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Resumen La Quntrala, Raul Montenegro


Enviado por   •  21 de Abril de 2019  •  Resumen  •  4.431 Palabras (18 Páginas)  •  256 Visitas

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FICHA DE LECTURA TEXTOS LITERARIOS QUINTRALA

Título:

La Quintrala

Autor/a:

Raúl Montenegro Lillo

Primera edición y reediciones:

Al parecer, la única edición que existe es la que se encuentra en esta ficha.

Edición fichada:

Editorial Central

Portada (descripción imagen, autor/a):

La única portada que encontré del libro fue el fondo rojo, una mujer vestida elegante con un látigo a punto de golpear a un indígena. Ambos dibujados con trazos notorios en blanco y negro. El título blanco del mismo tamaño que los dibujos. El nombre del autor, escrito con negro, más pequeño en la parte de arriba.

Paratextos (prólogos, epílogo, notas aclaratorias, solapa, contrasolapa, agradecimientos, dedicatorias etc.):

Prólogo: “América ya había descubierto a Europa. La Conquista había traído la Cruz con la Espada, y más espada que cruz. América indígena había asimilado las matanzas de Cortés y el asesinato del Inca por Pizarro, y en cada poblado se sabía que tras la cruz del blanco se asomaban la codicia y la destrucción. Cuando Carlos V, cansado de la vida terrenal, se retiró a Yute en señal de humildad y apeo a la pura vida del alma, los lineamientos de la Conquista eran ya definitivos. Desde su basto imperio, donde nunca se ponía el sol, como le gustaba proclamar en la época de sus realizaciones imperiales, cuando la corona de Carlomagno era el blanco hacia el cual apuntaba la flecha tensa de sus sueños de César, los bajeles reales se lanzaban a la mar con su carga de aventura y aventureros, e iban a tierras nuevas, donde los maltrechos señores de casta pensaban reparar sus fortunas, y hacerles quienes no la tenían y no pensaban en otra cosa, y saciar su sed de mundos distintos y aventuras insólitas aquellos cuyo corazón era puro y se hastiaban ya del grillete vivo que era siempre la Europa en guerra por un sí o por un no. Extendido el imperio de Carlos hasta la misma Alemania, de Alemania partieron los también señores de fortuna sin fortuna hacia las tierras de Occidente; y además funcionarios encargados de administras las fabulosas riquezas naturales y vivas que colmaban las tierras nuevas, que proveían las raras especies, los minerales increíbles, y los esclavos y el perdón del olvido para las fechorías acumuladas vaya a saberse desde cuando en el alma de tantos. América era la paz, los nuevos honores, el enclaustramiento que permitía nacer de nuevo con nuevos nombres y nueva sangre, como si nada hubiese pasado, como si allí comenzase una nueva etapa de la vida de los hombres. Y entre los muchos a quienes Carlos V envió como sus administradores figuraban en el tronco de la que habría de ser después, en Chile, una de las familias más poderosas: los Lisperguer, ducales descendientes de Sajonia-Wittenberg, que habían de fundirse muy pronto en tierra araucana con sangre de caciques, familia trágica cuyos rebrotes pueden seguirse aun en la vida chilena y cuya culminación fuera Catalina de los Ríos y Lisperguer, la famosa Quintrala. Culminación del crimen y del horror, síntesis de cuanto ya habían hecho sus antepasados, sus fechorías fueron tal exponente de crueldad y espanto como no se conoce nada parecido en la historia. Corría el siglo XVII…

Tiempo referencial (qué período de la vida de la Quintrala abraca la novela):

“menor de treinta años”. No da más referencia el texto acerca de su edad.

Tipo de narrador (es):

Omnisciente.

Resumen del argumento (un párrafo):

Una serie de muertes son llevadas a cabo por la hermosa Catalina de los Ríos, quien debido a su acaudalada familia, se encarga de que estos crímenes jamás vean la justicia. Mientras que a toda costa tanto los indios, como un padre, o un cirujano que son víctimas directa de su violencia buscan como hacer que ella pague por lo que hizo.

Resumen por capítulos (muy breve):

Capítulo 1: Muere Manuel Cuchillo. Alcopilla debido a las muertes y la injusticia de la ama Catalina, decide vengarse y matarla con un grupo de indios. Al verla acercarse montada en caballo, la venganza se detiene.

Capítulo 2: Alcopilla visita al padre Lorenzo para contarle lo ocurrido y que detuviera las fechorías de la Quintrala. El padre Lorenzo decide visitarla, inculpándola por la muerte de Cuchillo. Catalina envía un esclavo a que lo mate de regreso a su iglesia, lo que solo quedó en una puñalada, debido a que Alcopilla intervino.

Capítulo 3: La Quintrala castiga a la india Micaela mientras Alcopilla y Juan Cesto se encargaron de llevar al padre Lorenzo al cirujano. Los indios tenían sus esperanzas puestas en él para que detuviera a la Quintrala, mientras ella no sabía que el padre Lorenzo seguía con vida.  

Capítulo 4: Catalina y los capataces decidieron ir a Santiago, debido a unos asuntos que ella debía arreglar. En una conversación del padre Lorenzo con el cirujano Bernardo, él revela cómo Catalina había asesinado a su padre por medio de los tóxicos que él preparaba. Para comprar su silencio, Catalina y él fueron amantes por unos meses, hasta que decidió salir de la hacienda de ella y buscar trabajo en otro lugar. Averiguó lo que podría hacer si la acusaba, pero la justicia estaba a favor de ella.

Capítulo 5: Catalina y Juan de Zúñiga y Alcovendas se conocen en la iglesia. Él formaba parte del Consejo de Indias en España, y fue enviado para investigar las injusticias en torno a la familia Lisperguer. Sin embargo, luego del encuentro en la iglesia, a Juan le atrae Catalina, y deciden reunirse a medianoche para desencadenar de manera más íntima este encuentro.

Capítulo 6: Catalina y Castillo y Galvéz tuvieron un encuentro amoroso, repleto de amenazas por parte de él, mientras temía que el quitaran toda la confianza y todo lo logrado a través de Catalina. Por otra parte, Zúñiga se reunió con el padre Lorenzo y el cirujano Bernardo para discutir los acontecimientos más graves de la Quintrala, como el asesinato de su padre.

Capítulo 8: El padre Lorenzo y el cirujano Bernardo fueron reconocidos por Salvador, por lo que decidieron ir a visitar a Catalina, quien no los recordaba. Ella invitó al padre a comer en la noche, a quien evidentemente quería matar.

Capítulo 9: El padre Lorenzo llegó puntual donde Catalina, quienes cenaron y conversaron. El plan era que Salvador lo esperaría fuera de la hacienda. Ella le pidió consejo sobre las acusaciones acerca del asesinato a su padre, sin embargo, en medio de este acto de cinismo, Zúñiga visitó a Catalina para aclarar su corazón y su mente. Finalmente él espero a su acompañante a la salida, Salvador no pudo matar al padre Lorenzo y junto con el doctor fueron caminando tranquilamente hacia su posada.  

Capítulo 10: Salvador se reúne con Castilla y Galvéz, por lo que pierde la oportunidad de asesinar al padre Lorenzo. Castilla y Galvéz que visita a Catalina en su morada, le comenta ver a Zúñiga con Águeda, su enemiga actual. Catalina mientras pensaba en lo ocurrido, se azotó.

Capítulo 11: Catalina le cuenta las nuevas noticias a Rudulfo, como la aparición del cirujano. Mientras, Salvador se esconde por no poder cumplir con lo que le pidió su ama. Después de varias semanas de insistir, Catalina se reunió con Zúñiga a quien increpó por verlo con Águeda de Sarabia. Todo terminó en una noche de vino y pasión. Por otro lado, el padre y el cirujano ya estaban aliados con Zúñiga, quien iría hasta la misma Real Audiencia para robar los archivos que entablan relación entre los Lisperguer y los funcionarios del rey. Pero Zúñiga decidió visitar el lecho de Catalina esa noche, el cual no podía abandonar tan fácilmente. Mientras tanto, Castilla y Salvador inventaron una historia para desacreditar a Zúñiga que curiosamente no estaba lejos de la verdad, lo que provocó que Catalina lo asesinara. El cirujano y el padre, junto con Salustio, el sirviente de Zúñiga, lo esperaron en vano en la plaza, y los encontró la guardia.

Capítulo 12: Luego de pasar la noche dando explicaciones a la guardia, Rudulfo reconoció al médico y lo dejo encarcelado, por lo que el padre y Salustio se dirigieron a la posada para tener noticias de Zúñiga. Catalina engaña a Salvador y Castilla para que se matasen, lo que finalmente hacen. Decide irse al otro día a la Ligua, sin remordimientos, y feliz porque había matado finalmente a los hombres que odiaba.

Caracterización del personaje Quintrala (atributos físicos y psicológicos, con número de página).

Físico:

“(…) su talle esbelto,  su planta de hembra hermosa, su tez extrañamente pálida, de reflejos mates, increíbles, y su pelo negro con reflejos rojizos, tan extraños como los de su rostro. Y sobre todo los ojos, más negros que los mismos ojos que tanto había visto en su patria y en tantos caminos, ojos de una pasión devoradora, imperiosos, capaces de tantas cosas que no podía imaginar. Recordaba aun el extraño aleteo de la nariz cuando el mendigo le imploraba, sudoroso, y un gesto del pie ya dispuesto para pegar, que se detuvo cuando lo vio a él al lado del mismo mendigo, y entonces el furor y el encanto se apoderaron de aquella alma y durante un instante no supo qué hacer (…)” (p.73)

Psicológica:

“No hay nada que hacer contra ella. Se las entiende con toda la justicia de Chile, y bien que s las entiende. Mató a su propio padre, y nada le han hecho. ¿Qué podrías tú contra la Quintrala?” (p.12)

“No necesitaba mucho para comprender que era una poseída por Satán, y que su soberbia y maldad eran dos horribles castigos, tanto para ella como para los demás” (p.21).

“Todo era frío y mecánico en ella, y el padre Lorenzo lo advirtió en el acto. Advirtió que todo lo que ella quería que él le dijese era una cantidad para entregársela y quedarse tranquila” (p.21)

“Ya empezaba a violentarse. Se le hinchaba la gruesa vena de la frente, y un ligero sudor le brotaba de las manos y las sienes. Se conocía muy bien, y sabía que estaba por perder la paciencia” (p.22)

“Y cuando pensaba que el ama o tenía treinta años, y que sus indígenas, en gran parte al menos, eran mayores que ella y ésta les tenía en servidumbre de segunda vida, le espantaba el destino de aquellos infelices, sin protección, sin bienes, despojados de todo en su propia tierra.” (p.28)

“A cada golpe, la Quintrala sentía que aumentaba su ansia de sangre y muerte, como si de allí recibiese su alimento” (p.37)

“Sabía que era hermosa, claro, y la tenía por buena, aunque a veces no dejaba de pensar en su herencia materna, en su terrible madre, matadora de su propio padre, y me parecía advertir algo extraño en su mirada” (p.48)

“Sentía toda la fuerza de su poder, u despreciaba sin tapujos a aquel mundo servil y cortesano, incapaz de ordenarla en alta voz con la misma sinceridad con que la condenaba en su corazón” (p.56)

“Así era ella, el placer la doblegaba, la presencia de un hombre fuerte, más fuerte que ella, de un hombre capaz de no temerle y de hablarle de igual a igual, la ponía en orden y tranquilizaba, tal vez como así comprendiese que no estaba sola en el mundo, y como si toda su crueldad no fuese más que el estallido de su consciencia de estar sola, pues nadie podía más que ella (…) y entonces a ella la hacía feliz rendirse, recibir el primer futazo del poder del hombre sobre ella, y gozar el martirio de la carne, que subrayaba la entrega de su alma y precedía al goce de su cuerpo, ese goce en el cual se fundía al hombre como única llamarada de su ser (…)”. (p.85-86)

“Es una mujer salvaje como estos vientos araucanos. Vibra con la misma intensidad, y luego se apaga con el mismo ardor desfalleciente, que solo espera recobrarse para volver a empezar” (p.99)

Principales personajes caracterizados (nombre y función):

Alcopilla: “Alcopilla miraba al sacerdote y bebía sus palabras para atesorarlas y trasmitirlas letra a letras a los suyos, que le esperaban más desanimados que nunca después de haber comprobado una vez más su propia impotencia. Temía encontrarse con una misión difícil, y, por el contrario, todo era sencillo, cristiano, como le habían enseñado desde niño con el primer catecismo, antes que su ama impusiera en el valle su propio catecismo de horror” (p.19-20).

Padre Lorenzo: “(…) le causaba gracia aquel buen sacerdote perdido en el valle, aquel rostro anguloso al que prefería adivinar mortificado por la falta de placeres antes que por su ascetismo; si, le causaba gracia toda aquella burda pretensión humana erguida frente a su voluntad (…)” (p.25)

Castilla y Gálvez: Amante de Catalina. “Ser amante de una mujer hermosa era perfecto. Y si además era rica, tanto mejor. Por lo demás, él trabajaba, y bien que costaba seguir en sus caprichos y endemoniados negocios a su señora, y mucho más difícil aún era manejar el látigo en La Ligua. Así que Castilla y Gálvez no hallaba motivos valederos de bajar nunca la cabeza” (p.58) “(…) era un segundón venido a menos, para quien América había resultado la salvación. Y luego conoció a doña Catalina y logró que esta se apasionase por él. Y después todo consiguió en ser más astuto que ella, en apoderarse de sus secretos más preciosos, mostrando su habilidad para administrar y conseguir así que ella no pudiese prescindir de él. Y ya habían pasado dos años y nadie había estado tan junto y tanto tiempo al lado de la señora de la Ligua” (p.85)

Juan de Zúñiga y Alcovendas: “hombre de confianza del Consejo de Indias, que se hallaba en Chile en viaje de reposo y estudio. No dejaba de llamar un tanto la atención eso de que viniese a reposar tan lejos de España, cuando no faltaba donde hacerlo en la metrópoli, pero ni era muy inverosímil (…)” (p.60). “(…)cuyo porte y dignidad había llamado enormemente la atención” (p.58) “A la luz del local, don Juan adquiría un aspecto noble, distinguido, y se le veía lleno de fuerza y juventud” (p.66) “(…) descendía de una de las familias más linajudas de España, cuyos títulos antiguos podían rastrearse hasta la mismísima batalla de Covadonga, donde Zúñiga había sido promovido a capitán sobre el campo por el acto de guerra y después de haber eliminado con su espada y sus puños a más de veinte sarracenos que, a favor de un momentáneo desconcierto de las fuerzas ibéricas, habían estado a punto de llegar hasta la tienda del rey(…) A pesar de su juventud, había llegad a Santiago de Chile con instrucciones precisas para investigar a fondo las denuncias de doña Águeda contra los Lisperguer y la corrupción de la justicia que de esa investigación pudiese resultar” (p.71-72)

Salvador: “Salvador era un extraño personaje, mezcla de negro y mulato, que había sido comprado hacía muchos años por don Gonzalo de los Ríos y Encío, cuando el tal Salvador era un niño. Y de niño había jugado alguna vez con Catalina, para convertirse poco a poco, con escándalo de sus padres, en su favorito, en su verdadero amigo. Se es atribuía relaciones íntimas, pero nadie hubiera podido probar nada, como no fueran suposiciones. Salvador amaba a Catalina, la amaba y soportaba. Y por amor a  ella era algo más que su esclavo de derecho, puesto que le pertenecía en cuerpo y alma, en verdad” (p.80)

Espacios caracterizados (ciudades, casas, campos):

La Ligua:

“El fuerte sol del mediodía se derramaba sobre el valle de la Ligua. Hasta donde alcanzaba la vista, solo era posible percibir las leves ondulaciones del valle, las bandadas de garzas posadas sobre azules lagunas, algunos bueyes detenidos que miraban estúpidamente hacia un flanco de ladera tras la cual yacía el pequeño valle de Longotoma (…)” (p.9)

“Cuando le hicieron pasar y se vio solo en la gran estancia de bajo techo y paredes blancas, le resultó un poco difícil, al comienzo, adecuarse a la luz de la habitación. Apenas había terminado de hacerlo y empezado a distinguir los objetos cuando entró la señora, quien se dirigió a su encuentro con leve e irónica sonrisa” (p.21)

“Los últimos reflejos del poniente envolvían al bosque en una luz melancólica, indeciblemente hermosa” (p.27)

“(…) aquel mar de oscuro follaje, al cual solo por alguno que otro claro podía acceder la plateada luz de la luna” (p.29)

Hacienda de Santiago:

“(…) su pequeña torre cuadrada emergía e la muralla que la circundaba como un dragón protector (…) Reconoció inmediatamente la pequeña puerta del jardín, cerrada y sin reja, de pesada madera, de la cual sobresalían altos cipreses”. (p.73-74)

“Un gran crucifijo iluminaba el ambiente iluminado; aquí y allá tapices, un diván de raras patas salomónicas, una amplia alcoba de fono, cubierta con un baldaquino de damasco puro, alguna repisa cubierta por una curiosa mezcla de libros y perfumes. La luz provenía de unas hanchones empotrados en las paredes, y su resplandor proyectaba extrañamente la sombra del caballero sobre las alfombras de incalculable valor que cubrían el piso a pesar de que estaban en pleno verano”  (p.75)

“Era un gran patio cuadrado, sobre el cual daba de lleno la luna y proyectaba las sombras de los grandes árboles que lo flaqueaban, cuyas hojas, mecidas apenas por el viento se reflejaban extrañamente en el suelo”. (p.114)

Crímenes y procesos judiciales aludidos de manera explícita.

Asesinato de Manuel Cuchillo:

“Unos cuantos fueron a ver. Manuel Cuchillo yacía en tierra boca abajo, y era inútil darle vuelta y mojarle. El cuerpo se le había endurecido, y la sangre que le fluía de la espalda y la cabeza formaba un extenso charco en su torno, como si manase de un surtidor, y reducía a pingajos la tela con que le había cubierto la caridad de sus compañeros” (p.10)

Versión de la Quintrala de este asesinato:

“Ibas a dar mi nombre, padre. ¡Ya lo sé! ¡No es la primera vez que estos indios malvados y borrachos se ensañan conmigo! Imaginad que llego ayer sobre el mediodía al pie del valle para vigilar de cerca sus trabajos, y les encuentro holgando y bebiendo. Y llego, y nadie me saluda y casi ni advierten que allí está el ama. Me apeo entonces y llamo al capataz, el tal Cuchillo, quien se me acerca con una botella de aguardiente en la mano y se me ríe en las narices. Me pongo frenética (reconozco que soy de natural violento) y le increpo. Alguien me empuja, me vuelvo y azoto al atrevido, que se engancha, y el futazo le da en pleno rostro a Cuchillo, que sangra. No puedo soportar la sangre, monto y me alejo. Y eso es todo, padre. ¿De qué habría de acusarme?” (p.24)

Versión del padre Lorenzo de este asesinato:

“Solo me atrevo a decir, con vuestras palabras, que vuestra fusta lo mató. Y vuestra fusta pendía de vuestra mano, y vuestra mano de vuestra voluntad. Alzáis demasiado pronto la mano, señora, y a Dios no le agrada eso” (p.26)

Intento de asesinato al padre Lorenzo:

“- Salvador, no quiero ver más al padre Lorenzo. El negro la miró y vio que en los ojos de ella se habían posado sobre un puñal que pendía de una pared. Lo tomó, sin decir palabra, y salió. El ama sonrió, satisfecha e iracunda” (p.26-27)

La muerte de la india Micaela:

“Y allí la esperaba Tomasillo, que la volvió a golpear, deseando interiormente que la pobre muchacha muriese de una vez para abreviar sus horrores. Hasta que Micaela no se movió más. Hubo un silencio largo. Estupor en unos, indiferencia y resignación en otros, consciencia culpable y cobarde en Tomasillo y García.

  • ¿Qué ha pasado, García? – preguntó el ama.
  • Creo que ha muerto, mi señora – contestó y aplicó oído al corazón de la muchacha.
  • ¿Si o no?
  • Si.
  • ¿Por qué ha muerto?
  • Tomasillo la ha golpeado.
  • ¿Por qué?
  • ¡Yo se lo he ordenado, mi señora!
  • Habéis oído todos, ¿verdad? – exclamó entonces – ¡La Micaela ha muerto a manos de Tomasillo por orden de García!” (p.37-38)

“ (…) ella solo quería castigarla aún más, porque le había gustado a Castilla y él era suyo (…)” (p.133)

Mención a lo ocurrido durante el asesinato de Gonzalo de los Ríos y Encío, por parte del médico cirujano Bernardo Rivas y Parra:

[Catalina] quería saber si el tóxico de aquellas yerbas era seguro, y cuales eran sus efectos posteriores (…) Me conmovió su aire de desolación, la sentí de verdad consternada, y me pareció humanitario procurarle lo que pedía. Preguntó la cantidad, y se la precisé, agregándole que un descuido en la dosis podía ser mortal. No sé si ahora lo veo así, pero cada vez que lo recuerdo creo percibir un brillo de triunfo en sus ojos. Bien, y abreviando, al día siguiente su padre amaneció muerto de extraño mal. Se había acostado a dormir bueno, como todas las noches (era un hombre fuerte y sano), y amanecido muerto. En los primeros días mi ciencia se mostró impotente para descubrir el misterio de aquella muerte que no entendía, y no me resignaba a referirla a algún designio del cielo. Debí resignarme, por último, y volví a mis trabajos. ¡Cual no sería mi sorpresa, a los pocos días, al encontrar que mi existencia del tóxico había disminuido muchísimo! No lo comprendí al principio, pero luego una extraña asociación de ideas empezó a abrirse camino a mi entendimiento. Y cuando llegué a Catrala, a su pedido extraño y misterioso, rechacé la idea con indignación. Fue entonces cuando recordé a su madre y a su terrible vida y hechos, y me espanté. ¿Sería posible que también ella hubiese matado a su propio padre? Decidí investigar. Nadie podía haber entrado en mi consultorio como no fuese alguien de la casa. Y la única persona interesada en el tóxico había sido Catrala. Por otra parte, llegué a saber que poco antes del hecho el padre la había reprochado en términos muy duros a causa de sus… ¿amores? (les diremos así, padre) con un tal Castilla y Gálvez, un aventurero recién llegado que parecía haber despertado todos sus entusiasmos de hembra joven y ardiente (…)” (p.49-50)

Muerte de Juan Zúñiga y Alcovedas:

“Podía entender que hubiese venido a Santiago con alguna misión en contra de ella, pero le parecía una gran bajeza que hubiese persistido después de convertirse en su amante, y que ni siquiera hubiese tenido el pudor de no continuar con ella, es decir, aprovechara una relación como esa para conseguir un fin propio de los negocios de los hombres, pero no de los que unen a hombres con mujeres. Y ahora no sabía nada qué hacer. El o ella. Ni por un instante pensó que Castilla o Salvador le habían mentido, tan segura estaba de que eran simples juguetes en sus manos. Por otra parte, lo sospechaba. De todos sospechaba, además. Se dirigió lentamente a un armario, sacó un puñal y volvió hacia la cama. Don Juan hizo entonces un leve movimiento, y ella se llevó rápidamente el arma a la espalda, pero el hombre se dio vuelta y sonrió, ofreciendo mejor aún el pecho al arma de su amante. Esta, entonces, levantó lentamente el puñal, entrecerró los ojos de pronto, casi a pesar suyo, musitó “adiós” y lo hundió con firmeza en el pecho de don Juan. Un chorro caliente y espeso le dio en el rostro y se apartó. La sangre manaba del corazón de don Juan, cuyo rostro no había perdido su tranquila y risueña expresión. La Quintrala permaneció un instante mirando cómo se desangraba.  Luego, poco a poco, volvió ella con su habitual rudeza, se limpió con un lienzo y llamó secamente a Salvador” (p.169-170)

Asesinato de Castilla y Galvéz y Salvador:

“Eran las nueve u media cuando llegó Salvador, a quien la Quintrala instaló cómodamente, diciéndole que Castilla vendría quince minutos más tarde. Luego lo dejó y fue ella misma a ocupar el escondrijo encima del hachón (…) Un hombre increpó al otro, alguien sacó el puñal, el otro respondió, y luego comenzó una lucha terrible (…) De pronto, en un cruce, Salvador perdió pie, y en el momento mismo en que tocaba suelo, Castilla le hundió el puñal en el pecho. Se levantó, victorioso y jadeante, pero entonces, desde el mismo suelo, sin darle tiempo siquiera de gozar su triunfo, y reuniendo sus últimas energías, Salvador arrojó su puñal, que se le clavó en el cuello. Los dos hombres murieron casi al mismo tiempo sin dar un gemido” (p.184-185)

Noción de justicia implícita. ¿La novela juzga a la Quintrala como inocente o culpable? Respuesta con cita ejemplificadora.

Considero que al igual que en casos anteriores, Catalina se demuestra mala per sé, junto con la genealogía femenina de maldad, donde nombran reiteradas veces a su madre quien asesinó a sus propios padres. No considero que haya profundidad en el personaje, por lo tanto, si es mala per sé, lo único que queda es juzgarla:

“Pero la muerte del sacerdote era apenas el comienzo de su venganza. Se había pasado la noche maquinando qué haría, y eran tantas y tan crueles las ideas que se le ocurrían, que iba de una a otra sin decidirse por ninguna. Mientras se arreglaba para salir sentía crecer su furor, se le volvía insostenible, era más fuerte que ella, supuesto que algo en ella hubiese querido detenerlo. Pero no quería, se complacía en sentirlo y darle formas concretas, y en ver cómo de la punta de su lengua surgían órdenes de muerte, refrenadas por la punta de acero de su látigo.” (p.31)

Sin embargo,  y a diferencia de libros anteriores, el hecho de que Catalina no reciba ningún tipo de castigo de la justicia lleva un poco a demostrar no solo el poder del personaje, sino otorgarle al lector el mismo desprecio hacia a ella porque sus actos quedaron impunes. De esta manera, creo que se cumplen dos tipos de acusaciones a la Quintrala, una por parte del autor, donde no despliega una variación a su carácter malévolo sino que se centra solo en el mito, y por otro lado, la narración y el tiempo de esta obliga a que el lector mismo juzgue, por lo tanto, es doblemente culpable. A esto se agrega que las siete muertes mencionadas a mi parecer, más que el carácter mismo de la Quintrala o sus acontecimientos, son el hilo conductor de toda la narración, lo que nos ayuda a determinar que el relato está creado más bien como una perspectiva creativa de las historia de los crímenes más que ponerlos en duda.

Huellas documentales menciones a otros autores, historiadores o literatos:

Se menciona el mito de la serpiente de siete cabezas, que mientras más las cortan, más salen, interpretado en un sueño donde la misma serpiente era Catalina. (p.181-182)

Otros:

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