El Retrato Fotográfico
Enviado por lafantasma • 8 de Marzo de 2015 • 3.373 Palabras (14 Páginas) • 230 Visitas
1.1.1 Retrato fotográfico
El nacimiento del retrato es aproximadamente en la misma fecha que la del nacimiento de la fotografía ya que, desde sus inicios, muchos fotógrafos se dedicaron al área del retrato desde el invento del daguerrotipo, porque vieron que el retrato era lo más rentable. (Webber, 1995)
El retrato es una imagen, principalmente de un individuo, que describe físicamente a la persona retratada y que también puede plasmar su carácter o personalidad. Se procura descubrir la personalidad e incluso el estado de ánimo. Por esta razón, en fotografía, un retrato no es una simple foto, sino una imagen de decisiones compuestas del personaje retratado.
En principio, realizar un retrato consistía en tiempos prolongados. Esto implicaba incomodidad por parte del fotografiado ya que tenía que permanecer inmóvil durante todo el tiempo de la exposición. Es por esta razón que, los primeros retratos, siempre implicaban sillas y butacas donde las personas tenían que permanecer sin moverse. Con el retrato nacieron también los estudios fotográficos, los cuales eran construcciones acomodadas para las necesidades de iluminación, ya que era una época en que no se poseía luz eléctrica.
Estas primeras construcciones de estudios generalmente constaban de grandes ventanales en los techos, por donde se dejaba pasar la luz para iluminar al retratado y, en lo posible, reducir el tiempo de exposición de distintas maneras como, por ejemplo, utilizando espejos para reflejar la luz. Sougez afirma que “A lo largo del año 1840, los talleres de retratos se multiplicaron en las grandes ciudades, y en 1841, ya eran numerosos”. (2004, pág. 82)
A medida que fue pasando el tiempo, aparecieron nuevas técnicas de fotografía que aceleraban el proceso de exposición, dando así al fotógrafo y al fotografiado más libertad a la hora de realizar un retrato, logrando eliminar la incomodidad que anteriormente reflejaban las personas en sus retratos. De pronto la fotografía de retratos empezó a desafiar a la supremacía de los retratos en pintura por sus características, como la obtención de más realismo en las fotografías, menos costo y más rapidez. Mientras el daguerrotipo fue aclamado por su influencia democrática, llevando el retrato a las masas, se consideró también con ambivalencia, ya que revela una imagen realista de la persona y, por lo tanto, podría ser despiadado mostrar todos sus defectos, mientras que en los retratos pintados, el pintor podría evitar esos defectos y mejorar físicamente al retratado. Sin embargo, un artista fotográfico podía crear la imagen deseada con elecciones como la pose, el vestido, el peinado, fondos, accesorios y con el recurso de la luz y sombra. (Webber, 1995)
Como se mencionó previamente, el retrato es un género fotográfico que siempre estará en vigencia ya que las personas buscan referencia de autoimagen en la cual se refleje su personalidad, belleza y estilo de vida. El retrato viene a ser una herramienta de proyección, de la persona fotografiada, al mundo. El Siglo XIX es quizás, junto con los albores del Renacimiento en el siglo XV, uno de los momentos de la historia donde mayores modificaciones se produjeron en el género del retrato y su concepción. Generalmente, la historia del arte se ha centrado en las transformaciones vividas por el retrato pictórico, y ha dejado bastante de lado el análisis del retrato fotográfico, excepto para señalar su papel como auxiliar de los pintores retratistas, y que, con su aparición, los pintores fueron desprendiéndose de la obligación de reproducir miméticamente la realidad y pudieron encaminarse hacia un mayor formalismo que conduciría a la abstracción. (Francastel, 1978).
En dicha época, pintura y fotografía no solo compartieron muchos de los nuevos recursos formales, iconografías y cuestiones que se aplicaron al género del retrato, sino que, en muchos casos la fotografía se mostró como un instrumento más interesante para la innovación en este género. Scharf (1994) afirma que el retrato fotográfico puede ser considerado como un género pensando para indagar en la identidad humana, y que se debe reconocer que la fotografía desde un primer momento, aportó sin precedentes al género, debido a que ella muchas personas pudieron por primera vez contemplar su imagen en un soporte externo diferente del espejo, con todas las implicaciones psicológicas que ello conlleva, tal como, tomar conciencia de la propia imagen; afirmar su identidad, e incluso su propia existencia; etc. Con el nacimiento de retrato fotográfico se desarrollaron una serie de cuestiones y recursos formales que, por ser inherentes a su naturaleza técnica, no se dieron en el retrato pictórico, y que resultaron de una gran trascendencia, no solo para el retrato fotográfico como medio de análisis de la identidad individual, sino para la práctica artística en general. Entre las innovaciones más sustanciales que aportó la fotografía a la práctica del retrato, destaca el realismo de la imagen obtenida con el nuevo procedimiento, y, a su vez, las diversas posibilidades de intervención que la nueva técnica permitía sobre dicha imagen. El surgimiento del retrato fotográfico trajo consigo un rol importante tanto para el retratista como para el retratado. Ya que el nuevo medio permitía al modelo una mayor capacidad de actuación, intervención y control de la imagen resultante. Wall (1996, pág. 29) afirma que “aunque la definición de retrato y el establecimiento de sus límites con respecto a otras tipologías, tales, como las escenas de género, o la mera representación de la figura humana, es bastante complicada, tradicionalmente se sucedieron una serie de elementos que definían el género del retrato en un sentido estricto”. Los dos primeros elementos, relacionados entre sí, serían la presencia de un sujeto identificado, representado con rasgos individualizados. Otros dos factores también considerados relevantes y también relacionados entre sí, serían la intencionalidad por parte del autor y el consentimiento o voluntad por parte del retratado de realizar un retrato. Esta importancia de la intencionalidad y el consentimiento se debe a que al retrato, a lo largo de la historia se le han atribuido una serie de funciones, predominantemente sociales, en el caso de los retratos de familia y de gobernantes, como también de reconocimiento personal y satisfacción en la contemplación de la propia imagen, de la que carecían otro tipo de obras artísticas. La conciencia de estar realizando un retrato requería de una participación activa por ambas partes, ya que un retrato, lejos de ser una imagen basada en el parecido físico, era también una imagen cifrada con la que se transmitían valores morales, sociales, e incluso políticos asociados a la persona, y esta serie de funciones, diversas pero específicas,
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