ANÁLISIS DE LA AGORAFOBIA

La agorafobia es un fenómeno que afecta al 14% de la población, siendo seis veces más frecuente en las mujeres que en los hombres (OMS 2009). Este trastorno afecta al 5% de los adultos entre 18 y 40 años y la proporción es de 2.5% mujeres por cada hombre (OMS 2009). Carlos Malvezzi Taboada cuenta que en su clínica el 40 por ciento de los pacientes se atienden por esta patología.

La agorafobia se da hasta 20 veces más entre las personas con un trastorno de angustia que entre las que no lo padecen (Weissman y cols., 1997). En el estudio del epidemiologic Catchment Area (ECA) del National Institute of Mental Health (NIMH) sobre casi 15. 000 personas estadounidenses, examinadas en cinco centros, la prevalencia general de agorafobia a lo largo de la vida, sin trastorno de angustia, represento 5,6%.

La agorafobia se define como el miedo a estar en lugares o situaciones de los que puede ser difícil o embarazoso escapar. Un ataque de pánico (o crisis de ansiedad) se caracteriza por un aumento de la frecuencia y presión sanguínea (taquicardia), respiración agitada, sudor, sensación de ahogo, mareo, temblores y despersonalización. Los temores suelen estar relacionados con situaciones características, que la persona intenta eliminar o reducir al máximo para evitar la angustia. Entre estas situaciones, se menciona el temor intenso a los espacios abiertos y a las multitudes, comercios concurridos, centros públicos en los que circula gran cantidad de personas, etcétera. (“DSM-IV-TR”, 2008).

Este trastorno de angustia puede ser desagradable y, a menudo, invalidante por lo que los pacientes experimentan crisis concurrentes e inesperadas de angustia, seguidas por un mes de inquietudes persistentes acerca de la posibilidad de sufrir nuevas crisis.

Por lo tanto la crisis de angustia son periodos de miedo, aprensión o malestar intensos que surgen de forma repentina y alcanzan su intensidad máxima en los primeros 10 minutos. Según DSM-IV-TR se requiere la presencia de 4 de los 13 síntomas para diagnosticárselas, se merece destacar que la mayoría de los síntomas de la crisis de angustia son somáticos, más que emocionales.

Las razones por las cuales una persona puede desarrollar un trastorno agorafóbico son múltiples y dependerá de la historia personal y de sus aprendizajes. Sin embargo, se habla de una predisposición a este tipo de patología, es decir, de una mayor facilidad a padecerla para las personas que tienen esta predisposición frente a las que no la tienen. Esta predisposición vendría dada por una tendencia a responder de forma excesiva ante las situaciones estresantes. A esta sobre activación se le añadiría una preocupación superior a lo normal por los síntomas físicos que se experimentan ante la ansiedad. Es decir, la persona con predisposición respondería con síntomas de ansiedad más elevados de lo normal ante situaciones estresantes, y estos síntomas los percibiría como exageradamente peligrosos. (Pareira. R. 2011).

Sin embargo aun se desconocen las causas exactas del trastorno de angustia y agorafobia. Debido a que las crisis de angustia a menudo ocurren en áreas o situaciones donde han sucedido en el pasado, el pánico o angustia puede ser un comportamiento aprendido. La agorafobia algunas veces ocurre cuando una persona ha tenido una crisis de angustia y comienza a tener miedo de situaciones que podrían llevar a otra crisis. Cualquier persona puede desarrollar un trastorno de angustia o pánico, pero por lo general comienza alrededor de la edad de 25 años y es más común en las mujeres que en los hombres.

Para identificar este padecimiento es necesario conocer los síntomas que se presentan en la agorafobia. Generalmente las personas que padecen este trastorno no tienen conciencia de muchos de los síntomas de la agorafobia, el síntoma más claro y común en todos ellos es el miedo a múltiples situaciones en las que el enfermo se encuentra agobiado e inseguro.

Frecuentemente hay crisis de pánico, que producen sensación de enfermedad repentina sin motivo aparente, encontrándose el palpitar rápido del corazón, la sensación de presión en el pecho, la impresión de que el aire que llega a los pulmones es insuficiente, la respiración acelerada y descoordinada que provoca ahogo y la pérdida del control de uno mismo.

Otros síntomas menos comunes son las nauseas, sudor intenso, hormigueo en las manos y en los pies o sensación de inestabilidad o vértigo. Incluso, hay casos en los que parece que el afectado va a morir de forma inmediata. (Pastor C. 2009).

Con lo anterior se puede decir que la agorafobia

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