Cultura Juveniles
Enviado por pamelayzulay • 11 de Diciembre de 2012 • 2.103 Palabras (9 Páginas) • 377 Visitas
4. Identidad y cultura de los adolescentes y jóvenes
La adolescencia y la juventud son construcciones sociales. En otras palabras, son «clases de edad» que, si bien tienen una base material biológica, sobre la misma se elaboran diversas representaciones relativamente arbitrarias e históricas. En realidad, lo que «existe» con una existencia casi igual a la de los objetos físicos es un continuo de edad. Es la sociedad la que produce determinados «cortes» y «rupturas» en el flujo del tiempo. Sabemos que existen niños y adolescentes, adolescentes y jóvenes, pero esas fronteras que marcan los límites no tienen una señalización material u objetiva. Los límites sociales son siempre «arbitrarios y conjeturales» (como decía J.L. Borges), y muchas veces imprecisos. Pero en ciertos casos, es necesario reducir esa imprecisión fijando límites estrictos, homogéneos y fáciles de identificar. Éste es el tipo de límite que se expresa en la ley y los dispositivos normativos. La «mayoría de edad», por ejemplo, está claramente establecida en los códigos y en las leyes de todas las sociedades. No son límites definitivos, pueden variar. Pero sí son límites precisos. La incorporación al sistema educativo formal no es arbitraria. Se ingresa a la escuela a una edad legal bien determinada.
Pero cuando se trata de la adolescencia y la juventud, sólo sabemos que existen, pero no estamos en condiciones de decir cuándo empiezan y dónde terminan estas etapas de la vida.4 No todos los que tienen la misma edad participan de la misma «clase de edad», ya que no todos los coetáneos comparten las mismas características y experiencias vitales (formar pareja, trabajar, alcanzar la autonomía económica, estudiar, etc.).5 Por otra parte, la propia experiencia escolar contribuyó a la creación de la juventud como una construcción social; es decir, como un tiempo de vida colocado entre la infancia y la condición de adulto, un tiempo de preparación y de espera. Por eso, puede decirse que no siempre existió «juventud» y «adolescencia». La posición en la estructura de distribución de bienes materiales y simbólicos de la sociedad está determinando diversas formas de vivir la experiencia joven o adolescente; por lo tanto, no es un estado por el que necesariamente pasan todos los individuos en una sociedad determinada. En muchos casos, hasta la propia experiencia de la infancia es un «privilegio» que se niega a muchos niños y niñas que viven en condiciones de pobreza extrema, tanto en el campo como en las grandes ciudades del continente.
3 Detrás de las desigualdades y exclusión escolares están las desigualdades y exclusiones sociales. De allí la necesidad de imaginar y desarrollar estrategias de intervención integral donde el desarrollo de la infancia y la adolescencia ocupen un lugar central.
4 Para una construcción teórica de las «clases de edad» consultar Urresti (M.). Cambio de escenarios sociales. Experiencia juvenil urbana y escuela en: Tenti Fanfani (E.) (comp.). Una escuela para los adolescentes. Losada, Buenos Aires 2000.
Pero aquí, más que el debate teórico, por demás rico e interesante, nos interesa saber cuáles son las características distintivas de los adolescentes y jóvenes respecto de los niños en cuanto objeto de clasificación escolar. La vieja escuela primaria fue pensada y diseñada para los niños; y la escuela media, pese a sus esfuerzos de adaptación, tiende a reproducir los mecanismos y estilos propios de la educación infantil. En otras palabras, en muchos casos, tiende a tratar a los adolescentes como si fueran niños. Éste es un factor que no pocas veces contribuye a explicar el malestar y el fracaso escolar en la enseñanza media.
Según Dubet y Martuccelli (1998), más allá de las significativas determinaciones de género, clase social, etnia, hábitat, etc., un estudiante del colegio secundario es diferente de un alumno de la escuela primaria.6 Al menos pueden señalarse las siguientes particularidades observadas en Francia, pero que, en cierta medida, son válidas en el contexto escolar urbano de América Latina.
a. Diversidad de las «esferas de justicia». Mientras el mundo de la infancia y la escuela está organizado alrededor de una gran «unidad normativa» que rige tanto en el ámbito escolar, como en la familia, el mundo del «colegial» está regido por la percepción de que existen diversos ámbitos de justicia. Una regla se aplica en el recreo, otra entre los amigos, otra en el colegio, otra distinta en el ámbito familiar. Mientras que el niño mimado en la familia espera el mismo trato en la escuela, el adolescente percibe que existen distintos espacios de juego con distintas reglas. Un ejemplo, los resultados escolares diferentes no deben engendrar tratamientos diferentes. Mientras que en la primaria, los que son buenos en conducta, también tienden a ser premiados en términos de notas y sanciones escolares, esta práctica se torna injusta en el colegio. En este ámbito, las clasificaciones escolares (calificaciones) tienden a diferenciarse de las calificaciones en el comportamiento (conducta).
b. Principio de reciprocidad. Mientras que en la escuela, el niño tiende a representarse a la autoridad y al maestro como algo natural e indiscutido, el adolescente percibe que las instituciones (el colegio, pero también la familia) constituyen mundos complejos donde existen una diversidad de actores con intereses y «capacidades» diferentes. La «omnipotencia» del maestro tiende a ser sustituida por la visión más compleja y política de las relaciones y el juego (las alianzas, las estrategias, el uso del tiempo, etc.). El principio de reciprocidad quiere decir que la relación profesor–alumno no es unidireccional (el profesor tiene todo el poder y hace lo que quiere, mientras que el alumno sólo tiene que obedecer). El adolescente tiende a considerar que el respeto, por ejemplo, debe ser una actitud recíproca y no sólo una obligación de él hacia sus profesores.7
5 Uno podría preguntarse qué tienen en común las 400 000 niñas brasileñas que trabajan en el servicio doméstico con sus coetáneas de las clases medias altas y altas que estudian, disponen de tiempo libre, tienen determinados niveles y calidades de consumo cultural, etc.
6 En Argentina, se llama alumnos a los niños que van a la escuela primaria. Los que frecuentan el colegio secundario y la universidad son estudiantes.
c. La emergencia de estrategias escolares. El niño en la escuela percibe que sólo basta ser aplicado y obedecer las reglas y a sus superiores (los padres y los maestros), para tener éxito en la escuela. En cambio, en el colegio, los adolescentes perciben que «ser estudiante» es algo más complejo que seguir ciertos automatismos.
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