Conciencia Critica
Enviado por eplu • 29 de Noviembre de 2014 • 5.014 Palabras (21 Páginas) • 181 Visitas
La televisión, en vez de formar ciudada- nos, forma consumidores, y en vez de formar personas libres, forma teledependientes. Sin embargo, no debería ser así. Lograr una recep- ción positiva de los mensajes televisivos es de absoluta necesidad. El hacer de nuestros niños receptores activos, críticos y creativos frente a la oferta televisiva, en contraposición a la pasi- vidad, la acriticidad y la repetitividad que ca- racteriza a la juventud televidente, es un gran desafío para los educadores, tanto padres de familia, como maestros y profesores. La recepción de los mensajes televisivos puede y debe convertirse en una instancia de crecimiento personal. La formación en lectura crítica de los programas logra revertir los efectos negativos, como la adicción y la imita- ción compulsiva, que genera la TV en la niñez.
La práctica ha demostrado que la cultura de la imagen puede transformarse en agente eficaz para el desarrollo de la personalidad y de la capacidad de discernimiento. Pero para ello es imprescindible que los educadores desarrollen en los niños, adolescentes y jóvenes el pensa- miento y la reflexión crítica.
1. Televisión y educación La lectura crítica es una asignatura que se aprende y que, por lo tanto, debe ser enseñada por aquéllos que son responsables de la fun- ción educativa. Habrá que comenzar por algo muy elemen- tal: el lograr que los niños lleguen a diferen- ciar, en la TV, la ficción de la realidad. Un ni- ño/a mira la televisión totalmente embelesa- do. La fascinación de la imagen cromática le
El desarrollo de actitudes receptivas y activas ante la televisión es uno de los ob- jetivos básicos que se plantean a nivel universal todos los sistemas educativos que pretenden fomentar la educación de ciudadanos que sepan responder de forma autónoma a los retos de la sociedad actual. El autor de esta colaboración nos presenta en este tra- bajo algunas estrategias que se llevan a cabo con esta finalidad en este país sudamericano, dentro del «Programa de Educación y Medios de Comunicación» que desarrolla conjun- tamente con nuestra asesora Marta Orsini.
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COMUNICAR 12, 1999
impide distinguir entre fantasía y realidad. Esto no es obstáculo para que aprenda, pero sí es obstáculo para que desarrolle un pensa- miento personal autónomo. No le impide acu- mular conocimientos. Llega a captar y a rete- ner en su memoria una variada gama de datos, imágenes, sensaciones, escenas, ritmos musi- cales, anuncios propagandísticos... Aprende, aún sin decisión explícita de aprender y sin tener plena conciencia de haber aprendido (Fuenzalida). El mundo de la TV es para la mayoría de los niños, un escape desde la monótona y abu- rrida cotidianidad, hacia esos espacios, llenos de fantasía, que les presentan los programas. La TV no les invita a pensar, sino a soñar y so- ñar siempre es gratificante. Para soñar no hace falta hacer ningún esfuerzo. Pero, lamentable- mente, la televisión es un gran obstáculo para el desarrollo normal de su autoformación, de su autoestima y para la afir- mación y el crecimiento en su identidad personal y cultural. No es suficiente, como mu- chos educadores piensan, el enseñarles a dosificar el tiem- po invertido ante el televisor. Tampoco cumplen plenamen- te con su responsabilidad edu- cadora cuando se limitan a descalificar ciertos programas juzgados como inmorales o antieducativos. Igualmente, resulta muy poco pedagógica y totalmente ineficaz la macha- cona insistencia de ciertos pa- dres de familia en hacerles comprender a sus hijos que el programa que quieren ver, no es apto para niños, sino para adultos. La conciencia del niño no capta ni acepta ese criterio. En los niños no se da esa es- pecie de doble moral que ca- racteriza a muchos mayores. Los niños pien- san que lo que es malo para ellos, es malo también para sus padres. El aprendizaje de los
niños sobre los programas televisivos tampoco puede limitarse a insistir sobre la dosificación del tiempo frente al aparato para que no sea un obstáculo en relación al estudio, al descanso o al normal ejercicio físico. Es posible que en muchos casos esas advertencias sean conve- nientes, y hasta necesarias, pero lo que quere- mos decir es que ello resulta absolutamente insuficiente dentro de una auténtica perspecti- va educadora.
2. La actitud del educador ante la TV El mejor antídoto frente a los reales peli- gros de la televisión para el desarrollo normal de la personalidad del niño, es la práctica en- caminada hacia una lectura crítica y analítica de los mensajes. Ello implica una actitud nue- va, positiva y distante delante del televisor. Pedagógicamente hablando, lo más nega- tivo frente al televisor son la pasividad (matar el tiempo, huir del estudio, del aburrimiento, de las rela- ciones con los mayores...) y la actitud imitativa (repetir en su vida los gestos, las actitu- des y las conductas que se han visto en la TV). Los padres y los educado- res pueden ayudar muchísi- mo a que los niños se acer- quen críticamente a la TV. Con ello no estamos pidiendo nada difícil o ajeno a un pro- ceso educativo normal. De igual modo que los padres orientan a sus hijos pequeños con relación a sus amistades, deberían hacerlo, y con ma- yor razón, en relación a la TV. Muchos padres de fami- lia no ha incorporado el «ele- mento televisión» como fac- tor educador. Se limitan a cri- ticar o denostar contra ciertos programas, pensando erróneamente, que eso es suficiente para alejar a sus hijos de la tele- adicción. El hacer de nuestros niños receptores activos, críticos y creativos frente a la oferta televisiva, en contraposición a la pasividad, la acriticidad y la repetitividad que caracteriza a la juventud televidente, es un gran desafío para los educadores, tanto padres de familia, como maes- tros y profesores.
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REFLEXIONES
3. Hacia una lectura crítica de los progra- mas La psicología moderna reconoce que el desarrollo cognoscitivo del niño está actual- mente muy ligado a la lectura de la imagen. El análisis crítico de los programas es una activi- dad que se debe aprender. No es una cualidad innata. Al contrario, más bien, la televisión, por el hecho mismo de ser ante todo «espectá- culo», lleva a actitudes de pasividad, de rela- jación y, de lo que los italianos llaman, «dolce far niente» (un dulce no-hacer-nada). Los niños, y aun no pocos adultos, se rela- cionan con la pantalla de una manera terri- blemente ingenua. La fascinación de la ima- gen y el interrogante del suspenso, les limita en su capacidad de análisis. Por lo tanto, en este aprendizaje de lectura crítica frente a la TV, lo que importa es el desa- rrollo de una nueva actitud, distante y reflexi- va, frente al aparato. Es iniciar un proceso en el que hay que pasar de la dependencia a la autonomía: «Yo no soy para la TV sino la TV para mí».
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