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Tengo Miedo Torero Contexto


Enviado por   •  4 de Septiembre de 2012  •  2.143 Palabras (9 Páginas)  •  909 Visitas

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El objetivo del presente trabajo radica en el análisis de la obra Tengo miedo torero de Pedro Lemebel en el marco de la posmodernidad y de la invención literaria dentro de los parámetros de la reconstrucción histórica caracterizando la novela como testimonio de la heterogeneidad y de la fragmentación de la sociedad actual. El marco teórico que servirá de apoyo al presente análisis tendrá como base, principalmente los postulados de García Canclini, Fernando Ainsa y Patricio Manns, además del respaldo de la documentación periodística del período retratado en la narración y de referencias críticas sobre el autor y la novela misma.

Antes de comenzar con el análisis, me ocuparé de situar al autor en su contexto biográfico y de producción literaria. Pedro Lemebel nace en Santiago en 1950, es escritor y artista visual. En el año 1987 junto a Francisco Casas crea el colectivo de Arte llamado «Yeguas del Apocalipsis» que desarrollan un extenso trabajo plástico en fotografía, video, performance e instalación. Su trabajo literario va desde el cuento, al manifiesto político, la autobiografía y las crónicas, las cuales se han publicado en revistas y periódicos nacionales y extranjeros. Ha participado en el seminario «Utopías», Santiago 1993, Festival Stonewall, Nueva York 1994 y en la conferencia: Crossing National and Sexual Borders, Latin Americans Lesbians Gay, Bisexual and transgender, Nueva York 1996. Ha publicado los libros Incontables, La esquina es mi corazón, Loco afán, De perlas y cicatrices y la novela Tengo miedo torero.

Pedro Lemebel se caracterizó por realizar, junto a su colectivo Gay «Las Yeguas del Apocalipsis», una serie de actos que causaron conmoción dentro de la sociedad chilena. Entre éstos se encuentra el hecho de haber besado en la boca a Juan Manuel Serrat en un acto público en la Universidad Arcis, de Santiago; «La Cueca Fleta» que protagonizó en un cumpleaños de Nicanor Parra, celebrado en la Estación Mapocho cuando, junto a Francisco Casas e integrantes del colectivo, quebraron vasos de vidrio y procedieron a bailar descalzos sobre los vidrios rotos rompiéndose los pies y quedando ensangrentados. Además de estos hechos, Lemebel participó en una serie de actuaciones llamadas «instalaciones» donde realizaba, entre otras cosas, presentaciones plásticas donde se depilaba un corazón de pelo ubicado en su pecho frente a todos los asistentes, o se instalaba desnudo con un gorro de agujas y un televisor con imágenes pornográficas tapando sus genitales.

Como podemos apreciar, Pedro Lemebel representa una excepción en Chile ya que desde su propia marginalidad tanto sexual como política sumándose el estigma del Sida ha logrado saltar a la fama además de poseer un lugar dentro de la productividad literaria del país.

Para adentrarnos en el análisis de su novela titulada Tengo miedo torero, comenzaré por caracterizar la obra como un discurso ficcional que se encarga de modificar el punto de vista sobre las «versiones oficiales» de la historiografía, llenando, a través de la libertad que da la creación, los vacíos y silencios que ponen en evidencia una percepción más compleja de la realidad. Teniendo en cuenta que la novela se encarga de revivir un contexto sociopolítico que caracteriza el atentado a Augusto Pinochet, en 1986, Lemebel entrega un nuevo ángulo de aproximación que no altera en forma sustancial la naturaleza de los hechos pero sí la de la manera cómo se los representa. Lo cual se puede constatar a través de la lectura de los diarios que datan de septiembre de 1986. Encontrando en el titular de «La Tercera», del 8 de Septiembre de 1986, la constatación de un atentado contra el presidente Pinochet, en tanto que su contratapa muestra las consecuencias del hecho representándolo como algo repudiable donde los extremistas son los grandes responsables de los heridos y muertos en la zona del Cajón del Maipo. Como podemos apreciar esta «versión oficial» de los hechos es vertebrada con mayor eficacia por Pedro Lemebel, reflejando una vocación subversiva de la ficción con relación a la historia oficial ya que la novela intenta mostrar el atentado como una manera que emplea un grupo de revolucionarios para recuperar la libertad perdida con el régimen militar.

Resulta interesante relacionar la representación de la casa de la ‘loca del frente’, lugar que sirve de refugio para urdir la emboscada, como llamaría Carlos al atentado en contra de Pinochet, con la noticia aparecida al interior de «Las Ultimas Noticias», el día 9 de septiembre de 1986, donde se relata que fue en una mansión donde planificó durante tres semanas el asesinato al presidente de la república rescatando los testimonios de los vecinos del lugar quienes sostenían estar convencidos que los ocupantes de la vivienda tenían inclinaciones sexuales desviadas, ya que se quedaban hombres durante toda la noche hasta las 5 de la madrugada retirándose en silencio. Es posible que este tipo de informaciones las hubiese manejado Lemebel transformando la casa humilde de la ‘loca del frente’ en algo más significativo que una mansión desplazando, incluso, su finalidad de guarida de supuestas armas por el espacio donde se desarrolla el amor entre un homosexual y un joven miembro del Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

Otro dato curioso sobre el hecho es el entregado por el diario «La Segunda» el día lunes 8 de abril de 1986, el cual afirma que se habría hallado un lanzacohetes abandonado por los terroristas, lo cual aparece en la novela de Lemebel como un arma encubierta en un paquete que la ‘loca del frente’ se encargó de adornar utilizándolo como decorado de su hogar.

Luego de revisar estos datos, resulta interesante aproximarnos a los postulados de Fernando Aínsa, quien en su estudio sobre la invención del pasado en la nueva narrativa latinoamericana se encarga de distinguir y aproximar los discursos histórico y ficcional analizando la intención que caracteriza una y otra forma de escritura. Ante lo cual podríamos afirmar que en la obra de Lemebel se vislumbraría una intención literaria de carácter introspectivo sin responder a una intención del discurso histórico ya que en su narración no apreciamos una voluntad de objetividad entendida como «búsqueda de la verdad» sino, por el contrario, apreciamos que el autor asume la historia en la ficción como un proceso interno donde los acontecimientos se viven como experiencias de conciencias

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