Romanticismo
Enviado por Castilloluciaa • 17 de Abril de 2013 • 1.147 Palabras (5 Páginas) • 277 Visitas
Los años finales del siglo XVIII se caracterizan por una rápida transformación en las convicciones que habían distinguido el siglo llamado de "las luces" (la Ilustración) y que había llevado a un dominio absoluto de la razón. Comienza a surgir ahora una posición radicalmente diferente: se empieza a sentir que la naturaleza esencial del ser humano no es la razón, a la vez que surge una obsesión por lo irracional, los instintos, los hábitos, los sentimientos… El conocimiento, se cree ahora, no viene tanto del proceso cartesiano, de la universalidad de un proceso racional, como de la proyección creadora de nuestro propio yo. El contraste entre la Ilustración y el Romanticismo se puede ejemplificar a través de cómo se percibe la naturaleza: en la Ilustración se ve como un mecanismo perfecto (representado metafóricamente por el reloj), la renovación romántica concibe la naturaleza como un organismo (cuya representación metafórica pasa a ser el árbol); es decir, de una totalidad hecha, perfecta, que poco a poco vamos descubriendo (descorriendo cortinas de ignorancia), a un estar siendo, a un hacerse.
Juan Luis Alborg señala en este contexto que "la conexión entre las partes de dicho organismo ya no se concibe según las de una máquina que se suponen como fabricadas por separado y ensambladas luego, sino en forma de relación orgánica: la que guardan las hojas con la rama, con el tronco, con la raíz y con la tierra; la existencia de cada parte sólo es posible mediante la existencia de todas las demás. La relación, pues, y no la entidad es el objeto de la contemplación y del estudio. Un mundo orgánico así concebido es un universo vivo, puesto que posee las condiciones de la vida; no es una máquina conclusa, sino algo que se transforma. El cambio ya no es, pues, un valor negativo, sino positivo, no es el castigo del hombre, sino su oportunidad; lo que no es perfecto, puede llegar a serlo; la misma perfección ya no es deseable, sino la imperfección, porque permite, con la posibilidad del cambio, la novedad. No hay patrones fijos y todo puede ser verdadero: toda obra de arte, por ejemplo, crea un nuevo patrón, tiene su propia ley estética. Las consecuencias son fácilmente adivinables: la diversidad y no la uniformidad son los principios de la creación y de la crítica. La creación consiste en la originalidad, que se basa en introducir algo nuevo en el mundo, y no, según se había concebido anteriormente, como la capacidad de acercarse un poco más a los modelos preexistentes de la naturaleza o en la mente de Dios" (Alborg 17). En cierto modo podemos decir que las proyecciones que abre el movimiento romántico llegan a finales del siglo XX, con las corrientes posmodernas, a un momento de máximo distanciamiento de la razón, al mismo tiempo que ésta empieza a ser de nuevo asumida en lo que se comienza a denominar pensamiento antrópico.
La realidad en el Romanticismo se presenta, pues, en función de la subjetividad del yo en un mundo en constante transformación. Se pide que la filosofía recupere algo de la poesía y se insiste en la subjetividad como creación. En realidad, señala Diego Sánchez Meca, "el romanticismo representa una ruptura, no sólo con el racionalismo metafísico, sino también con toda reorganización teológica del mundo. Sus dos ideas fundamentales son la libertad, enfrentada a la irreductible realidad de lo negativo, y el infinito como aspiración a un ensanchamiento universal de la subjetividad por medio de la cultura" (DSM).
El paso del "deseo de la inmovilidad a la esperanza del cambio"
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