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CIUDADANOS COMO PROTAGONISTAS


Enviado por   •  29 de Enero de 2015  •  1.213 Palabras (5 Páginas)  •  163 Visitas

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1. Estado y ciudadanía

Una de las tareas urgentes de la filosofía moral y política consiste hoy en analizar la relación que guardan entre sí -o deberían guardar- el Estado nacional, como peculiar conjunto de instituciones políticas, y la ciudadanía, la calidad propia de aquéllos de quienes se dice que componen el "pueblo soberano".

Del Estado nacional se dice que está en crisis, y las objeciones contra él llueven al menos desde tres frentes: 1) Un respetable número de autores considera que el proceso de globalización y tribalización de las sociedades actuales resta protagonismo a las unidades políticas intermedias, como es el caso del Estado nacional. 2) Por su parte, el creciente neoliberalismo proclama la imposibilidad del Estado del bienestar, rechaza, en consecuencia, el papel interventor del Estado y desea verlo reducido a un mínimo, indispensable para mantener el orden que precisa el mercado. 3) Por último, una cantidad cada vez mayor de gentes progresistas entiende que el Estado nacional es necesario para garantizar la protección de la ciudadanía, pero siempre que funcione como un Estado reducido, aunque fuerte, capaz de generar entre sus miembros una conciencia de identidad peculiar, a la que se denomina ciudadanía.

Es en esta última línea en la que se inscribe esta intervención, recordando que el Estado nacional sigue teniendo una importante misión, a la que no debería renunciar, pero que debería cumplirla teniendo en cuenta que no es un Estado para los gobernantes, ni para las fuerzas económicas, ni para los políticos y sus amista-des, sino de y para los ciudadanos, que constituyen su razón de ser, y a los que permite reconocerse en esa peculiar forma de identidad que es la ciudadanía. Porque el Estado nacional tiene el gran valor de no dar forma política sólo a los miembros de una etnia, sólo a los creyentes de una religión, sólo a un conjunto de ciudadanos con RH negativo (que es el pacato ideal de ciertos nacionalistas en el País Vasco), sólo a los que se identifican con una cultura, sino a distintas etnias, diversas religiones, diferentes calidades de sangre, culturas diversas, transmitiendo a sus ciudadanos desde el nacimiento el gusto -el buen gusto- por la riqueza de la diversidad. Que las cosas de calidad hay que ir aprendiendo a degustar-las, y quien se socializa en el "pueblerinismo" mal podrá después valorar en verdad la riqueza de lo diverso.

Por otra parte, los Estados nacionales son conscientes de la importancia de generar unidades transnacionales, que vayan aglutinando proyectos intermedios, encaminados a organizar un auténtico orden mundial. Pero para hacerlo no pueden dejar de lado en modo alguno el protagonismo que en todos los niveles cabe a los ciudadanos. Precisamente, haberlo olvidado ha dejado a los miembros de los Estados nacionales predispuestos a optar por cualquier tribalismo capaz de satisfacer en mayor medida su necesidad de pertenencia y reconocimiento.

El auge del comunitarismo en la filosofía moral y política en la década de los ochenta y su fuerza de convicción frente al universalismo liberal o socialista, tiene sus raíces en muy buena medida en ese deseo de las personas de sentirse y saberse miembros de una comunidad, pertenecientes a ella. Y los Estados nacionales no parecen haber aprobado el examen de generar convicción de pertenencia, de generar auténticos ciudadanos. De analizar los rasgos de esa noción de ciudadanía, que convierte a los ciudadanos en protagonistas de la res publica, nos ocupamos en esta intervención .

2. Ciudadanía: una peculiar identidad

Ciertamente, el vocablo "ciudadano" es uno de los más antiguos en la tradición social y política de Occidente y, precisamente por serlo, ha llegado hasta

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