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Estrés postraumático y depresión en víctimas de robo a mano armada en relación al género

arma1842Documentos de Investigación21 de Noviembre de 2015

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Estrés postraumático y depresión en víctimas de robo a mano armada en relación al género.  

Desde hace algún tiempo, se han iniciado  estudios  sobre el estrés postraumático y los procesos de victimización en el fenómeno delincuencial, investigaciones hechas por Merín y Cano (2005), sobre  el estrés postraumático en seres humanos lo describe como la respuesta de huida, haciendo referencia a la reacción del organismo ante cualquier demanda. A su vez Keane (2005), definió el estrés en términos fisiológicos como una respuesta corporal ante la demanda de una situación cualquiera.

Por otro lado, se han realizado investigaciones posteriores orientadas a los estudios de las diferencias individuales que hacen referencias a los tipos de factores que desencadenan las respuestas al estrés, como también la naturaleza de la respuesta.  De tal manera, que el estrés postraumático  no depende de lo que ocurre en sí, sino más bien de cómo se perciben los acontecimientos, la forma en que se sienten se debe en gran parte a la forma en que se piensa los eventos que sucedan (Fierro, 2006).

Según Alarcón (2005),  la exposición a eventos traumáticos y las consecuencias que de ellos se derivan no constituyen un fenómeno nuevo, los seres humanos han experimentado tragedias y desastres a lo largo de toda su historia. Evidencias de reacciones postraumáticas se remontan desde el Siglo VI AC. El mismo autor plantea que:

Su descripción como problema clínico comienza solamente en la segunda mitad del Siglo XIX. Observaciones derivadas de la Guerra de Secesión, en Estados Unidos, y más tarde, en las dos guerras mundiales fueron dando forma a la entidad bautizada sucesivamente como corazón irritable, shock de bombardeo, ansiedad de las trincheras, fatiga de combate, neurosis de guerra y astenia neurocirculatoria (p. 45).

Es importante destacar que en la actualidad son muchos los factores que pueden originar estrés postraumático, entre éstos se encuentra el robo a mano armada, según las investigaciones realizadas por  Waller (2008) señaló que algunas reacciones como el miedo, la ira, la inmovilidad y la confusión, ocasionadas por  la amenaza a la integridad de la persona o a su seguridad, conforman un subgrupo del trastorno por estrés postraumático; sin embargo, como no llenan el juicio diagnóstico  no se les otorga la importancia que debe tener.

Aunado a esto, Nilcolson (2006)  menciona que la relación existente entre los efectos del robo y el trastorno por estrés postraumático, se hacen evidentes en la reexperimentación del suceso a través de los sueños, pensamientos y en las asociaciones intrusivas; en la pérdida de interés en las propias actividades, en el distanciamientos de los demás, en la reducción del efecto o en la hipervigilancia.

En este sentido,  el robo consiste en llevarse o intentar llevarse cualquier objeto de valor por medio de la fuerza o mediante amenaza de usar la fuerza. Si se usa un arma, se denomina robo a mano armada del cual la policía y los tribunales lo suelen considerar más grave que el robo sin arma.  No constituye sólo un delito contra bienes sino también un delito contra un particular que podría resultar en violencia, a su vez es un suceso significativo para quienes lo experimentaron, ya que es probable que surjan ciertas reacciones posteriores al suceso ya sea a corto o a largo plazo  (Montgomery, 2004).

 El artículo 455 del código penal venezolano, habla del robo como el acto  de apoderarse de la cosa del otro inmediatamente después que  haya hecho uso de violencia o amenazas contra la persona robada; sea para cometer el hecho, llevarse el objeto sustraído o para procurarse la ilegalidad del delito.

De tal forma, el delito es “un fenómeno cualitativamente diferenciado del comportamiento no delictivo y que consiguientemente debe haber factores específicos que inciden en su manifestación, mediando un proceso decisional del individuo hacia la opción delictiva, sean estos factores de índole biológicos o cultural” (Gabaldon, 2006, p. 18).

Según Brown (2008), la víctima de un robo podría experimentar distintos sentimientos, pensamientos y reacciones respecto de lo sucedido, puede que sienta ira hacia el asaltante o la policía y el sistema judicial por no hacer lo suficiente, así como una gran tristeza y pesar por las posesiones perdidas. Asimismo, podría temer que el asaltante regrese o que suceda otro robo, además de sentirse culpable porque tal vez hizo algo que precipitó el robo, aunque no haya hecho nada malo.

El mismo autor establece que, el robo tiene una cualidad retraumatizante y su efecto también es mediato, se trata de un efecto de largo plazo que genera en la víctima una incapacidad cada vez mayor de llevar a cabo su vida normal; es como si tuviera la capacidad de instalarse en la vida moral, y periódicamente se manifestará a través de imágenes terribles de la presencia de aquello que se consideraba dejado atrás y suele generar estrés postraumático.

Es pertinente resaltar que, el estrés postraumático  se origina tras haber  sufrido  u observado un acontecimiento altamente traumático (atentado, asalto, secuestro, accidente, etc.), en el que está en juego la vida de las personas (González, 2006). El término TEPT engloba dos aspectos bien definidos: por una parte una respuesta de estrés que naturalmente es patológica, y por otra el trauma; el estrés es un concepto científico que alude a una respuesta inespecífica del organismo ante una demanda, mientras que el vocablo trauma proviene del griego y significa herida. En el TEPT lo central es el trauma psíquico; es decir, el impacto emocional de un determinado suceso capaz de provocar una serie de manifestaciones físicas y psicológicas (APA, 1987).

También se considera que,  el trauma se vincula directamente con los desastres, el cual puede clasificarse de acuerdo con su origen en: naturales (terremotos, inundaciones, erupciones volcánicas, tornados), accidentales (incendios forestales, accidentes de tránsito, choques de aviones) o provocados deliberadamente por el hombre (violaciones, torturas, ataques terroristas, asaltos, maltrato infantil)  (Ursano, Kao y Fullerton, 1992).

Asimismo, el impacto de un trauma puede durar desde algunos segundos hasta horas, días o meses; puede ocurrir en forma única, podrá tener consecuencias físicas, psicológicas y sociales tanto a nivel individual como colectivo (las que pueden aparecer de inmediato o a largo plazo) y pueden originar las más diversas manifestaciones clínicas que van desde síntomas emocionales aislados hasta un cuadro psicótico.

Tras el trauma (atentado, asalto, accidente, etc.) el pensamiento, el diálogo interno del individuo, no sólo provoca más ansiedad sino que tiende a generar sentimientos de culpa por  aquello que se hizo, por lo que no se hizo, porque no se estuvo a las circunstancias, etc., toda una serie de motivos poco realistas y bastante irracionales. Se va tejiendo así una red cada vez más elaborada en la que están relacionados todos estos elementos que cambian en la misma dirección: provocar más estrés (Serrano, 2006).

Se ha llegado a reconocer la gravedad de las reacciones de las víctimas de delitos, incluyendo el robo armado y a tratar de conceptualizarlas como parte de los síntomas del trastorno por estrés postraumático (TEPT). De igual manera, la gravedad del fenómeno delictivo ha generado diversos cambios en el estilo de vida de las personas, quienes en ocasiones han elaborado diferentes estrategias para enfrentarse a este problema y así disminuir las probabilidades de convertirse en víctimas. Por otro lado, los que han sido víctimas directas de algún robo posiblemente presenten algunas reacciones psicológicas, desde leves hasta severas, dependiendo del tipo y de las condiciones del suceso (Ramos y Andrade, 2000).

 El estado de estrés se caracteriza por un intenso estado emocional en el que predominan la ansiedad, la culpa, la ira, la rabia, la hostilidad, a veces la vergüenza, y con mucha frecuencia la tristeza e incluso la depresión. Dicho estado emocional produce un fuerte malestar psicológico, alta activación fisiológica y problemas de conducta a la hora de readaptarse a las distintas facetas de la vida cotidiana (Dongil, 2008).

Por ende, los criterios diagnósticos de TEPT dejan en claro que: a) El evento traumático constituye una amenaza a la integridad física de la víctima u otros cercanos a ella y genera intenso temor, desamparo u horror, b) El/la paciente re-vive o re-experimenta el evento sea a través de recuerdos "intrusos" en el campo de la conciencia, pesadillas, "flashbacks", discomfort ante percepciones internas o externas que le recuerdan el evento y significativa reactividad fisiológica, c) Hay diversas manifestaciones de conducta evitativa de lugares, actividades, ideas o recuerdos vinculados al evento traumático, desapego afectivo y la impresión de un "futuro recortado" en la perspectiva del paciente.

Así como también, hay manifestaciones de hipervigilancia tales como sueño irregular o irritabilidad, incapacidad de recordar aspectos importantes del evento, concentración pobre, embotamiento emocional y respuesta exagerada de parálisis o "congelamiento" conductual y motor ante determinados estímulos (criterio D). Si los síntomas de los criterios B, C y D se prolongan más de 1 mes  y  estas alteraciones provocan malestar clínico significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo ( criterios E y F) (APA, 1994).

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