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Analisis Psicologia


Enviado por   •  2 de Junio de 2013  •  2.131 Palabras (9 Páginas)  •  449 Visitas

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11 Los bambúes,

las cigarras

y la economía

de Adam Smith

La naturaleza suele superar incluso las más imaginativas leyendas humanas. La Bella Durmiente esperó un centenar de años a su príncipe. Bettelheim argumenta que el pinchazo que la pone a dormir representa la primera sangre de la menstruación, y su largo sueño el letargo de la adolescencia que espera el advenimiento de la madurez. Dado que la Bella Durmiente original fue inseminada por un rey y no solamente besada por un príncipe, podemos interpretar su despertar como el comienzo de la realización sexual (véase B. Bettelheim, The Uses of Enchantment A. Knopf, 1976, páginas 225-36).

Un bambú que ostenta el formidable nombre de Phyllostachys bambusoides floreció en China el año 999. Desde entonces, con imperturbable regularidad, ha seguido floreciendo y produciendo semillas aproximadamente cada 120 años. P. bambusoides respeta este ciclo viva donde viva. A finales de los años 60, las cepas japonesas (trasplantadas de la China siglos antes) echaron semillas simultáneamente en Japón, Inglaterra, Alabama y Rusia. La analogía con la Bella Durmiente no es tan disparatada, ya que la reproducción sexual sucede tras un período de celibato de más de un siglo en estos bambúes. Pero el P. bambusoides se aparta de los Hermanos Grimm en dos importantes aspectos. Las plantas no permanecen inactivas durante su vigilia de 120 años -ya que son herbáceas, y se propagan asexualmente produciendo nuevos brotes a partir de rizomas subterráneos. Además, no viven felices por los siglos de los siglos, ya que mueren después de producir la semilla -una larga espera para un breve final.

El ecólogo Daniel H. Janzen, de la Universidad de Pennsylvania, narra la singular historia del Phyllostachys en un reciente artículo, “Why bamboos wait so long to flower” (Annual Review of Ecology and Systematics, 1976). La mayor parte de las especies de bambú tienen períodos de crecimiento vegetativo más breves entre floración y floración, pero la sincronía en la producción de semillas constituye la regla, y pocas especies tardan menos de 15 años en florecer (algunas pueden tardar hasta más de 150 años, pero los registros históricos resultan excesivamente escasos como para permitirnos llegar a conclusiones firmes).

El florecimiento de cualquier especie debe venir determinado por algún reloj genético interno, y no impuesta desde el exterior por algún determinante ambiental. La infalible regularidad de la repetición nos aporta la mejor demostración de esta afirmación, ya que no conocemos ningún factor ambiental con un ciclo tan predecible como para constituir el reloj o los relojes tan fielmente seguidos por más de un centenar de especies. En segundo lugar, como mencionamos más arriba, las plantas de la misma especie florecen simultáneamente, aun cuando hayan sido trasplantadas a medio mundo de distancia de su hábitat nativo. Finalmente, las plantas de la misma especie florecen juntas, incluso aunque hayan crecido en ambientes muy diferentes. Janzen narra la historia de un bambú de Birmania que medía tan sólo dieciséis centímetros de estatura, que había sido quemado repetidamente por fuegos forestales, y que aun así florecía al mismo tiempo que sus compañeros de especie de trece metros de estatura.

¿Cómo puede un bambú contar el paso de los años? Janzen razona que no puede ser por medio de la medición de reservas almacenadas ya que los enanos infraalimentados florecen al mismo tiempo que los gigantes sanos. El especula con que el calendario “debe ser la acumulación anual o diaria o la degradación de un producto fotosensible termoestable”. No encuentra motivos para decidir si los ciclos lumínicos son diurnos (día-noche) o anuales (estacionales). A modo de evidencia circunstancial en favor de la implicación de la luz como reloj, Janzen señala que ningún bambú con ciclos regulares crece a una latitud mayor de cinco grados del Ecuador -ya que las variaciones tanto en los días como en las estaciones se ven minimizadas dentro de esta zona.

La floración del bambú nos trae a la mente una historia de periodicidad mejor conocida por todos nosotros -la cigarra periódica, o “langosta” de los 17 años. (Las cigarras no son langostas en absoluto, sino miembros de gran tamaño del orden de los Homópteros, un grupo de insectos predominantemente pequeños que incluye a los Áfidos y sus parientes: Las langostas, junto con los grillos y los saltamontes forman el orden de los Ortópteros.) La historia de las cigarras periódicas resulta aún más asombrosa de lo que la mayor parte de la gente cree: durante 17 años, las ninfas de las cigarras periódicas viven bajo tierra, chupando los jugos de las raíces de los árboles del bosque en toda la mitad este de los Estados Unidos (a excepción de los estados del Sur, donde un grupo similar o idéntico de especies emerge cada 13 años). Después, en un margen de pocas semanas, millones de ninfas maduras surgen del suelo, se transforman en adultos, se aparean, ponen sus huevos y mueren. (Las mejores observaciones del fenómeno, desde el punto de vista evolutivo, pueden encontrarse en una serie de artículos escritos por M. Lloyd y H. S. Dybas, publicadas en las revistas Evolution en 1966 y Ecological Monographs en 1974). Lo más notable es que no sólo una, sino tres especies de cigarras periódicas, siguen precisamente el mismo ciclo, emergiendo con total sincronía. Las diferentes áreas pueden estar fuera de fase -las poblaciones de los alrededores de Chicago no emergen el mismo año que las formas de Nueva Inglaterra. Pero el ciclo de 17 años (13 en el Sur) resulta invariable para cada “cepa” -las tres especies emergen siempre juntas en el mismo lugar. Janzen reconoce que las cigarras y los bambúes, a pesar de su distancia biológica y geográfica, representan el mismo problema evolutivo. Según el mismo escribe, los estudios recientes “no revelan ninguna diferencia cualitativa conspicua entre estos insectos y el bambú salvo tal vez en el modo que tienen de contar los años”.

Como evolucionistas, buscamos respuestas a la pregunta “por qué”. ¿Por qué, en particular, debería desarrollarse tan sorprendente sincronía de floración o emergencia, y por qué debería ser tan largo el período entre los episodios de reproducción sexual? Como argumenté al discutir el caso de los hábitos matricidas de algunas moscas (ensayo 10) la teoría de la selección natural recibe su apoyo máximo de las explicaciones satisfactorias para fenómenos que nos resultan intuitivamente extraños o insensatos.

En este caso, nos enfrentamos con un problema que va más allá de la aparente peculiaridad de semejante desperdicio (ya que tan sólo un pequeño número de semillas pueden germinar sobre

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