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Somos pesimistas por Naturaleza


Enviado por   •  11 de Abril de 2017  •  Documentos de Investigación  •  6.342 Palabras (26 Páginas)  •  269 Visitas

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Somos pesimistas por Naturaleza

América Manzano Garibay

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¿Cuántas personas optimistas igualan a un pesimista? Mario Benedetti decía que un pesimista es sólo un optimista bien informado, y de ser dicho pensamiento cierto, resulta, entonces, que un pesimista no es sino sólo un realista, que encuentra cierto placer en tener presente el lado negativo de la vida, y de ser así… todos sabemos que no es ético juzgar los gustos o creencias de las personas.

        Apenas unas cuantas páginas de El túnel, y sentí esa extraña sensación que uno tiene cuando conoce algo nuevo, pero eso nuevo le parece familiar.   Quizás fueron esas confusas estructuras que usa Sabato para formar oraciones, o tal vez fue el peculiar carácter que el autor da a Juan Pablo Castel, y que se ve reflejado desde las primeras dos páginas del libro.

        Vaya que Ernesto Sabato no es cualquier cosa, y mucho menos lo es El túnel. Con la crítica favorable de grandes figuras de la literatura universal, como Albert Camus, quien dijo admirar la dureza y la intensidad de la novela de Sabato, o Douglas Unger, que aludió a la obra como: “deslumbrante, perturbador, nada menos que la creación de un genio”, el lector sabe que no está por leer una novela más, sino una de las grandes obras del Siglo XX.

        El túnel es la primera novela que escribió Ernesto Sabato, y probablemente su más famosa obra. Fue publicada en Argentina en 1948. A pesar de que Sabato llevaba algún tiempo escribiendo artículos y publicaciones en revistas populares, cuando presentó El túnel en varias editoriales, todas lo rechazaron y fue así como terminó publicando en la revista Sur. 

        El túnel es una novela psicológica, y algunos también la clasifican como policiaca, puesto que indaga, hace observaciones precisas y da un amplio panorama de todas y cada una de las posibles salidas al problema, que es un crimen, con la gran diferencia de que desde un inicio conocemos al asesino, dado que él es quien cuenta la historia. Es también, un riguroso e incomprensible viaje a la mente y al existir de Ernesto Sabato, o más bien al universo de Juan Pablo Castel, un pintor pesimista, con pensamientos suicidas, una destartalada visión de la humanidad, y un profundo sentimiento de soledad que no es capaz de curar ni siquiera con el arte.

Las niñas del equipo de semiótica.

Les debo una,

Buen viaje.

Entendieron a la perfecccion un cuento que me hubiera pasado por la cabeza que no les quedaba. No lo dije pero estoy orgullosa demás, y tengo vagos recuerdos de sus nombres.  (es broma, también se sus matriculas)

Los túneles también son un arte

Claro,  arquitectónicamente deben serlo. Pero, ¿qué hay del túnel         que construyó Sabato?, ¿también es arte?

Todo el arte es comunicación, pero no toda la comunicación es arte. En la literatura el arte exige una visión sensible por parte de quien escribe, de no ser así, cualquiera podría hacer literatura. Afortunadamente existe un filtro por el que el arte, ya sea una pintura, una canción, una película, o una escultura debe pasar, para saber si merece el nombre de arte. La crítica de los expertos ya vendrá después, y además ésta es sólo relativa.

Dicho filtro consta de cuatro sencillos elementos: artificialidad, que se refiere a que toda manifestación artística debe ser una artefacto, es decir debe ser tangible y existir; comunicabilidad, que es la capacidad de lograr que el producto sea entendible, no sólo que exista, sino que su existir logre entenderse; singularidad, que recae totalmente sobre el autor de la obra, pues éste puede tomar el tema más repetido del mundo como lo es el amor imposible entre distintas clases sociales, habiéndolo abordado de una manera ingeniosa y original; franqueza, finalmente, que es la veracidad con la que la obra se crea, demanda lógica y credibilidad.

El túnel cumple con los elementos mencionados. Existe un artefacto, sí, miles de ejemplares desde Argentina a Francia. Comunica, la obra se entiende, no es un tema sencillo de abordar, y mucho menos con un paradójico y complejo protagonista como lo es Castel, sin embargo se entiende a la perfección. Le sobra singularidad, un crimen pasional  tampoco es el tema más original del mundo, pero está tejido de manera ingeniosa, acudiendo a la psicología y a la depresión. Franqueza, también tiene, deja satisfecho al lector  pues existe la lógica necesaria para creer que algo así podría pasar realmente.

Ernesto Sabato entendió muy bien a la postmodernidad, por eso no nos dio una estructura canónica, es decir que la historia no se cuenta de inicio a fin, sino que una vez expuesto el fin se vuelve al inicio para saber cómo y porqué ocurrieron las cosas. Hay una analepsis, un salto en el tiempo hacia atrás:

    “Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos, y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona(…)” (p.7)

Aludiendo otra vez a la postmodernidad, tenemos también un protagonista que no es el clásico hombre que sufre a causa de las injusticias de la vida y el destino. Tenemos a un hombre que sufre casi por gusto, pues tiene más que lo necesario para vivir, sólo que sus pensamientos lo han llevado a apartarse de la humanidad, tanto que concibe la idea de aborrecer a todo el mundo. Es inestable, paradójico, piensa tanto en el lado negativo que baila demasiado cerca de la locura, analiza todas las posturas, pero fielmente confía en sus pensamientos y deducciones:

   “La frase «todo tiempo pasado fue mejor» no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que —felizmente— la gente las echa en el olvido. Desde luego, semejante frase no tiene validez universal; yo, por ejemplo, me caracterizo por recordar preferentemente los hechos malos y, así, casi podría decir que «todo tiempo pasado fue peor», sino fuera porque el presente me parece tan horrible como el pasado(…)” (p.7)

Aristóteles no estaría tan decepcionado de Sabato

No pienso que el padre de la lógica se sintiera identificado con el pensamiento de Ernesto Sabato, mucho menos con el de Juan Pablo Castel , sin embargo tampoco creo que estuviese tan desilusionado, pues a pesar de que la distancia entre sus ideologías es abismal, hay algo que por lo que podría estar orgulloso, y es que en El túnel, Sabato sigue la estructura que marca la gráfica aristotélica, claro, no exactamente de  manera canónica, pero sí en tanto a los elementos utilizados.

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