Adolescentes

Sin duda alguna la etapa más difícil que puede enfrentar una persona a lo largo de la vida es la adolescencia, esa etapa en donde comenzamos a descubrir una realidad muy diferente a la que conocíamos en nuestra infancia y que deberemos enfrentar a lo largo de nuestra existencia, donde los cambios aparecen de la noche a la mañana tanto fisiológicos como psicológicos y parecen ser inexplicables por más preparados que creamos estar para ellos; una transicion de la niñez a la adultez donde adoptamos múltiples personalidades, experimentamos un cumulo de emociones en un instante y in sin fin de otras cosas que terminan expresándose en una actitud o un comportamiento que suele ser juzgado por los adultos y por lo general de manera negativa, pero, ¿Quién se preocupa por verdaderamente entender lo que pasa por la mente de ese adolescente tan voluble?, en la mayoría de los casos la respuesta termina siendo “es la edad, ya se le pasara” acompañada de un fuerte regaño y/o una dura represión.

Ya el adolescente tiene mucho en que ocuparse con lo que le está sucediendo como para que los adultos les tratemos mal por causa de mal entenderlos o por no entenderlos (en el peor de los casos). Cuesta trabajo pensar que en esta etapa el joven tiene que empezar a definir lo que será su vida, sin embargo así debe de ser y tiene que ser apoyado no solo por su familia y sus amigos, que suelen ser sus inseparables cómplices e incluso quienes más se comprenden entre si, por la naturaleza de su condición claro está. En este plano de apoyo al adolescente entra el profesor, ya que con este convive gran parte de las horas de su día, dentro de la escuela, más concretamente dentro de un salón de clases.

En este sentido ¿Cuál es la función del profesor? ¿Qué debe hacer para poder guiar a aquel joven que se enfrenta a una turbulenta arremetida de cambios? ¿Cómo sobrellevar esa etapa de manera conjunta por su paso a través de la escuela? Primeramente hay que comprender al muchacho (a), entender que eso a lo que se enfrenta no es nada sencillo y que incluso suele ser traumático.

De nada le sirve a un profesor apegarse a un programa y llevarlo con rigidez esperando a que el alumno tenga que comprender que debe madurar de un día para otro y llevar a cabo todas aquellas tareas que le presentamos. A fin de cuentas nunca conseguiremos buenos resultados con esa estrategia, tan solo rechazo y desprecio hacia la escuela y a la figura docente.

Entonces pues es responsabilidad del profesor conocer el desarrollo de un adolescente en todos los aspectos, saber que hay múltiples factores que le afectan y que no solo su clase es lo que le debe importar al alumno. El profesor tiene que ser entonces una figura que ayude al joven a pasar por esa etapa de la mejor manera posible a través de su enseñanza, de sus ejemplos, de su comprensión y de su experiencia para lograr que ese ser confundido logre alcanzar la madurez como una persona íntegra y preparada para afrontar los embates de la vida. Dice Jorge Valencia que “El maestro es un espejo donde el adolescente proyecta su propia luz, mira en él lo que necesita mirar, en el momento en que necesita mirarlo (un padre, un enemigo, el Estado, La tira, su galán(a) ideal, etc.) Si proporcionamos ese espejo y le ayudamos a formular verbalmente lo que está ocurriendo, le serviremos en su complejo proceso a encontrarse consigo mismo”.

El problema es que muchos profesores no se dan el tiempo ni la oportunidad de conocer a a sus estudiantes, de entender su condición, el pro que de sus estados de ánimo y prefieren tratarlos como una masa de personas homogéneas que deben de comportarse una manera estipulada por que así debe de ser y que algo contrario seria una falta acreedora a un castigo. Ya suficiente tienen los adolescentes con lo que les sucede como para que en la escuela, un lugar donde se les debe entender, se sientan frustrados y atrapados. Aunque esto no implica que debemos dejar a la deriva a los jóvenes y esperar a que ellos atraviesen solos ese procesos de desarrollo. El profesor

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