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El arte popular en el arte contemporáneo


Enviado por   •  17 de Julio de 2024  •  Ensayo  •  2.780 Palabras (12 Páginas)  •  46 Visitas

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El arte popular en el arte contemporáneo: más allá del folklore.  

                                                                               María Luz Cárdenas

Siempre he considerado que el acercamiento al arte popular corre, en su formulación, con uno de los más temibles riesgos dentro de los procesos de comprensión crítica de las expresiones artísticas: el caer en los inevitables horizontes nacionalistas, cerrando, así, su definición.  Y es que por lo general,  las mentes torpes y escasas fijan  fronteras entre formas de expresión aparentemente “cultas”, opuestas radicalmente a las formas de expresión “populares”. Se pretende resolver la situación en una contraposición muy simple: arte culto vs.  arte popular, contraposición que, además, pre/determina características intrínsecas para ambas esferas.  En estos casos, el arte popular se define como un modo de creación originaria de oficiantes que no han seguido una formación académica, manejan contenidos de un orden simbólico vinculado con patrones religiosos, heroicos o costumbristas y, sobre todo, arraigan sus búsquedas dentro de temas vinculados con el folklore.  

Tal concepción se sustenta  esencialmente sobre un profundo y peligroso vínculo con el nacionalismo, “fuerza corruptora”, como lo definía Marta Traba, que “estrecha los límites de la visión y comprensión de los procesos artísticos, estableciendo una especie de mundo absolutorio y benévolo para con todo aquello que obedezca a los cánones y reglas de la cultura nacional, siempre opuesta a la confrontación, siempre mediocre, siempre parecida a sí misma y negada a establecer diálogos y puentes con la diferencia”(1).

 

Los nacionalismos parten de un principio universal según el cual todo aquello que exalta heroicamente las formas estereotipadas de tradición nacional ídolos y semidioses políticos, re/formulaciones míticas de la Historia, anecdotarios costumbristas  será moralmente bueno y útil para la nación, mientras que todo aquello que pretenda desafiar tales líneas de autoridad o se mueva más allá de las fronteras, es malo, perjudicial y debe ser exterminado del mapa histórico y cultural. El punto de partida de las doctrinas nacionalistas es un “acto de fe, no una concepción racional y pragmática de la historia y la sociedad. Un acto de fe colectivista, que imbuye a una entidad mítica la nación de atributos trascendentales, capaces de mantenerse intangibles en el tiempo, indemnes a las circunstancias y a los cambios históricos, inmune a la inteligencia, preservando una coherencia, homogeneidad y unidad de sustancia entre sus miembros, aunque en verdad todo ello sea invisible y pertenezca al dominio de la ficción... Como la verdadera historia no encaja, p lo hace sólo a trompicones,  con la versión nacionalista del pasado es inevitable que se acomode aquella historia, embelleciéndola o deformándola para que sirva a sus propósitos y le proporcione una base de sustentación.”(2).

Aplicadas a la creación popular, las doctrinas nacionalistas no trascienden un horizonte local, utilizan las expresiones artísticas como mecanismos de afirmación de sus propios intereses y promueven la formulación de una estética consagrada a la traducción de temas folklóricos en sus niveles más simples y menos interesantes: glorificación de personajes del pueblo, enaltecimiento de fábulas que engrandecen los símbolos patrios, todo ello bajo un fondo de colorido brillante, mucho plumaje y poca imaginación.   Se parte del supuesto de que la correspondencia entre la obra de arte y ciertos símbolos que reproducen sus arquetipos cotidianos de nacionalidad, traerá como consecuencia una mayor auto/estima y valoración de sí mismo del pueblo. El peligro de todo ello es que al estructurar una noción fija, inamovible, unitaria, autoritaria y legitimada en lo que se refiere al acto creador, se elimina la energía  del riesgo.  Pero sobre todo, al constituir un concepto de arte popular cerrado en sí mismo con reglamento incluido, y no un sistema abierto de interconexiones y diálogos con otras áreas de la creación, se anula en el arte la posibilidad interna de enriquecer nuestros  modelos de realidad, al permitirnos ver a través de las fronteras y al proponernos que las cosas más interesantes de la historia y la cultura ocurren precisamente en los bordes, en las zonas de contacto, en los espacios mutables.  

Una vez que se alcanza a deslastrar la definición de arte popular de sus vínculos con los estereotipos del folklore y los prejuicios nacionalistas, esta expresión comienza a adquirir la verdadera potencialidad transformadora que hace de ella un mecanismo vital y renovador dentro de las expresiones artísticas contemporáneas.  En realidad, desde los primeros años del siglo XX los archivos de lo artístico extendieron considerablemente sus demarcaciones, al punto de no poder ser ubicados  tan fácilmente en los centros tradicionales, y, en este proceso, el arte popular ha ayudado enormemente a enriquecer sus registros, sobre todo en el ámbito de las  vanguardias.  De hecho, la primera ruptura importante que dio origen a la pintura moderna, tuvo su base en una fuerte asociación con un tipo de expresión que, hasta entonces, era considerada marginal y estaba destinada al espacio exclusivamente al espacio de la arqueología, la antropología o el estudio del folklore. Me refiero a los aportes que el arte popular o “salvaje” introdujo en la configuración estructuración de una nueva y “diferente” representación de la realidad como la que exigía la pintura cubista.  El lenguaje de Picasso, de Paul Klee, Gauguin, Henry Moore, el Grupo COBRA, entre otros, tiene sus anclas en esas imágenes que pertenecen a una lógica de figuración distinta, ajena a los arquetipos de Occidente y factor clave para hacer posible la fragmentación y desmembración de la figura humana.  En una primera instancia, lo vemos en la presencia de la máscara en cuadros emblemáticos del nuevo arte, como, por ejemplo, Les Demoisselles d’Avignon de Pablo Picasso, obra que bautiza las rupturas con la tradición occidental de la perspectiva y abre paso a la modernidad.   En esta pintura, la incorporación del arte popular va mucho más allá del folklore o de la curiosidad étnica, pues la integración de lenguajes inaugura un llamado a lo ritual, al mal comprendido folklore que, a la vez, es una fuente de conexión con lo vital y un entronque con las esencias. En los orígenes del arte moderno, el entretejido de estructuras pictóricas occidentales y arte africano, se unió a la introducción de otras tradiciones populares que se enfrentaron abiertamente con el academicismo oficial.  Entre estas, podríamos mencionar la escultura ibérica arcaica, el arte primitivo y el arte bárbaro fuentes inagotables de valores expresivos.

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