortunas de otros –que son inseguros-, por medio de crímenes y los últimos que son por medio del favor de los conciudadanos, que es llamado principado civil y que es impuesto ya sea por el pueblo o por los nobles, según que la ocasión se presente a unos o a otros. Concluye que un príncipe debe vivir en la nueva provincia para asegurar la posesión al identificar desórdenes a tiempo, integrar colonias y desaparecer por completo a la dinastía derrotada para evitar levantamientos, además de cuidarse de extranjeros poderosos que puedan intentar una sublevación.

Respecto a los tipos de gobiernos, considera dos: los asistidos por siervos, donde el príncipe tiene mayor autoridad y le serán fieles si no los oprime, y el asistido por nobles, siempre fáciles de sobornar por su descontento; el consejo al gobernante es recordar que no puede cambiar a todos sus súbditos, pero sí puede cambiar o crear nuevos nobles.

Para gobernar plenamente a una ciudad o principado que antes de la conquista se regía por sus propias leyes, contempla tres reglas: primero, destruirlo; después, radicar en él; finalmente, regirlo por sus propias leyes, obligarlo a pagar tributo e integrar un gobierno con pocas personas de entre sus mismos ciudadanos. El gobernante que menos confía en la suerte conserva mejor su conquista. Imponer nuevas leyes es difícil y peligroso, por lo que debe hacerse con habilidad. Es fácil convencer al pueblo de algo, pero difícil mantenerlo en la convicción. El príncipe nuevo debe deshacerse de enemigos, conquistar amigos, hacerse amar o temer de los súbditos, hacerse respetar y obedecer por sus ejércitos, disolver milicias infieles, reemplazar antiguas leyes y conservar la amistad de los poderosos. Para conservar el poder, los actos criminales deben ejecutarse de una sola vez para evitar intranquilidad y desconfianza.

Las fuerzas de todos los principados se miden en base: si un príncipe posee un Estado tal que pueda, en caso necesario, sostenerse por si mismo, o si tiene, en tal caso, que recurrir a la ayuda de otros, y esto ultimo puede ser fatal para el principado. Se considera capaces de sostenerse por si mismos a los que, o por abundancia de hombres o de dinero, pueden levantar un ejercito respetable y presentar batalla a quienquiera que se atreva a atacarlos; y se considera que tienen siempre necesidad de otros a los que no pueden presentar batalla al enemigo en campo abierto, sino que se ven obligados a refugiarse dentro de sus muros para defenderlos.

También existen los principados eclesiásticos, respecto a los cuales todas las dificultades existen antes de poseerlos, pues se adquieren o por valor o por suerte y se conservan sin el uno ni la otra, dado que se apoyan en antiguas instituciones religiosas que son tan potentes y de tal calidad que mantienen a sus príncipes en el poder sea cual fuere el modo en que estos procedan y vivan.

Estos son los únicos que tienen Estados y no los defienden; súbditos y no los gobiernan. Y los Estados, a pesar de hallarse indefensos, no les son arrebatados, y los súbditos, a pesar de carecer de gobierno, no se preocupan, ni piensan, ni podrían sustraerse a su soberanía. Son, por consiguiente, los únicos principados seguros y felices.

Los cimientos indispensables a todos los Estados nuevos, antiguos o mixtos, son las buenas leyes y las buenas tropas.

Las diferentes clases de tropas con que un príncipe defiende su Estado son propias (las mas seguras), mercenarias, auxiliares o mixtas (todas estas, inseguras).

Si el príncipe posee un Estado, se sostiene a sí mismo con un ejército respetable e integrado por sus propios súbditos, y una ciudad bien fortificada. Sólo los principados eclesiásticos pueden prescindir de la milicia, pues su poder radica en la religión. El príncipe sólo debe preocuparse por su ejército, pues no debe delegar su control en nadie. En tiempos de paz, debe ejercitarse con la acción y con el estudio.

Entre las cualidades de un gobernante, aquellas apreciadas entre el común de la población generalmente resultan ineficaces

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