Ensayo: Michael Foucault y la arqueología del saber
Enviado por Toño Martínez • 4 de Octubre de 2018 • Reseña • 713 Palabras (3 Páginas) • 185 Visitas
El término “arqueología del saber” puede ser analizado en dos sentidos diferentes, pero estrechamente relacionados entre sí: por un lado, en un sentido ontológico, se vincula con la indagación sobre las características del saber para cada época, así como también con la indagación sobre cómo este saber se relaciona con la constitución del sujeto; por otro lado, la arqueología se refiere, a un método específico. Michel Foucault utiliza la categoría “discurso” pensándolo no como la referencia a un objeto, sino como una fuente constitutiva del mismo. “El discurso es otra cosa distinta del lugar al que vienen a depositarse y superponerse, como en una simple superficie de inscripción, unos objetos instaurados de antemano.”1 Tampoco piensa al “discurso” como una nueva presentación del objeto, puesto que los discursos “…no son, como podría esperarse, un puro y simple entrecruzamiento de cosas y de palabras: trama oscura de las cosas, cadena manifiesta visible y coloreada de las palabras; (…) el discurso no es una delgada superficie de contacto, o de enfrentamiento entre una realidad y la lengua. Si bien no es una abstracción remitente al objeto, tal como propone el autor de Vigilar y Castigar, tampoco hay que tratar “a los discursos como conjuntos de signos (de elementos significantes que envían a contenidos o a representaciones), sino como prácticas que forman sistemáticamente los objetos de que hablan.
Desde esta concepción, además, hay una relación muy estrecha entre el “discurso” y la política. No coloca al “discurso” como muestra de aquello que la política tiene para decir, ni como intérprete de conflictos, ni como evidencia de las relaciones de fuerza y poder, puesto que “el discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse. El discurso no es, entonces, “simplemente lo que manifiesta (o encubre) el deseo; es también el objeto del deseo. Hayden White expone que, desde esta perspectiva, en el mismo discurso se “encuentra una lucha entre aquellos grupos que reclaman el ´derecho´ al discurso y aquellos grupos a los que se les niega el derecho a poseer su propio discurso. Un argumento que parece emparentarse al de Voloshinov, pionero en el pensamiento que entiende el entramado discursivo como un espacio disponible de disputa, dado que según el lingüista ruso “el signo llega a ser la arena de la lucha de clases. La arqueología, entretanto, se distingue de la “historia de la idea, así como se posiciona “contraria a cualquier historia retrospectiva de los progresos de la razón [está más cerca] de una filosofía no dialéctica de la historia…. “La arqueología quiere, en efecto, liberarse de la filosofía de la historia y de las cuestiones que ésta plantea: la racionalidad y le teleología del devenir, la posibilidad de descubrir el sentido latente en el pasado o en una totalidad inacabable del presente”.16 Desde esta perspectiva, se rechaza la idea de una historia global que busque un único significado y que atraviese todos los fenómenos y momentos, así como se opone a cualquier visión sustancialista de la historia, dado que las cosas no existen en sí mismas sino que su existencia depende de las relaciones que las hayan constituido históricamente. La arqueología “No es la vuelta al secreto mismo del origen, es la descripción sistemática del discurso-objeto.” Y ese “objeto” del discurso no es una esencia, ni es natural, así como no preexiste a su “descubrimiento”, sino que se “configura y transforma en relación con regímenes de enunciabilidad y visibilidad que lo constituyen y en los cuales emerge ese objeto. Tomando las palabras de Roger Chartier “resulta imposible considerar los objetos históricos, tal como son, como ´objetos naturales´ de los cuales sólo variarían las modalidades históricas existentes. Detrás de la enga- ñosa comodidad del vocabulario no hay que reconocer objetos sino ´objetivaciones´ producidas por prácticas diferenciadas que construyen, en cada ocasión, figuras originales, irreductibles las unas con las otras. En una misma dirección podríamos agregar los comentarios que Paul Vayne realiza en un texto sobre Foucault: “en ese mundo, no se juega al ajedrez con figuras eternas, (el rey, el alfil): las figuras son lo que las configuraciones sucesivas del tablero hacen de ellas.
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